• werr
  • wer
  • weeee

Recomendación literaria: LA POESÍA DE VÍCTOR BANCALARI

Escrito por Paulina Solís Alvarado en Miércoles, 20 Enero 2021. Publicado en Cultura, Escritores BCS , Escritores Sudcalifornios , Libro Recomendado, Literatura, Recomendaciones

Sin nada, Víctor, tú estás | ISC

Secularización y naturaleza en la poética de Víctor Bancalari



Presentan la más completa reunión de textos del finado escritor paceño Víctor  Bancalari - BCS Noticias

El libro que vengo a recomendarte el día de hoy es el conjunto de lo que hasta ahora se ha dibujado como la obra completa de nuestro enigmático Víctor Bancalari, nacido en 1959 en la ciudad de La Paz y muerto apenas 35 años después por causas no esclarecidas, volviéndolo hoy día más que persona, personaje. Debo destacar que la única fotografía que pude  encontrar de él hasta ahora es la que se encuentra en la cubierta del libro, misma que ni siquiera deja ver su rostro completo. 

Existen dos razones de peso para considerar esta compilación parte esencial de las bibliotecas sudcalifornianas. La primera, la calidad estética del poeta, sumada a su aguda visión socio-histórica, tanto en el ámbito local como en el global; la segunda, la antología en sí misma. Los textos aquí reunidos, 36 poemas, 24 prosas narrativas y 12 textos de crítica, fueron extraídos de tres periódicos 6 suplementos 9 revistas, algunos de éstos previamente recogidos para una antología mayor, la de Leonardo Valera, y como parte de una compilación selecta de Christopher Amador y Manuel Cadena; sin embargo, ninguno de estos proyectos fue tan ambicioso, pues además de los textos de Víctor, incluye una amplia introducción que reflexiona sobre los tópicos, tiempos y recursos de la obra, entre otros aspectos, y que contextualiza lo necesario al lector de primer acercamiento. Este texto del Dr. Sequera, compilador y anotador de la edición será el que utilice para referir la mayoría de mis comentarios sobre algunos aspectos de la poética de Bancalari. Es éste el trabajo crítico más completo escrito sobre nuestro autor, y cabe destacarse que, aunque para Ramón Cuellar ya se haya escrito mucho sobre él, apenas hay un ensayo crítico del Dr. Dante Salgado, que versa más bien sobre narrativa que poesía, una brevísima nota general de Daniel Salinas, una mención en la introducción de la antología de Varela y una entrevista que Edmundo Lizardi concede a Diana Cuevas, que trata más bien de lo anecdótico que de lo literario. También habríamos de añadir que en el coloquio del año pasado una estudiante, cuyo nombre no recuerdo, presentó una ponencia sobre el cuento “La batalla de los divisaderos”; quedan muchas vertientes de la obra propicias para el trabajo de la crítica, y esta es otra razón por la que invito a todos los sudcalifornios a su lectura.

 

La imagen puede contener: texto que dice "VICTOR BANCALARI Narrativa y Poesía MANUEL CADENA (COMPILADOR) SAMSARA 2009"

Infiero que, como parte de su espíritu polémico, Víctor Bancalari hizo lo posible por mantenerse al margen de los textos institucionales, pues además de escribir sólo para publicaciones periódicas pequeñas, algunas veces utilizó seudónimos. Lo mismo me hace pensar que una lectura tan académica como la de este tipo, por parte de una morrita que probablemente él habría adjetivado de “chocomilera”, no le hubiera hecho mucha gracia. Me cuestiono la pertinencia de una lectura casi meramente estética de su poesía que no abarque los temas que más relucen, como la crítica al gobierno mexicano y sudcaliforniano de la época, sus concepciones sobre la historia manufacturada, la Segunda Guerra Mundial o el latinismo. ¿Le habría parecido ético que dejásemos de lado esos elementos para su lectura? Probablemente no, pero considero su construcción de la sudcaliforneidad globalizada una propuesta muy interesante que rompe con los paradigmas de la poética del mar y del desierto.

 

Dice Sequera en la Introducción, “en la década de los 80 se vive un momento de trascendencia poética y de agotamiento de las fuentes regionales”, momento que vive Bancalari, aunque esto contrasta un poco con lo que opina Salgado, quien escribe que “Víctor Bancalari es hijo todavía de esta sudcalifornidad ahora perdida” (la de resignación y marasmo contemplativo), por lo que considera que es difícil evadir leerlo sin este antecedente haciendo probable que algunas claves de su lectura se pierdan para las nuevas generaciones a “quienes les cambiamos las tertulias vespertinas por la adicción a la tecnología”. Respecto a este punto, me gustaría señalar que desde mi experiencia es ésa misma la razón por la que lo leo con cierta complicidad: porque aunque las fuerzas que nos quitaron nuestros insulares paraísos regionales sean distintas (ya la tecnología, ya una deficiente gestión política, ya la intromisión del capitalismo hasta nuestros inconscientes), la solución que propone el poeta carece por ahora de caducidad y logra una alternativa a través del contacto con el entorno que no cae en los lugares comunes de la provincia edénica. Así, algo en lo que noto que ambos coinciden es que en su literatura existe “una necesidad, en cierta medida patológica, de hurgar en el origen” (Salgado); a través de la razón se accede a éste mediante la Historia, como se ve en sobre todo en sus cuentos, pero cuándo ésta se queda corta, siempre queda la cerveza y la contemplación reflexiva de una playa sin artilugios:

Al fin, en ataúd de arena,

solo en elogiada noche,

espero.

La costa, línea de plata,

nunca envolvió mis sueños

y hoy me guarda. 

(“One more time”)

 

La inquietud que atañe a la voz lírica, cuando los alguna vez místicos desiertos son coronados con alambres de púas y los dioses, a imagen y semejanza de los humanos, se caen de borrachos y marihuanos, es la de una espiritualidad libre de los candados del clericalismo, como bien menciona la “Introducción”, ya del catolicismo o del protestantismo, y no se queda ahí; junto con “Lutero sin indulgencia” y el poema “V” que dice, “A un dios no lo encierran así nomás/ por traer los ojos rojos.”, se suma “Dirección Olimpo”, llevando la secularización más allá del propio bautizo y del gusto con que paladea los textos del mundo latino. Así, el apego a la divinidad termina en una compañía que ni ofrece salvación, ni redime en vida… acaso, un compañero de borrachera:

(…)

con las manos cruzadas a navajazos,

chorreando agua y sangre

de su pelo rubio,

el dios de la calle camina hacia el último vagón.

(…)

hoy el dios regresa cansado,

escupiendo cada tres pasos.
(“Dirección Olimpo")

 

Se trata, en palabras de Sequera, de “un dios apegado a su realidad vivencial”. Dioses humanísimos esclavos de sus vicios, producto del contacto con la peor de sus creaciones, capaz de asesinar al prójimo y de destruir, por avaricia, el mundo en que habita. 

Siguiendo con su ensayo, se propone para “Los marcos teóricos” una lectura desde el discurso cientificista que establezca la metodología en la que el poeta tiene acceso a una nueva forma de conocimiento, “un chamanismo sin religiosidad”. Dice: “Bancalari realza la campiña sudcaliforniana a otro nivel: su propia espiritualidad”, y es aquí donde establezco un diálogo entre la lectura que da Octavio Paz a la poética de Ramón López Velarde cuando afirma que “Esta visión de la provincia no es costumbrista sino mágica” y más adelante que “La provincia tiene, además, un significado espiritual”, en su ensayo “El camino de la pasión”. Y aunque la visión de la provincia del zacatecano tiene tintes románticos y es un tanto folclórica, en contraste con el simbolismo sucio del choyero, ambos escriben sobre las consecuencias internas de “el edén subvertido que se calla”. Claro que no propongo con esto una adscribir a Bancalari en una escuela o estética mexicana, ni siquiera europea, aunque su influencias de Wilde y los decadentistas franceses sean evidentes, simplemente establezco un pequeño diálogo. A diferencia de López Velarde, la espiritualidad de los personajes líricos de Bancalari no es buscada ni asumida, se desbordada de las situaciones como si rebasara las capacidades cognitivas de los sujetos: parece, incluso, que es una  suerte de condena. El texto que mejor lo pone es el “Poema de la puerta”:

El que levanta la copa frágil

ante el desgarrado crepúsculo

hace beber al suelo poroso

el vino reservado.

Ni símbolo ni sacrificio: él está

borracho y ha subido a la puerta

por un sendero peligroso.

 

Antes, en el estero, sí sacrificó

una ballena (ballena: 949 ml. de

cerveza) a los dioses pero lo ha 

olvidado

 

Sin embargo, el que llama

puede ser escuchado: grave

riesgo.

 

Y ahora, sentado en el trono

natural, ha herido a la tierra

con el cuchillo de buzo.

 

No sucede nada, pero, ¿quién 

baja junto a él cuando las sombras

invaden el sendero más o menos 

sagrado?

 

El primer elemento que resalta es la ballena con su respectiva descripción técnica, que da un aire de irónica solemnidad e informal misterio a nuestro individuo. El segundo elemento es el más o menos, que a la vez que ningunea la cualidad sagrada de sendero, reafirma el halo mágico al encontrarse en medio de una interrogante, ¿qué cabe de sagrado en lo profano? La diferencia no la determina la doctrina, parece más bien un pacto entre disposición anímica y ambiente: el desgarrado crepúsculo, el estero y el “trono natural” se presentan como los elementos esenciales para la elaboración del gran altar del tamaño del mundo, al que se accede, junto con los dioses, con la medida exacta que cabe entre embriaguez y sobriedad, entre el juego irónico y el rito serio, entre la vida anhelada y la que se experimenta a fuerza de existir en una realidad decadente. 

Se gesta en la brecha que se abre en medio de la naturaleza mística y la naturaleza violentada por el desarrollo civil irresponsable un espacio para el ensueño colectivo: mitad el primero y mitad el segundo, al margen de los límites de la casa, pero sin entrar en ésta, el patio es el lugar propicio para la convivencia social, pero lo es también para el encuentro meditativo con uno mismo. Por eso en el poema "A Alberto Arnaut” escribe:

(en algún lugar he adquirido

un patio eterno en donde pienso

esperarme con mil y una

combinación de adioses y regresos)

¿Hubo una tierra en el mar

o la inventé?

 

En este poema, como Maragall, pero llevando hacia el interior el “Canto espiritual”, la voz se pregunta: “esta tierra, con todo lo que engendra/ es mi patria, Señor, ¿y no podría/ ser también una patria celestial?”; Bancalari se responde dentro de sus propios términos: la genealogía de la Península dota nuestra historia del aire mítico de lo inalcanzable y eso, aunado con la secularización de las deidades provoca un desconcierto en la psique sudcaliforniana que mantiene a los individuos nadando en una nube de ebriaguez y magia, de modorra autoinfligida y provocada también por los calores del verano, haciendo así que para forjar la patria uno deba asirse de cardones y Chryslers, de latas de Tecate y poltronas; del café, religiosamente consumido, a la sombra de alguna sacerdotal palma o higuera, ¿qué más milagro se puede esperar de este terruño?

Acerca del Autor

Paulina Solís Alvarado

Egresada de la carrera de Lengua y Literatura en la generación 2016-2020.

Ganadora del Premio Universitario de Poesía y de los Juegos Florales "Margarito Hernández Vilarino". 

Déje un comentario

Estás comentando como invitado.