Pobreza cruel
No deja de ser paradójico que una de las obras inmortales de Víctor Hugo, la de Los Miserables, se represente en el teatro para llevar su mensaje. La han visto setenta millones de personas y si usted quiere ir a verla en NY el boleto barato es de 100 dólares y el más caro de 340 dólares. En el histórico Queens Theatre de Londres, ir a ver esta obra escrita por uno de los más famosos masones de todos los tiempos, cuesta noventa Euros. No sea flojo y haga cuentas de cuánto sería en pesos. Usted y yo somos afortunados: Aquí en México es más barato ver a las personas en situación de extrema pobreza, pululan por doquier.
Nos volvimos insensibles de tanto verlos, de tanto convivir con ellas y ellos en su creciente y abrumadora presencia por todo el país. Un caso de contra economía de escala, entre más son, menos valen. Estos es, se neutralizan entre ellos. Su infortunio los ha hecho presas de la Ley de los Rendimientos Decrecientes que postuló el legendario Paul Anthony Samuelson el Premio Nobel del año 1970. Este gran judío neokeynesiano fue alumno de Schumpeter y de Wassily Leontieff nada más, ni nada menos. Lo poco de economía que este atribulado tecleante sabe, se lo debe a Samuelson y a sus inolvidables maestros Sir John Hicks y Ursula Hicks en Inglaterra.
No importa, acá los mejores estudiosos del fenómeno de la pobreza son los amigos Julio Boltvinik con quien compartí avatares en Turismo y Abel Pérez Zamorano director de la Escuela de Economía en la Universidad Autónoma de Chapingo. Ambos coinciden en señalar algo que nos debería quitar el sueño y es que la pobreza nace, crece y se reproduce, pero no muere. Cada día, advierten, claman, hay en México mucho más pobres in extremis -eufemismo para decir que están en la lona- niñas, niños, mujeres y viejos o adultos.
¿Qué parte no entendiste, distraída y displicente lectora o tú infiel y guango leyente? Si el INEGI confirma lo que dicen los doctores Abel Pérez Zamorano y Julio Boltvinik, de que cada minuto hay más pobres en aquí y de que esa depauperación se vuelve más angustiosa cualitativamente porque es más acuciante en función de la competencia brutal por un empleo mal pagado o por una tortilla del monopolio cada vez más cara. Peor aún, crece la pobreza y con ella se incrementan la enfermedad, el alcoholismo, la violencia, la desintegración familiar, el narcotráfico y la corrupción, la migración y la sordidez.
El gobierno atolondrado, en lugar de sacarlos de la pobreza les manda cápsulas de caridad en forma de despensitas, de limosnas disfrazadas pagaderas electoralmente, de tarjetas de viejitos o de madres solteras o de desayunitos escolares o de caritas felices que esconden crueldad y falta de ética solidaria. Ya pueden pagar miles de millones en publicidad o en coimas, la realidad es que la pobreza crece, se agrava y nos agravia moralmente por su desatención y nuestro silencio.
El Ministerio de la pobreza está ahora en manos del ex secretario de Hacienda de Felipe Calderón y ex Canciller; en un buen muchacho llamado José Meade. Como dijo el paradójicamente enorme Armando Manzanero: nada personal. Tengo simpatía por él, pero de eso a que sirva para algo, francamente… La pobreza se agrava en la psiquis social, debido a la ostentación, cada vez más escandalosa, de la opulencia cupular y pirrúrrica en revistas, redes sociales y restaurantes polanqueros rodeados de menesterosos, etc, etc. Ese es el vero calentamiento global. Los políticos se retratan con ropas caras y ostentosas para restregar su separación de clase. Usted ya sabe lo que ocurrirá.
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Comentarios (1)
Ramón Ojeda Mestre