Navidad SIN agua
Uno de los peores errores que han existido en la historia de la administración pública es haber mandado la Comisión Nacional del Agua, la Conagua, a la raquítica estructura de Semarnat. Alguna vez, cuando todavía no éramos tan soberbios, ni dominaban la estulticia, el nepotismo y la corrupción, teníamos una Secretaría de Estado, o del despacho, para que no me regañe usted sabihonda curvilínea, y esa parte del gabinete presidencial se llamaba Secretaría de Recursos Hidráulicos.
El agua es tan importante, tan infinitamente indispensable, que si existiera una Secretaría de Seguridad Nacional habría una subsecretaría del agua en su estructura y quizá junto a la de seguridad interior. Imagínese usted etilizado lector que la Conagua, que es un órgano desconcentrado de la Semarnat, tiene mucho más dinero y personal que ésta, para gestionar el tema de uno sólo de los recursos naturales frente al resto de éstos, incluyendo selvas, bosques, mares, fauna, flora, aire, tierra, etc.
Para como están las cosas, después de tantos años de corruptelas no se debería llamar Conagua sino SINAGUA, no hay agua potable en calidad, oportunidad y cantidad suficientes en el 93% de los hogares de este país.
Eso es lo que hemos heredado de los gobiernos, desde el sanguinario Hernán Cortés, hasta la fecha, pasando por los 63 virreyes de la “Nueva España” y, curiosamente, los también 63 “Presidentes” que hemos padecido o disfrutado desde José Miguel Ramón Adaucto Fernández Félix, alias Guadalupe Victoria, hasta AMLO.
Fíjate, inteligente joven, que ni siquiera tenemos una Ley de Aguas Nacionales aceptable, porque los diputados y senadores de la República no han sido capaces de ponerse de acuerdo y, menos aún los presidentes, en estos veintitantos años, han sido capaces de proveernos de un Reglamento de la propia Ley de Aguas. La Ley que tenemos es de 1992 y el Reglamento de 1994, ambos instrumentos jurídicos con parches más feos que los que hacíamos a nuestra ropa en el Internado Federal número tres de Segunda Enseñanza en Orizaba, Veracruz, en el siglo pasado.
Hay y ha habido tanta corrupción, nepotismo, ineficiencia, impunidad y cinismo en los temas del agua, que la SINAGUA debería proponerle a AMLO dictar un estado de emergencia hídrica e hidráulica. Ojalá que usted candente lectora, consiga ver pronto la nueva película “Dark waters” para que sepa de qué lado masca la iguana, de qué color pinta el verde y porqué hasta las más extendidas religiones le dan al agua el valor de bendita y sagrada. No hay agua suficiente, limpia y en todos lados, porque hay colusión entre las empresas privadas, de pipas y de botellitas y garrafones, con los gobiernos, como en el municipio que usted ya conoce. Basta, estamos hartos Presidente, díganos.
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*publicado originalmente en El Heraldo de México