Mitos, cuentos y leyendas sudcalifornias: “EL NIÑO DE LA ANIMITA DEL CAMINO REAL”
Esta leyenda data de la época de la Revolución Francesa, los paceños la llamaron “El niño de la animita", retrata la vida del niño José Lino Manríquez Martínez, quien nació en el pueblo de San Antonio el 3 de septiembre de 1855.
El padre del niño se llamaba José Miguel Manríquez Martínez, en aquel entonces no había mucha población en la región y esta zona era constantemente invadida por piratas de todas partes, peruanos, ingleses, franceses, etc. El caso es que en el año de 1855 el filibustero Juan Napoleón Zerman tenía rodeada a la ciudad de La Paz, por lo que Don José Miguel Manríquez, padre del niño José Lino, participó en la lucha contra este pirata en apoyo del General Manuel Márquez de León, quien al frente de un pelotón de la guarda montada tomó como prisioneros a los buques de “Archibald Grace” y “Rebecca Adams” conduciéndolos al puerto de Mazatlán para que posteriormente se enviaran a la ciudad de México.
Esta hazaña fue la que hizo que José Miguel Manríquez Martínez fuera nombrado como Jefe de la Policía Montada en el Real de San Antonio, así que pudo regresar al lado de su familia en el año de 1858.
En el año de 1861 el señor Manríquez fue enviado a vigilar un evento social de gran relevancia, siendo este el matrimonio civil y eclesiástico del comerciante Miguel González Rodríguez y la señorita Soledad Rufo Santa Cruz, acto apadrinado por el recién nombrado gobernador juarista Don Teodoro Riveroll. El novio don Miguel González había recibido muchos servicios del señor José Miguel Manríquez, quien lo invitó a él y a su familia para que asistieran a la boda, donde al Profesor Cictor Piñeda de la Cruz y la maestra Refugio Contreras quedaron atraídos por el niño José Lino, invitándolo para ser admitido como alumno regular al Liceo Parroquial, en el cual logró entrar solo unos meses después, por lo que la familia se vino a vivir a La Paz.
Don José Miguel Manríquez, ya separado del servicio militar trabajaba como jefe de Vigilantes en un centro de diversiones. Mientras el padre se ocupaba en sus labores, el pequeño José Lino de Jesús y sus hermanos asistían regularmente a clase.
Cuando todo parecía en calma volvieron las revueltas. A mediados de 1866 el gobernador Antonio Pedrín fue derrocado por el Gral. Pedro María Navarrete quien era representante del Gobierno Francés y lejos de congraciarse con la población, cometió diversos atropellos, pasando a la historia regional como el más sanguinario de cuantos gobernantes conoció la entidad. Contra su gobierno se revelaron varios grupos de Todos Santos y El Triunfo, y a muchos de los patriotas liberales los tomó como prisioneros, confinados a las mazmorras del cuartel militar. Los detenidos que fueron condenados a muerte fueron Martín Erqueaga, Roberto Fisher, Ignacio Armenta y Laureano Rosas, capitanes; Loreto Talamantes, Gregorio Osuna y JOSÉ MIGUEL MANRÍQUEZ, sargentos, así como los soldados Muriel Lozano, Calixto Martínez y Ürsulo Fuentes, todos de las tropas del General Manuel Márquez de León.
El 11 de noviembre de 1866, Don José Miguel fue confinado a la estrecha e insalubre celda de castigo, puesto al cuidado del Cabo Crispín Sández, jefe del resguardo del penal y uno de los más abyectos seguidores del imperialista Navarrete. El pequeño José Lino, enviado por su madre a llevarle alimentos a su padre fue testigo de cómo, con crueldad inaudita, Sández ordenó sacar de la celda al prisionero para disponer que en presencia del niño fuese azotado hasta sangrar y quedar desmayado de dolor. Al ver aquello, el niño se encaró al Cabo Sández para implorar piedad para su padre. En respuesta y como uno más de sus alardes sanguinarios el tosco soldado le contestó con voz cargada de crueldad: –“¿Para qué quieres piedad para tu padre? es un bandido malechor y esta tarde, a las 4:00 en punto, será pasado por las armas en el paredón de las Ciénagas.
Lleno de dolor, el niño José Lino, vio como su padre todo ensangrentado y dolido fue llevado de nueva a la celda de castigo por lo que de inmediato se fue a su casa para avisarle a su madre, tomando por si solo la decisión de tomar el lugar de su padre, lo que lo haría ingresar a la historia de los Sudcalifornios.
Salió hacia el lugar donde iban a ejecutar a su padre y una vez de nuevo ante el cabo Sández propuso un insólito trato:
¿Me da su palabra de hombre y de soldado respetar la vida de mi padre si yo me ofrezco para que me fusilen a mi? (cuenta la gente que el argumento del niño fue de que él tenía más hermanos, y que estos al igual que su madre, quedarían sin apoyo para salir adelante, que fue por eso también que tomó su lugar).
Contestando el Navarrista solo con un leve movimiento de su rostro sin gestos ni la mas mínima expresión de sorpresa o lástima. Y sin que se dijera una palabra más, el pequeño José Lino de Jesús, de escasos 11 años de edad, fue lazado con una reata y arrastrado por entre los matorrales de la Ciénega y los choyales del área, el martirio del niño fue en donde hoy está el negocio de Mcdonald en la calle 5 de Febrero y Blvd. Olachea o “Las Garzas”, en esa zona de mezquitales fue donde sucedió. Para dar muestra del mayor sadismo, el cabo Sández hizo conducir a presenciar el holocausto del niño a todos los prisioneros, incluyendo al padre de la inocente víctima y posteriormente obligando a Don José Miguel Manríquez a cavar la fosa de su propio hijo, donde fue depositado el cuerpecito del niño héroe, para ser cubierto después solo de piedras y tierra un atardecer del día 11 de Noviembre de 1866.
Con el paso del tiempo la gente elevaría un monumento junto a la calle 5 de Febrero, donde anteriormente se encontraba un OXXO, para perpetuar el acto de amor de un hijo hacia su padre, acudiendo peregrinos a depositar ofrendas florales y encender cirios y colocarle objetos o figuras como pago al niño José Lino por promesas cumplidas a los fieles que le han pedido favores y se los ha concedido. Posteriormente solo el barandal del monumento se pasó a donde hoy está la capilla, cerca de 1960; se dice que cuando estaba el gobierno del Teniente Coronel Lucino M. Rebolledo, unos tres o cuatro años después, se construyó la capilla donde hoy se encuentra. Curiosamente fue motivo para que la entonces calle de Las Garzas, (antes camino real) dejara de ampliarse pues ningún operador de maquinaria se atrevió a demolerla en el año de 1982, por eso el boulevard Olachea, como se llama hoy, nunca pudo conectar con el Boulevard 5 de febrero.
La Fundación Trasviña, presidida por la profesora Blanca Rosa Trasviña Aguilar, se dispuso a rescatarla en Mayo del 2013, iniciando un concurso de dibujos y murales de niños y jóvenes que levantaron nuevamente el aspecto olvidado de la capilla.
El oxxo que anteriormente se encontraba ahí, se tuvo que mover de lugar una o dos cuadras más adelante, ya que los empleados del turno nocturno decían que se les aparecía un niño y nadie quería cubrir el turno de noche, los empleados no duraban y es por eso que se cambió de lugar.