Recomendación fílmica: José Luis Cano: engrane fundamental en la nueva sangre del cine duranguense
En el número pasado de la revista, mi amigo Andrei hacía un recuento de todos esos directores que, al menos de los últimos 10 años a la fecha, han abierto, cada uno desde sus proyectos, posibilidades, lenguajes e inquietudes; que el cine en Durango vuelva a tener una identidad muy propia, gracias a los festivales, y a pesar de lo que big industry nacional e internacional puedan hacer por el estado y la ciudad. Dentro de este recuento me pareció muy acertado el hecho de que Andrei mencionara a los que hoy día comienzan esta aventura con una herramienta que quizá los pioneros no tuvieron: la enseñanza académica por parte de expertos, esto desde la creación hace casi tres años ya del Centro de Cinematografía y Actuación Dolores del Río (CCA). Si bien es verdad que para que alguien busque realizar cine, debe gustarle el cine, y en muchas ocasiones eso es inclusive lo más importante, sin siquiera tener la necesidad por pasar por una escuela de cine, como muchos grandes directores lo han hecho, y sólo saberse rodear de apasionados que busquen lo mismo, sí es importante saber lo que ésta generación dotada de conocimiento más allá del propiamente formado por la inquietud, el análisis y el cineclubismo, (una de las mejores herramientas y formas de aprender cine que hay), de ahí surgió mi interés de poder charlar y preguntar en torno a su obra, el sentir de lo que él cree que viene para las personas que buscan realizar cine en Durango, de ahí fue que me acerqué a uno de las jóvenes promesas de esta nueva sangre de realizadores duranguenses: José Luis Cano.
Antes de compartir la entrevista, debo mencionar a “Una canción para el fin del mundo” que es el título de uno de los notables trabajos de Cano, el cual se distingue por dos cosas en particular de las cuales pude compartirle mi apreciación al propio realizador. La primera, la forma en que retrata y narra una relación amorosa que pareciera podría ser una relación hasta cierto punto perfecta y estable; pero una sola acción, tan simple como preguntar cuál sería la canción que te gustaría escuchar en el fin del mundo, rompen la falsa ilusión de estabilidad en una relación a todas luces tóxica, y en la que más de uno se puede sentir identificado precisamente por una palabra clave que he mencionado, y que no es “tóxica”, sino “luces”. Hay una iluminación más que atinada y sutil que lo hace a un colocarse en el ojo del huracán que se está formando en esta secuencia. Y la segunda cosa que también me llamó poderosamente la atención es en base a lo antes mencionado: secuencia. El cortometraje está filmado en un solo plano secuencia fotografiado en un sublime blanco y negro.
Aunque para muchos críticos y realizadores esto no es importante, para mí siempre habrá una necesidad de entender un poco el contexto de la obra de las palabras de su realizador, y entender también un poco la conexión que su trabajo y él como persona podrían tener, y crear una línea narrativa que nos hagan entender, apreciar y analizar a la obra y al autor. Y a raíz de esto y gracias a que Cano accedió a esta charla es lo que él me pudo comentar.
Iniciamos:
¿Háblame un poco como nació la idea de este cortometraje?
Antes que la idea, lo que nació fue la intención de querer hacer algo. A finales del año pasado, luego de haber salido del CCA, platiqué con Alejandro Subia, quien es el fotógrafo del cortometraje y quizá la persona con la que mayor estoy conectada en cuanto al cine se refiere, puesto que empezamos este sueño prácticamente juntos hace cuatro años, él sea más joven que yo, tiene 18 años, y el conocimiento que tiene de cámaras es magistral, para mi es una de las grandes promesas del cine duranguense en cuanto a la cinefotografía se refiere, y no sólo lo digo yo. Entonces le hablé de mi intención de querer hacer algo, porque de los 7 trabajos que he realizado, 6 han sido con él. Empecé a escribir el guion, que fue algo muy difícil para mí, a decir verdad, porque nunca había escrito un guion con tantos diálogos, son 8 páginas completas de diálogos, y además de eso, la responsabilidad de que fueran aterrizados, poder darles la fuerza para que el espectador se sintiera enganchado desde un principio. Ya que lo tenía listo, se lo pase a todos mis amigos de confianza del CCA con los que quería hacer algo, porque eso es otra cosa que quería hacer yo con este cortometraje; poder trabajar con todo este grupo de excelentes personas con la que con algunos había podido trabajar en la escuela y con otros no. Y decidimos que, pasadas las fiestas de fin de año, empezaríamos a trabajar en ello.
¿Cómo es que nace la idea de hacerlo en un plano secuencia?
La verdad es que la idea fue de Kevin Martínez, quién es el actor…
Es el mismo actor de "Guajiro" de Juan José Hinojosa, ¿cierto?
Si. Yo ya había trabajado con él también en mi anterior cortometraje de ficción “El Retorno Perpetuo”. Y la cosa surgió porque yo quería que el fuera el actor, y cuando me reuní con él y con Subia, les mostré el guion y en este sólo tenía en el encabezado HABITACIÓN – NOCHE, y fue entonces que él me dijo que por qué no lo hacíamos en plano secuencia. Según yo, o al menos hasta donde he investigado, no hay precedentes de que haya un cortometraje en plano secuencia en Durango, así que vendría a ser el primero filmado de esta forma.
¿Quién más colaboró en este cortometraje?
Francia Correa estuvo trabajando muy cerca mío y de Subia ya que fue quien nos ayudó en la iluminación, y la verdad es que su trabajo fue bien importante, y además muy sutil por lo que bien me comentabas que la iluminación tenía que parecer que fuera una iluminación de casa, tenía que tener verosimilitud, sin que se notaran las lámparas que utilizamos, que fueron muy especiales, también el detalle de las velitas que no sé si pudiste notar.
Si es perceptible.
Y además el detalle de como empezamos el cortometraje con la bocina apagada y las velas encendidas, y al final este termina justo enfocando el punto de vista de la cámara sobre la bocina encendida y las cámaras apagadas. Debo decir que este lo escribí antes de haber visto 1917 (risas). También trabajó en el proyecto Fernanda Burgos como diseñadora de arte y Jazmin Ibarra como decoradora, llenaron de detalles el set para que fuera una extensión de lo que estaban pasando los personajes en su relación, es algo que se nota de un punto a otro, tanto en la parte tranquila como en la parte más caótica, fue un trabajo muy arduo el que realizaron ellas, tuvieron prácticamente que construir una habitación y hacer paredes falsas en el lugar donde filmamos, y me parece que su trabajo también es por demás importante para que el cortometraje quedara de una manera en la que todos quedáramos satisfechos con el resultado final. Carmen González fue asistente de dirección, Beatriz Salgado fue la encargada de peluquería, Alma Luna fue gerente de producción, Menny de la Hoya fue el productor, que es quizá la persona más melómana que conozco y que me ayudó a conseguir el tema del cortometraje.
¿Por qué era tan importante que filmaran en este lugar?
Para mí era muy importante que tuviera este tipo de vista de fondo, y no fuera una habitación cerrada. Las luces de la ciudad eran muy importantes y también hacían juego con la iluminación del mismo set. Fue difícil encontrar un lugar tan alto, porque luego acá en Durango no hay lugares que sean más altos de cuatro pisos. (Risas)
¿Platícame un poco cómo fue el trabajo con los actores?
Con ellos empecé a trabajar un mes y medio antes al día del rodaje. En realidad, no hicimos ningún trabajo de ensayo, salvo unos días antes para ver cómo se tenían que mover frente a la cámara, fue un trabajo muy coreográfico en ese aspecto. Realmente la preparación en sí fue reunirme con ellos varias veces a la semana en la casa de la actriz y hacerles preguntas sobre sus personajes, como, por ejemplo: “¿Cuál es el color favorito de ella?”, o “¿Cuál es el nombre de la mamá de él?”, ese tipo de cosas, quería que se conectaran y entendieran al personaje, que lo fueran construyendo de esta manera, más que a la situación que estaba en el guion y que ellos vivirían en el momento de la realización. El día del rodaje hacíamos la secuencia y conforme se iba desarrollando yo tenía que hacer anotaciones en mi cabeza sobre que se tenía que corregir, ya que se terminaba yo hablaba con ellos y les daba el mismo tiempo de descanso que duraba la secuencia, porque sé que son actores además de muy profesionales, muy comprometidos con sus personajes, y para mi era importante dejarlos respirar y digerir lo que habían vivido. Kevin tiene un andar bastante importante en la escena local, y Melissa Zaragoza, que es la actriz, tiene más de 20 años de trayectoria en el teatro en Durango, de modo que sabía la responsabilidad que tenía a la hora de dirigirlos, Y también yo tenía que tener un tiempo para borrar todo lo que había “corregido” para no confundir con lo que habría que corregir de la siguiente secuencia.
¿No tuviste alguna clase de ayuda en la lectura de guion precisamente para este tipo de correcciones?
No lo creí necesario porque este guion yo me lo aprendí de memoria, en serio. Eso se debe a que este quizá sea mi guion más personal, o con el que más me he involucrado. Dos diálogos del corto son en realidad de dos situaciones personales que viví, o que pude haber vivido. Los otros los escribí de pláticas con amigos, o luego de cosas que escuchaba en el camión y anotaba en una libreta que llevo todo el tiempo conmigo donde escribo cosas que quizá pueden servirme para futuras ideas. Y me pareció interesante escribir esta historia sobre el amor y las relaciones tóxicas, parejas que no funcionan por la falta de comunicación, pero siguen a pesar de las peleas. Queríamos hacer con este cortometraje algo diferente, superar lo antes hecho. Tuve muchas inseguridades a la hora de escribirlo por lo que te comentaba que no había escrito tantos diálogos nunca en ninguno de mis cortometrajes, pero al final resultó que mientras escribía el tercer acto, y al momento de realizarlo, me di cuenta que todo encajaba perfecto, y eso fue como una especie de revelación para mí, al ver que si sabía lo que estaba haciendo.
¿Cuánto tiempo te llevó el rodaje del cortometraje?
Alrededor de 8 horas. Desde que el equipo empezó a montar todo, yo llegué un poco después al set, hasta que se dejó recogido el departamento. No me preocupé en ningún momento por esta cuestión porque confío tanto en este equipo que se formó, que sabía que todos harían lo que tenían que hacer. Fueron 14 tomas realizadas, fue la 13 la que quedó. Además, debo volver a reconocer la labor de Subia ya que en todas las tomas no se ve en ningún momento que la cámara se desestabilizara o se viera movida la toma, salvo el movimiento propio al seguir la escena, que en esto le ayudó el asistente de cámara que fue José María Gusiñer, que fue quien nos facilitó el equipo, y que también es un cinefotógrafo muy talentoso que estudió en el CAAV en Guadalajara. Sólo hubo un problema en la secuencia que en un momento se ve la sombra de quien nos ayudó en el sonido directo, que es Francisco Noriega, y que era algo que no se podía evitar, pero en eso nos ayudó Juan José Hinojosa quien fue encargado de VFX.
¿Háblame un poco de tu experiencia en el CCA?
Creo que puedo hablar por todos mis compañeros al decir que es la mejor experiencia de vida que hemos tenido. Si bien la gran mayoría de las personas podría creer que lo mejor de estar en el CCA es el tener como profesores a gente tan reconocida como Damián Alcázar, Ángeles Cruz, el mismo Juan Antonio de la Riva, además de tantos profesores importantes que hemos tenido y que han ganado un montón de Arieles, la verdad es que el CCA sirve para algo muy bonito que no es sólo el crear un sueño, sino crear un sueño con personas que te apoyan, compartir con alguien ese sueño. El cine es muy pesado, esto es sólo para gente muy apasionada, si no te apasiona, no es para ti. Pero, así como es de pesado como muchos otros trabajos, se siente bien bonito llegar a tu casa luego de una larga jornada sabiendo que estás haciendo lo que amas, que estás compartiendo con personas igual de apasionadas que tú. Estás acompañado de cómplices que alimentan tus sueños. El CCA nos enseñan a entender el equipo técnico, la animación, el sonido, las cámaras, pero lo más bonito que nos da el CCA es la motivación y el hacerte saber y sentir que eres capaz de lograr lo que quieras, y no sólo lo hacen por hacerlo, si te lo dicen es porque así es, los mensajes son claros, así como cuando te equivocas te lo hacen saber. Y no es casualidad que este cortometraje esté lleno de compañeros de la escuela, y no sólo de mi generación, sino también de la segunda, que creo soy la persona que más se involucró en conocer a la mayoría de los compañeros de la escuela, que iban de todas las edades, desde los 18 hasta los 30. Y es que para mí el cine es eso, el cine es un arte colectivo, el cine es la colectividad, por eso puedo decirte que por muy personal que sea un trabajo mío, siempre trato de involucrarlos en las decisiones que se van a tomar en cualquier área y departamento de la producción, yo les muestro mi visión y lo que quiero hacer, pero les doy la libertad de que ellos me muestren una propuesta, y en base a eso llegar a un punto medio, en el que todos sintamos que este proyecto es de todos, y no se los digo sólo para motivarlos, sino porque así lo siento. Yo soy el que toma la decisión al final, por supuesto; pero para mí es importante que todos se sientan parte de esto, porque sin ellos, sin mi equipo y su talento, no podría hacer nada, por eso para mí es tan importante reconocerlos cada vez que puedo. Por eso nunca me gusta que se diga la palabra “una película de”, cuando una película es de todos los que la hacen.
Y a mi parecer eso habla muy bien de ti Cano, que lejos del egocentrismo, y creer que el director es un autor y que todo se debe a él, es muy notable de tu parte el reconocimiento que haces este de ceder por el reconocimiento, al final de cuentas una película es “dirigida por”, que si bien hay una cabeza que toma las decisiones, sea una historia de él, o no; hay todo un equipo detrás de él que está haciendo que esa historia se pueda contar.
Totalmente. Además de cierta manera, ahora que nosotros somos la primera generación egresada de la escuela, además de sentir la depresión por ya no ir a clases (risas), y que fue lo que más me motivó a realizar este corto, hay una responsabilidad de poner en alto a la escuela y a los directivos que nos brindaron tanto. El momento es ahora.
¿Qué es lo que hace escribir a Cano, o cuáles emociones te llevan a pensar que una historia puede ser realizable?
Siempre trato de escribir cosas realizables. No me gusta escribir cosas muy ajenas de mis capacidades. En cuanto a las pasiones que me mueven, si hay un tema en mis trabajos que toco con mucha constancia es el de la resignación, por lo general en todos trato con personajes que luego de un gran esfuerzo por retener o luchar contra algo, se dan cuenta de que la vida va a continuar, tengas o no tengas eso por lo que estabas luchando. Puedes tratar lo más posible por conseguirlo, pero si la realidad te dice que no es para ti, pues no lo es. Eso al menos en mi obra de ficción, en el documental es diferente. Por ejemplo, en “El Retorno Perpetuo”, hablo sobre un hombre que tiene que ir al bosque a enterrar una bolsa en una cruz, antes de llegar se encuentra con una persona que le dice que si entra a ese lugar no va a salir jamás, pero no le hace caso porque de todas maneras tiene que hacerlo, entonces cuando lo hace, se da cuenta que no puede salir de este lugar, y entra en un efecto looper, y así intenta muchas formas de salir, hasta que se resigna a comprender que no saldrá jamás. En mi tesis del CCA y que no se ha podido aún estrenar porque el CCA mandó a hacer la post-producción a CDMX, el cual se llama “Absurda procrastinación de una mente suicida”, trata sobre un sujeto depresivo que se despierta una mañana, él es policía, y ve una foto en la que está con su expareja y decide que se va a suicidar, pero justo cuando está a punto de hacerlo, algo sucede que no deja que lo haga. Y así se la pasa todo el día procrastinando, si no es que tocan el timbre de la casa, alguien lo llama por teléfono, o de repente se acuerda que no ha lavado los trastes, y así hasta que se da cuenta que no se va a suicidar, y se va a dormir. Es una comedia ácida, pero no deja de ser triste. De modo que la resignación es algo que está muy presente en mis trabajos, más allá del género que sea. Así pasa de cierta manera en “Una canción para el fin del mundo”, él no se quiere casar con ella, y al final no se va a casar, por muy duro y repentino que le llegue este golpe, por más que luche por arreglar las cosas, y que intente hacer algo para que todo vuelva a ser como antes, si la vida dice que no, no va a funcionar el mayor de los esfuerzos, pero la vida seguirá, incluso con un final con música de reguetón (risas). Y es algo que toco constantemente porque es algo que incluso vivimos como país todo el tiempo, ahora con lo del coronavirus, que hay personas que tienen que quedarse en casa a pesar de vivir al día y que si no trabajan se van a morir de hambre, o salir y exponerse aún más a la muerte. O también ahora la lucha del feminismo y todas estas mujeres, y es algo que veo más presente en esta generación que ya no se conforma y que incluso confronta viejos vicios, y esta lucha me parece muy loable.
Al final la resignación también es afrontar las decisiones que elegimos tomar día a día, como el ejemplo que dices ahora con lo del coronavirus, de quien se resigna a quedarse en casa, o quien se resigna a tener que salir para darle de comer a su familia.
Totalmente. Es aceptar y afrontar la realidad y las decisiones que tomamos. Aunque luches por más, a veces no es suficiente. Y trato de hacer eso con mis cortometrajes, más que una crítica social, lo que busco es hacer un retrato sobre estas decisiones, aceptarlas y resignarse.
A mí me gustaría que me hablaras un poco de El Centauro. Cuando me comentaste que había sido un trabajo muy improvisado, ¿a qué te referías con esto?
Es que fue un trabajo que surgió y que hicimos muy rápido. Debo decir que es el tercer cortometraje documental que tengo, y el mejor realizado. El primero lo hicimos para Polos Audiovisuales, Subia y yo. Se llama “Cinema Nostalgia”, y trataba sobre la crisis que sufrió el cine nacional en los 90´s por el TLC, el doblaje de las películas y el neoliberalismo que fue acabando con todas las salas de cine independientes del país, y que se fueron convirtiendo en iglesias, zapaterías, o simplemente en lugares baldíos o terrenos derrumbados. Para ese corto entrevistamos a Juan Antonio de la Riva, a un señor llamado Alberto Cortez que administraba varias salas de cine en la CDMX y que vivió de alguna manera el epicentro de este cambio, y a una señora que administraba algunas salas aquí en Durango, y en ellas tratábamos de exponer la muerte de estas salas emblemáticas de cine en décadas pasadas, y como la sociedad dejó morir al cine mexicano. Luego de ese documental, le propuse a Subia hacer un documental, así de manera muy espontanea, de la muerte del cine pero ahora desde la figura de los videoclubs, y fue sobre un video club que estaba cerca de la escuela primaria donde estudié, al que siempre iba, y resultó que un pariente conocía al dueño de este lugar, y lo fuimos a entrevistar, y resultó una doble satisfacción para mí ya que estaba entrevistando al hombre que de alguna manera alimentó mi cinefilia desde pequeño. Estos dos cortometrajes jamás los publiqué, quizá ahora me anime a publicarlos. Entonces para El Centauro acabábamos de ver Subia y yo la convocatoria para la última edición del Festival de Cine Mexicano de Christian Sida y queríamos mandar algo, pero la fecha límite era en tres días, de modo que le propuse a Subia hacer una trabajo para cerrar la “trilogía de la nostalgia”, entonces investigando sobre que lo podía hacer, mi mamá me dijo que había conocido a una persona cercana a Hernando Name, y yo le dije que estaba haciendo un cortometraje y que me gustaría entrevistarlo, y al día siguiente me dijo que el señor me esperaba a tal hora en su casa.
¿Entonces tu mamá te consiguió la entrevista con Hernando Name?
Si.
Qué chido.
Entonces le hablé a Subia, y a Carmen Gonzalez, que fue quién nos ayudó con el sonido directo, para ver si podrían ir, me dijeron que si, y así fue. Horas antes de ir me puse a investigar y ver entrevistas para no preguntarle lo mismo que ya le habían preguntado, y el señor nos atendió y la charla fue muy extensa y nos platicó de muchas cosas, en ratos yo estaba platicando con él y le decía a Subia que grabara ciertas cosas y detalles de su casa, y al final la charla fue sobre el oficio de director, y sobre el cine de antes y el cine de ahora, me gusta mucho el final donde dice que volteas hacia atrás a ver todo el camino y te das cuenta que vale la pena. Naces, mueres y vuelves a nacer en el cine. Al día siguiente nos fuimos a grabar a Chupaderos y Paseo del Viejo Oeste, mi hermano nos consiguió que nos dejaran pasar y grabar, como los caballos que salen en el corto. Entonces esa misma tarde Subia y yo nos pusimos a editar en un café y fue bien complicado porque tuvimos que editar entre 200 videos que tenía, y había que elegir partes, por ejemplo, del minuto 6, y hacerlas coincidir con el minuto 13 y el minuto 60 y que esto tuviera coherencia, y además el sonido, pero ya había elegido yo las partes que iban a estar, así que eso ya no fue tan complicado. Y pues así en un proceso de tres días quedó listo, lo mandamos a tiempo, y quedó seleccionado. Y fue algo que nos dejó bien satisfechos por dos cosas bien interesantes, la primera, y quizá esta es la más personal, es porque el cortometraje fue muy aplaudido en las dos proyecciones que tuvo, y la segunda, es que la mayoría de la gente que se nos acercaba a darnos algún comentario, nos decía que les había gustado mucho porque era el único de los cortometrajes que tenía un final feliz, y eso es verdad, en esa última edición de Hecho en Durango, todos los cortometrajes tenían una temática muy triste, muy depresiva, los finales o eran tristes, o eran fuertes, o violentos, o depresivos. Y creo que eso es algo muy presente en esta generación, la depresión.
Y supongo que eso se debe a que quizá la sociedad en Durango en general sufre de esta depresión o tristeza por diferentes cuestiones, y eso no es ajeno a sus realizadores. Si te pones a pensar en la trilogía de la nostalgia tuya, hay algo de eso, porque si bien, la nostalgia es una clase de tristeza que te puede dar cierto consuelo, o felicidad, es también una tristeza, algo así pasa con la resignación.
Totalmente.
Entonces “Una canción para el fin del mundo” ya se está festivaleando. ¿Podrías decirme en qué festivales lo postulaste?
Está ahora mismo en 10 festivales. Está en Shorts, en Guanajuato, en Monterrey, está en otros 3 en CDMX, también lo mandamos a Costa Rica, a Ecuador, a un festival en Colombia y a otro en Alemania. A mí la verdad con que quede en uno me quedo satisfecho, que se pueda ver en otro lugar que sea fuera de aquí. Buscábamos que acá fuera la primera proyección, pero ahora que se ha cancelado todo por lo del coronavirus, y sin fecha para poder reprogramarlo, ya veremos que sucede.
¿En qué otros proyectos has colaborado?
Mientras estuve en el CCA estuve en el departamento de arte de la película El diario de Karem por 2 meses. Fue un trabajo bien intenso, al que yo me uní días después de mis compañeros que quedaron en otros departamentos, pero fue un trabajo bien gratificante porque pude observar todo en torno a una producción tan grande. Luego ya no me pude reponer a eso porque terminando la producción entramos a la escuela.
Pero de alguna manera para eso les sirvió la escuela, para acostumbrarse a ese estilo de vida, el de las producciones.
Totalmente. Cuando estaba en el CCA era estar todo el tiempo haciendo algo, si no estaba investigando algo, o haciendo un ejercicio para la escuela, o en una producción, o incluso viendo una película que me iba a servir. No estaba en ningún momento de ocioso, por eso ahora me es tan difícil estar sin hacer nada en mi casa (risas)
Háblame un poco de cómo te llegó la oportunidad de ser programador del Vancouver Latin America Film Festival (VLAFF)
Christian Sida, que desde el principio a apoyado mucho al CCA, le dijo a Libertad Salgado, que es la directora de la escuela, que quería abrir dos vacantes a gente joven y nueva en el medio para integrarlos al equipo del festival, entones él le dijo que dentro de los alumnos a quien creía capaz de tener además del conocimiento y el criterio, el aguante de ver tantas películas y de diferentes ritmos y temas, entonces Libertad le dijo que en el único que pensaba era en mí.
Entonces Libertad fue quien te dio el voto de confianza.
Si. Entonces Christian me contactó y me dijo que quería invitarme a esto, y yo le dije que sí, me preguntó que quién creía yo que podría sumarse también al proyecto, conociendo a los alumnos, y yo le dije que la única que encontraba capaz para eso era a Jackelyn Gonzalez, y que incluso ella y yo podíamos reunirnos a hacer una selección entre los dos a analizar y discutir las películas. Entonces accedió, y fue algo bien padre, pero también muy demandante porque había que ver en un corto lapso de tiempo 70 películas de las cuales sólo tendríamos que seleccionar 6. Y este año nos dijo que, si queríamos seguir porque les gustó mucho nuestro trabajo, y pues aquí seguimos.
En qué está trabajando o qué sigue para Cano.
Ahora estamos trabajando en un proyecto de música de sesiones en vivo, además de que lo de este cortometraje yo creo que me va a dar satisfacción de al menos saber que este año ya realicé algo, además de lo que vaya a salir de los festivales. Y pues hay otras cosas de las que aún no puedo hablar (risas). Además de que desde ahora estoy pensando en mi largometraje, sé que es algo que se dará en un largo plazo, pero ya empiezo a pensar en ello. Más que ambición o deseo, es pensar que en cada corto es como un ejercicio, practicar para cuando tenga que dar ese gran paso.
Y lo importante es que estás disfrutando el camino que te llevara a eso.
Totalmente.
Para finalizar, háblame un poco de dónde vino esa pasión cinéfila tuya, o qué acontecimiento hizo que Cano decidiera que el cine era el camino a seguir en su vida.
Creo que mi cinefília nació precisamente gracias a ese videoclub que te comentaba. Video Ciordias se llamaba. Estaba cerca de la escuela en la que estaba, y a la salida siempre me llevaban, ya fuera mi hermana mayor, mi mamá, mi papá, y recuerdo muy bien la sensación de estar en este lugar. No era un lugar con pasillos grandes como los blockbusters, era un lugar pequeño, apretado. Recuerdo el olor de los cassetes, luego de los dvds, los posters, los colores, siempre me acercaba a ver los estrenos. Recuerdo que tenía como 7 años y me daba miedo pasar por donde estaban las películas de terror, hasta veía esa parte más oscura que el resto. Entonces recuerdo haber descubierto ahí “Star Wars”, por ejemplo, que me encantaba ver, y las películas animadas, y así rentaba y rentaba películas, ahí fue que me hice cinéfilo. Luego de ahí me fui familiarizando con el término del director, ahí conocí nombres como Steven Spielberg, Roman Polanski, George Lucas, Robert Zemeckis, y se me hacía curioso ver el mismo nombre en diferentes películas, por ejemplo el de Steven Spielberg en películas como “Jurassic Park” y “ET”, que con esta última película fue algo muy curioso lo que me pasó, porque a pesar de que yo sabía que “ET” no era real, tampoco sabía cómo lo habían hecho, y le preguntaba a mis papás, siempre fui muy curioso, ya cuando vi la película en DVD, en los extras supe la verdad. Y es lo que me conecté más con el cine, más que querer hacer cine, quería saber cómo se hacía el cine, cómo era ese mundo detrás de las cámaras, conocer la falsedad de la realidad. Fue cuando les dije a mis papás de mi intención de querer estudiar cine, pero en ese momento era un gasto muy grande económicamente hablando para mi familia porque la única opción era CDMX. Así que me enfoqué a ser un cinéfilo, ver todas las películas posibles de diferentes tipos del mundo, en vez de ser realizador. Entonces empecé a estudiar dos carreras, luego dejé una cuando se abrió el CCA, después dejé la otra cuando supe que tenía que dejarlo todo por el cine, no veía el caso de estudiar una cosa a la que no me iba a dedicar. Es algo que le debía a mi yo de 7 años, abandonar todo por este sueño. La deuda que tengo con el cine es tan grande por todo lo que me ha dado, he compartido el cine con familia y amigos, me ha acompañado en momentos muy felices y momentos muy tristes de mi vida. Además, creo que esta oportunidad nos llegó en el momento exacto para hacer cine, y no sólo lo digo por mis compañeros del CCA, sino por todos los realizadores del estado, es el momento exacto para poder hacer cine sin tener que salir de acá. Somos una generación muy afortunada, y debemos estar agradecidos por eso.
*Fotografía de Alejandro Subia.