Recomendación literaria: Escolios, de Christopher Amador
¿Será posible que la poesía y sus artilugios nos salven de la rutina? ¿Puede un manojo de versos reconciliarnos con una realidad que a veces se vuelve tosca e insoportable? En Escolios (ISIC, 2019) Christopher Amador propone a la poesía como una aguja que se clava en la carne y despierta del letargo a las emociones dormidas, un pinchazo que estimula a los sentimientos anestesiados por el tedio y la monotonía de una vida que pasa de largo frente a nuestros ojos; por ello, el poema —un “buen poema”— es también un campo de batalla donde el lector jamás sale ileso: el alma se tambalea, la conciencia se sacude, la memoria sangra.
Desde el Proemio y a lo largo del libro, Amador deja muy en claro que la obligación del poeta es, pese a todo, salvaguardar el derecho a lo sublime e intentar rescatar con palabras a quienes cargan el corazón petrificado, ya lo dijo Cristina Peri Rossi: "Las palabras son espectros, piedras abracadabras", por lo que hablar de poesía casi siempre es balbucear sobre las metamorfosis de la psique y el lenguaje. No obstante, Amador Cervantes también hace énfasis en el tipo de poética por la que apuesta, el escritor cree con firmeza en las líneas capaces de dinamitar pensamientos con tal de sentirlos y no en la gélida retórica de las vacas sagradas.
«La que me interesa
es una poesía de hijo de vecino,
no de hijo de los dioses...».
Inevitablemente, los versos de Escolios tejen un sutil vínculo con el Manifiesto de Nicanor Parra, donde el antipoeta chileno declara que él no cree en ninfas ni tritones, que repudia la poesía de gafas oscuras y sombrero alón, que rechaza la lírica perfumada que habita en el Olimpo y cuyos versos visten a la “última moda de París”. Escolios está compuesto por ocho apartados, escritos con una voz poética muy humana y honesta; existe entre sus versos un camino que nos conduce hacia la vida intelectual y creativa del poeta, quien con gajos de ironía y cierto tono lúdico elabora una reflexión sobre el oficio de la poesía y sus vaivenes. En Escolios Christopher Amador nos dice que lo suyo es la poesía a "pecho descubierto".