Mitos, cuentos y leyendas BCS: LA MUJER CON LEPRA
En esta ocasión les compartimos una crónica del Maestro Filiberto Cota donde narra cómo se pasó de boca en boca en los años 60's esta leyenda de una mujer desfigurada que tocaba de puerta en puerta pidiendo limosna y maldiciendo con la lepra a quienes no le daban nada.
“¿Y la lepra qué es?”
Como siempre sucede, cuando eres niño, los hermanos, papás, vecinos y amigos atemorizan con cuentos, mitos y leyendas. Siempre escuchamos la clásica leyenda de La llorona, La mujer de blanco, El jinete sin cabeza y otras que, en ocasiones, después de ser un suceso real, se convierten en leyenda como sucede en todo el país.
Comúnmente las familias paceñas cenaban muy temprano. A veces una machaquita, otras, unos frijoles refritos con queso cimado (rayado) encima tortillas de harina, chimangos y una sabrosa, aromática y humeante tasa de té de ramas de limón u hojas tiernas de naranjo endulzada con cuadritos de azúcar. También se hacía la tarea todavía con luz natural y después de cenar.
En otoño e invierno, se jugaba lotería en el interior de las casas. En época de primavera y verano, se disfrutaba jugando al aire libre en las calles y banquetas.
Como no había muchos entretenimientos, era costumbre de los habitantes de la ciudad de esa época, al obscurecer, reunirse en la banqueta de las casas con vecinos para escuchar cuentos de aparecidos y todo tipo de leyendas narradas por algún adulto, siempre en una poltrona. Le poníamos atención sentados en las banquetas de piedra, primero muy dispersos, pero conforme los cuentos se ponían más tenebrosos, casi nos encaramábamos en los adultos. Para mí, de cinco años, todo lo que contaban era terrorífico, así que cuando mamá decía a las 8:00 o 9:00 de la noche: ¡todos adentro de la casa, vamos a dormir!, yo era el primero en entrar y por nada del mundo me atrevía a asomarme por alguna ventana.
Se platicaba en varias versiones sobre el hombre sin cabeza, de la mascarita de la calaca, de una niña de vestido blanco, del carro que desaparecía por los filos, de El Mechudo y otras que hoy incluso están todavía en el gusto popular.
También de los lugares que habían sido panteones en La Paz, como en la escuela Miguel Hidalgo, en las cercanías de la papelería Agruel y el estadio de beisbol, donde se decía que rondaban aparecidos por las noches.
Corría el año de 1956 cuando en La Paz se escuchaba por todos los barrios que una señora a quien sólo su figura se le veía en las noches, pero no se le veía la cara, llegaba a las casas pidiendo que le dieran unas monedas para ayudarse y, que de ser negada su petición, ella pegaba la lepra; el horror empezaba porque a la señora no se le veía la cara ¿Quién era? ¿Por qué ocultaba su rostro? ¿Por qué sólo llegaba de noche?
Esa versión era platicada todas las tardes por el barrio donde yo vivía, pero también por el Manglito y el Esterito, sin que nadie diera más razones de la famosa señora de cara tapada. Hasta que varios meses después, alguien había logrado verle el rostro y decía que era desfigurado, carcomido y todos los huesos del rostro se le veían. No pues, más miedo nos daba. Aunque a esa edad no sabía qué era la lepra, mucha gente adulta tampoco lo sabía, yo me imaginaba como si la persona esta pegara una especie de pedazo de cinta adhesiva con enfermedades, así me lo imaginaba yo.
Mi madre, por el pasillo de acceso de la casa, tenía una máquina de coser Singer y sobre ella dejaba todas las noches una jola de 25 centavos; de aquellas plateadas que tenían el grabado de una balanza. Invariablemente todas las noches las dejaba ahí, en espera de que alguna noche tocara a la puerta la misteriosa mujer. Por fortuna nunca llegó, a lo mejor me hubiera orinado de miedo, después, ya de grande supe que en muchas casas de La Paz hacían lo mismo que en la mía todas las noches, siempre con una moneda preparada.
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Sobre el autor: Filiberto Cota Martínez, (La Paz, 1951) Arquitecto y cronista. El presente fragmento corresponde a Crónicas rústicas y urbanas de La Ciudad de La Paz, ISC. 2016: pp. 17-20.