Mancera mancilla, Mancera macula
Si no le tuviera respeto al millonario empresario que desempeña el cargo de jefe de gobierno de los cedemexinos Miguel Ángel Mancera Espinosa, me atrevería a decir, que dentro de las 64 semanas que le faltan para ser arrasado en las urnas, se le recordará como el Mancillator, o tal vez como el ángel mancillador o quizá peor, como Mickey el maculador, maculador de veras o el incinerator. Miguel Ángel Mancera Espinosa, con un objetivo economicista, lucroteísta y ruin, se ha propuesto que su gobierno entre al negocio sucio de la incineración de basura.
A Miguel Ángel Mancera Espinosa, MAME, se le ocurrió, en lugar de cumplir con la Ley de Residuos Sólidos del DF, con el Código de la Biodiversidad del Edomex en su Reglamento respecto a los residuos sólidos y con la Ley para la Prevención y Gestión Integral de los Residuos y su Reglamento, e incluso el artículo 3 de esa extraña nueva Constitución de la CDMX o el 13, que postula el derecho a un medio ambiente sano que ya nos había reconocido la propia Constitución de la República en su artículo cuarto, MAME también va a tratar de violentar con su neronismo ígneo quemando la basura.
¿A quién se le ocurre, que en lugar de que tratemos de no generar basura, de que separemos adecuadamente la que final o irremediablemente generemos en la realidad, a que ocupemos los residuos orgánicos para transformarlos en alimentos del suelo, de las plantas o de los animales para fortalecer a la naturaleza y no seguir debilitándola, en lugar de eso, decimos, tratar de quemarla, incinerarla, incendiarla, ponerla en combustión, para que se convierta en humo y gas o cenizas y con el calor de “ese fuego letal que me calcina” producir, aparte de dinero para los mercachifles involucrados, dizque electricidad que podría ser generada por energía solar, eólica, geotérmica, mareica o de cualquier otra forma ambientalmente menos agresiva? Lo que hay detrás es un negocio asqueroso, quemar recursos naturales para que unos cuantos sinvergüenzas saquen dinero del patrimonio ecológico, ambiental o natural de México.
El argumento que da MAME y sus cómplices potenciales es el mismo que utilizaron el epiléptico Julio César, el vesánico Teófilo de Alejandría o el loco califa Omar de Damasco, decir y pensar en incendiar, en quemar, para producir algo mejor. Tal vez usted se acuerda de la quema de libros en Fahrenheit 471 del inmortal Ray Bradbury o la quema nazi de los libros en mayo del 33 en Alemania. Pobre Mancera, pensar que incinerando va a purificar el ambiente, cuando en realidad a 2240 metros de altura a nivel del mar, todo proceso de combustión, así sea el de un simple y maldito coche, genera daños a la salud, al aire y a los ecosistemas.
Él es abogado, malón, como este escribano, pero abogado al fin y sabe que todos los juicios de garantías, amparos, que se presenten contra la edificación y funcionamiento de sus desdichadas incineradoras disfrazadas de “plantas de “aprovechamiento de poder calorífico” o de “termólisis” o de “termo valorización”, etc., los concederá la Suprema Corte a los cedemexinos y ciudadanos del estado de México o de donde sea; en igual forma la Comisión Interamericana de Derechos Humanos, al igual que la CNDH le mandarán su recado oportuno. Los de la Facultad y la Academia Mexicana de Derecho Ambiental dicen que van a optar por acciones colectivas y aunque la tierra de Hitler los apoya, para finales del año entrante todo habrá terminado. No, MAME, recapacite. Expulse a los mercaderes del Templo.