Recomendación fílmica: PERDIDOS EN TOKIO
La soledad es un sentimiento que muchas veces nos acompaña, y que puede hacernos sentir muy mal, pero también podría ayudarnos a contemplar mejor la vida, y aprender a disfrutarla por nosotros mismos.
Esta es la premisa que nos trae Sofia Coppola en su maravilloso largometraje del 2003 Perdidos en Tokio, llamada oficialmente en inglés Lost in Translation, nombre muy elocuente, el cual se traduciría como “Perdida/o en la traducción”, y que probablemente diga un poco más de la película.
Pocas veces una película que se enfoque tanto en el tema de soledad, puede llegar a ser tan alentadora, lo cual fue probablemente la intención de su directora, lo que le gano un Oscar como mejor guión original.
La relación de los protagonistas Charlotte (Scarlett Johansson) y Bob (Bill Murray), es sutil y hermosa, así como complicada, pero especialmente pura, basada en la soledad y en la sensación de estar perdidos en una cultura tan diferente, pero de la que finalmente aprenderán y descubrirán tantas cosas.
El cine es una forma de arte que puede enseñarnos muchísimo de la vida, y este es el caso con Perdidos en Tokio, que vista con unos ojos más sensibles, puede enseñarnos mucho sobre las relaciones, la soledad, y la vida en general.
Algunas lecciones que podemos aprender de Perdidos en Tokio
1. Cualquier lugar puede ser tu hogar
Bob y Charlotte terminan en el mismo hotel en Japón por circunstancias un poco distintas, pero ambos comparten la sensación de no pertenecer, y el choque cultural queda especialmente claro con las primeras escenas de Bob interactuando con sus anfitriones japoneses.
Sin embargo, cuando los personajes empiezan a disfrutar de su compañía, también empiezan a sentirse mejor en la metrópolis donde les tocó estar, e incluso podemos percibir lo doloroso que resulta irse, pues significa separarse.
Por ello, podemos aprender que nuestro hogar puede estar en cualquier parte del mundo, especialmente cuando compartimos nuestros momentos con otra persona especial, con quien podamos explorar y vivir nuevas experiencias.
2. El amor está presente de muchas formas
Una de las cosas más hermosas de la película es la relación tan sutil que tienen Bob y Charlotte a lo largo de la película, y aún al final no nos quedan del todo claros los sentimientos que tienen el uno con el otro.
Pero no cabe dudas de que lo que más sienten entre ellos es amor, un amor muy puro, que fluctúa entre lo paternal, lo amistoso y lo romántico, y que realmente no necesita etiquetas para ser percibido como amor.
Este retrato tan puro del amor entre dos personas a primera vista tan distintas entre sí, nos enseña a eliminar los prejuicios y los filtros que podemos tener hacia las relaciones, y comenzar a centrarnos en lo más importante, los sentimientos que podemos compartir con otra persona.
3. Podemos disfrutar de la soledad
Aunque en la mayor parte del largometraje observamos a los protagonistas juntos. El principal vínculo que tienen entre sí, y lo que los unió en principio, fue la soledad que estos compartían, más allá del país tan lejano y diferente en el que se encontraban.
Sin embargo, también tenemos escenas en las que vemos a los personajes solos, especialmente a Charlotte, más joven, aún en busca de un camino, intentando hacer cosas por su cuenta, entender la cultura del país en el que se encuentra y entenderse a sí misma.
Además, esta soledad que comparten Charlotte y Bob a lo largo de la película, no solo los ayudó a unirse, sino que les permite a lo largo de su viaje conocerse mejor, y entender el por qué de su soledad, así como de vivir nuevas experiencias.
4. Podemos disfrutar de otras culturas
Sofía Coppola hace una representación divertida de la cultura japonesa, una cultura que genera fascinación en muchas personas, y que está llena de estereotipos. Pero también retrata muy bien lo que es estar en un lugar que no entendemos, más allá de la barrera del idioma, y que tampoco nos entiende del todo.
El hecho de que los protagonistas se encontrasen, siendo los dos americanos, implica que ambos tienen en común su idioma y su cultura, sin embargo, a partir de estar juntos, se abren mucho más a la cultura del país en el que están, e incluso se relacionan con otros nativos y podemos ver como Bob comienza una amistad con los amigos japoneses de Charlotte, y tiene probablemente una de las mejores noches que ha tenido en mucho tiempo.
Perdidos en Tokio nos brinda la oportunidad de disfrutar una relación pura entre dos personas, así como la forma en que dos personas aprenden a lidiar con la soledad, y a estar abiertos a conocer, aceptar y disfrutar de nuevas culturas. Una maravillosa obra de arte, que nos puede enseñar mucho, siendo una película pura y sin pretensiones.