Naufragios, de Rafael Márquez Meza, un tornaviaje por la tierra
Vivimos en una tierra que poco a poco está dejando de ser una isla en el inconsciente colectivo. Crecimos con la percepción de que el mundo continental estaba más allá de los mares y que para poder acceder a otros territorios, había que tomar un barco o un avión, pero que en ambos casos nos hacía constatar que la tierra estaba delimitada por las costas y su espuma blanca, beligerante siempre contra la arena. Para quienes la isla se convirtió en una identidad, la poesía fue un buen modo de espantar los fantasmas e invocar a los hados del instante para que se manifestaran con cordura en el trampolín pertinaz de la vida diaria. Rafael Márquez Meza es de esos poetas que desarrolló una sensibilidad de la realidad geográfica, ecosistémica y migratoria, laque provoca grandes cambios psicosociales entre los individuos, en todos los niveles. Rafael, en esencia, tiene la voz del poeta que indaga mundos inexplorados con el poder de sus versos, al mismo tiempo que se asombra y nos asombra de sus hallazgos.
Así, los poemas contenidos en Naufragios, es una clara revelación de que la poesía está muy cercana de los cismas del futuro, casi proféticos, y que aun leyéndolo a la distancia (se escribieron en la década de los ochenta), conservan su frescura, su profundidad, su temor, su reclamo y la nostalgia por un tiempo que ya no es el mismo, que sin embargo está presente, a pesar de los avances tecnológicos que han hecho de nuestra península una cada vez menos incomunicada tierra. Pero la nostalgia de Rafael no es por el tiempo ido, sino por la pérdida del origen que permanece en nosotros, es decir, aquello que está en la sima del silencio interior de cada uno y que a su vez nos conecta con el resto del entorno, en un acto comunitario de humanidad-naturaleza, donde podemos resguardarnos de nosotros mismos, pero que ha dejado de influir en nuestro desarrollo individual y social. Es como haber naufragado en nuestros propios significados y con ello haber olvidado lo que nos conecta con el todo. Resulta paradójico que naufraguemos en nuestra propia tierra y que al mismo tiempo vaya siendo cada vez menos nuestra.
Las dos partes que contienen este libro, “Naufragios” y “Tornaviaje” se engarzan en la delicadeza de su voz, en la precisión de imágenes poéticas logradas para despertar el acierto, la crítica y el dolor por lo que vamos dejando atrás sin que nos demos cuenta de que lo estamos haciendo y de lo que estamos perdiendo. Y quizá eso es lo más terrible que el poeta nos desnuda: que no somos capaces de despertar de nuestro sueño, engañados por la ambición y la invasión de una modernidad quimérica, como las barcas que arribaron con Hernán Cortés. Cuando un poeta nos descobija y destroza nuestras costumbres, nuestras cómodas vidas rutinarias y quincenales, entonces está ocurriendo que la poesía hace su trabajo silencioso de transformar sin que ésta sea, bajo ningún sentido, su propósito o su meta, porque la poesía carece de fronteras, de signos, e incluso de lenguajes. Ambos poemas, “Naufragios” y “Tornaviaje” son un camino hacia el encuentro con uno mismo, con la tierra, con la familia, con los espejos y con la muerte. Esta última, la muerte, es sin duda el motor que mueve los versos de ambos poemas, donde se experimenta con el final de las cosas como un inicio, donde la muerte juega su papel de dolor, pero también de reconciliación, de descubrimiento y desnudo, donde vida y muerte se complementan para significar el sentido del propio universo, justamente como se explora en el alfa y el omega del poema “Tornaviaje”.
También descubrimos que la libertad se parece a la vida cotidiana porque se desliza a lo largo de los versos con su avasallante búsqueda de sentidos —no con monotonía, sino con avidez de seguir hacia adelante—, donde las palabras se montan en su ritmo, se revuelven en su esencia metafórica dando como resultado que entendamos nuestras manías y nuestras prisiones. Naufragios es un libro que pertenece a todos los tiempos, se emparenta con las voces de su generación poética, como Manuel Cadena, Javier Manríquez, Edmundo Lizardi y Raúl Antonio Cota, todos ellos pertenecientes a la ruptura de la tradición blindada del regionalismo paisajero.
Así, esta publicación de Rafael Márquez Meza se enmarca en el trabajo de Ediciones de la Serpiente, a cargo del poeta Raúl Cota Álvarez, quien con esfuerzos personales ha logrado sacar hasta el momento siete ediciones. Enhorabuena a los poetas, pues.