Revista Tamma Dalama: HABLEMOS DE EDUCACIÓN escrito por Víctor Manuel Ramírez Beltrán
HABLEMOS DE EDUCACIÓN
Víctor Manuel Ramírez Beltrán
Octubre del 2008
Nociones de educación:
En materia de educación tenemos las más diversas teorías sobre su naturaleza y función. Decimos que la educación forma conciencias, cosmovisiones e ideologías; que condiciona formas de pensar y de actuar (de esto estoy convencido y es lo que más me ha interesado como educador).
Pero muchos dicen (no sin razón) que tiene un aspecto conservador, reproductor (quién va a negar que existan tantas cosas que hay que preservar, perpetuar y emular. La cultura está llena de ellas. El ser humano ha creado obras muy valiosas y ha dado ejemplos tan edificantes, las cuales es nuestra obligación preservar y reproducir), mientras en esto consista el aspecto conservador ¡Bendita sea esa educación! Y que tiene un reverso revolucionario, creador e innovador (quién va a decir que no vale la pena abrirse a él y buscarlo con afán, y esperar que ese futuro supere con creces el pasado), si a esto se refiere la visión revolucionaria ¡Bendita sea esa educación!
Pero si por conservadora se entiende a aquella educación que le da la espalda al futuro y por revolucionaria a la que desconoce la riqueza del pasado, luego entonces nuestro más amplio rechazo a ambas.
También se dice (y no suena absurdo) que la educación reproduce el statu quo, que uniformiza y domestica; que es la vía más segura para lograr el desarrollo social y humano o para perpetuar los sistemas en el poder; que forma a las personas a imagen y semejanza de los deseos de quienes ejercen ese poder.
Sería prolijo referir tantas ideas que se han gestado sobre la educación. Quiero cerrar esta parte diciendo que para mi la misión de la educación es el cultivo de la humanidad, humanizar a las personas, hacer que predomine todo lo que nos eleva y enorgullece, y todo lo que alimenta la esperanza del mejor porvenir, en contra de aquello que nos deshonra y avergüenza (que por desgracia luego parece predominar), y de las amenazas de un próximo colapso, al que parece llevarnos la lucha ciega por los mercados y el poder material.
Creo pertinente citar aquí lo que dijo T. Adorno, en su conferencia: La educación después de Auschwitz”: “La exigencia de que Auschwitz no se repita es la primera de todas en educación […] Cualquier debate sobre ideales de educación es vano e indiferente en comparación con este: que Auschwitz no se repita. Fue la barbarie contra la que se dirige toda educación”.
Como el triste ejemplo de Auschwitz, que nos ofende y avergüenza, podemos encontrar infinidad en todos los ámbitos del quehacer humano; pero también podemos encontrar incontables ejemplos edificantes que nos honran y llenan de orgullo. Una educación auténtica hará que lo humano supere a su contrapartida, porque en la época actual parece estar ocurriendo lo contrario.
Problemática educativa general:
Así,la educación constituye una realidad extraordinariamente compleja; la discusión, el debate y la disputa le son propias; cada quien, en función de sus respectivos intereses y condicionamientos ideológicos, se considera autor de la mejor propuesta; todos nos asumimos como expertos en educación; el lego cree saber tanto o más que el especialista y éste ve con desprecio e ironía las pretensiones explicativas y predictivas de aquél. La educación es, pues, un campo extremadamente enmarañado y revuelto.
Todos los niveles educativos presentan una problemática común y la que les es específica. Lo relativo a su calidad y cobertura, a su eficiencia y eficacia; a la medida en que satisfacen los criterios de relevancia, pertinencia y equidad, tan preciados, por lo menos en el discurso político; la lucha por imponer el currículum que consideran correcto y adecuado por corresponder a sus deseos y aspiraciones; los condicionamientos, necesidades y exigencias del entorno, en su pretendida compatibilidad con los grandes proyectos de individuo y sociedad del futuro; las peculiaridades que tienen los modelos educativos en relación con el tipo de alumno y profesor que requieren, y las estrategias didáctico-pedagógicas mediante las cuales se deben conducir las actividades implicadas en los procesos de enseñanza y aprendizaje, y su evaluación; los fines máximos de la educación, su compromiso con la trascendencia y con el imperativo de consistencia con los valores humanos.
De estos problemas que enunciamos el Gobierno explícitamente privilegia la cobertura, la calidad, la pertinencia y la equidad. Éstos son tan ostensibles que no puede uno dejar de coincidir en la necesidad y urgencia de que se atiendan. Lanzando una mirada panorámica vemos que nuestra educación requiere un cambio de rumbo de 180° en el terreno de los hechos, debemos concretar una verdadera educación integral que forme seres humanos plenos, que sean la sustancia de la sociedad del futuro; necesitamos otro profesor, bien preparado, que abrace su misión con plena conciencia y entusiasmo; necesitamos estudiantes bien apoyados por sus familias y por las instituciones, en aras de la equidad que impida la frustración y el desperdicio de talento; necesitamos contenidos educativos pertinentes, que permanentemente se entiendan como provisionales; métodos que propicien el aprendizaje efectivo, la participación, la crítica, la creatividad, la innovación y no, como ocurre, la pasividad, el dogmatismo, la reproducción e imitación; requerimos de instalaciones adecuadas y suficientemente equipadas sobre todo en lo que corresponde a tecnologías informacionales y, muy señaladamente, autoridades que cumplan y hagan cumplir la normatividad. De este tamaño es la necesidad de transformación educativa.
Vemos con beneplácito la incidencia en el intento de superar algunos de estos problemas de la actual Alianza por la Calidad de la Educación, la cual consiste en que a partir del ciclo escolar 2008-2009 se va ha hacer lo siguiente (aunque no es la primera vez que esto se promete): modernizar centros escolares; profesionalizar a los profesores; procurar el bienestar y el desarrollo integral de los alumnos; formar integralmente para la vida y el trabajo; una reforma curricular centrada en el desarrollo de competencias y habilidades, y el idioma inglés desde preescolar; la evaluación enfocada a elevar la calidad educativa y a que se favorezca la transparencia y la rendición de cuentas, y la fundamentación de políticas educativas.
El objetivo de esta Alianza, que es el gran proyecto del momento, es llevar a cabo una “amplia movilización por la educación para que la sociedad vigile y haga suyos los compromisos que reclama la profunda transformación del sistema educativo nacional”. Para esto hablan de tener muy claro el Artículo Tercero de nuestra ley máxima (aquí no podemos dejar de decir que una primera obligación es que éste se respete ¿Laicidad? ¿Obligatoriedad? ¿Gratuidad? ¿Equidad? Etc.) Los que la suscriben (SEP y SNTE) convocan a todos los sectores. No se ve cómo éstos van a participar para que hagan suyos los compromisos…Sería saludable que esa Alianza se ciudadanizara y que la SEP y el SNTE se aboquen a hacer lo que les corresponde por ley, así cabría esperar que esta vez se fuera más allá del mero discurso. Hablando francamente ¿Cabe esperar calidad precisamente de quienes han propiciado su deterioro?
La noción de “formación”
La noción de “formación” a la que aquí nos referimos es la que consiste en el impacto que un programa educativo produce en la manera de pensar y de actuar de sus egresados, aludimos al proceso de internalización de creencias, ideas y convicciones que determinan y explican las opiniones y las acciones de las personas, en el ámbito de lo consciente, lo racional, lo deliberado; a esa congruencia que íntimamente satisface a las personas cuando sienten que lo que hacen corresponde a lo que creen; cuando sienten ser la encarnación de la honestidad porque están haciendo honor a la “verdad”; esto, al margen de las connotaciones marxistas de “conciencia invertida” y “conciencia falsa”. La noción de “conciencia” que adoptamos es la que se refiere a la forma de pensar de cada quien y la de “cosmovisión”, junto con Heidegger, en un sentido muy amplio, no sólo a la manera de ver el mundo, sino, además, como la toma de posición y la fuerza que impulsa nuestra acción ante la existencia.
En el análisis que hace Luís Villoro del concepto de ideología (1985) habla del concepto noseológico y del concepto sociológico. Aquí, sin ignorar el primero, subrayamos el segundo. Así, en la connotación noseológica se refiere a un conjunto de ideas insuficientemente justificadas, y en la connotación sociológica a un conjunto de ideas, que utiliza un grupo social para promover su poder y dominio político. De esta manera, la noción de ideología que tomamos es la del sentido sociológico, independientemente de que pudieran ser total o parcialmente falsas o verdaderas, lo importante aquí es que esas ideas se transmiten y refuerzan a través de procesos educativos y de que conducen al predominio de grupos que con toda sinceridad las asumen como verdaderas, justas y moralmente valiosas.
El poder económico y los medios Versus la educación formal
En la vida actual la educación formal realiza una labor muy a contracorriente debido a la abrumadora cantidad de mensajes distractores que envían los medios. Estos cuentan con la tecnología para atraer la atención de la población, sobre todo la más vulnerable (niños y jóvenes); se repiten incesantemente, penetran en sus mentes e influyen en sus voluntades; la propaganda de lugares y actividades de entretenimiento es cautivante y la que invita a comprar toda una infinita gama de productos cuyo consumo nos va a hacer felices, que recurre a las argucias del mensaje subliminal y hasta a la más franca y grotesca manipulación, está saturada de obvias mentiras y exageraciones, que sin ningún respeto ni cortapisa se esgrimen ante el cliente potencial (aquí funciona aquello de que lo que se repite muchas veces acaba por tomarse como verdadero, aunque no lo sea). La escuela no cuenta con estos recursos ni esos atractivos. Sus contenidos educativos frecuentemente son opacos y áridos, sus efectos compensatorios se dan a muy largo plazo, comparados con la inmediatez y la gratificación que procuran los pasatiempos y las cosas que nos promete la propaganda comercial; los profesores no disponemos de esa fuerza cautivante (salvo raras excepciones), el renglón en el que acusamos mayores deficiencias es en el de las habilidades comunicativas. Los padres de familia andan demasiado ocupados (y también distraídos ¿enajenados?), y los gobiernos, bien gracias, sin mayores problemas, solapando y consintiendo al poder económico; así, el afán vendedor de las empresas encuentra el espacio libre y abonado para sus propósitos de éxito económico, sin más. La educación rema, pues, contra corriente. Ya lo dice Platón en el Mito de la Caverna: la conquista del saber es una tarea ardua y tortuosa, es más cómodo y fácil estar en medio del prejuicio y la realidad aparente.
La modalidad educativa llamada informal, la que influye notablemente en la forma de pensar y de actuar de las personas, sin que educar sea su propósito expreso, la que ocurre incidentalmente o que no se busca con la intención de educarse y que, por supuesto, no otorga certificaciones, como por ejemplo: los medios, la calle, la iglesia, etc., ha cobrado inusitada fuerza en nuestros días, ordinariamente propala ideas y conductas contrarias a lo que expresamente busca la educación formal, por lo que es imperativo que sociedad y Gobierno, de una manera concertada y por la vía jurídica, actúen para hacer que estas modalidades educativas (la formal y la informal) coincidan en propósitos o, por lo menos, que no se opongan, que se complementen. La escuela y los medios informales harían una poderosa mancuerna educativa que nos pondría más rápidamente en el camino hacia la educación integral, humanista, que se propone en nuestra ley fundamental.
La educación formal, no obstante la influencia contraeducativa de los medios y los intereses del mercado, sigue siendo un factor importante en la formación de conciencias, y en el condicionamiento de ideologías y cosmovisiones. Sostenemos que su labor formativa en este sentido es eficaz (si no, no veríamos las grandes diferencias en el modo de pensar y de actuar de los que estudian en una universidad pública y una privada, o entre quien estudia en una escuela tecnológica y una de humanidades, o quien estudia en la Universidad de Harvard o en la de la Habana).
También concordamos con los puntos de vista que ven en la educación un medio para, a nivel ideológico, reproducir el statu quo y los intereses de los grupos dominantes. Es claro que la influencia de la educación es evidente y contundente, lo que hace falta es que su acción educadora se inspire y se oriente correctamente hacia los auténticos valores humanos.
Dimensiones del hecho educativo (formal)
El hecho educativo institucional, formal, ocurre como consecuencia de la intervención interactiva de un complejo entramado de factores que se pueden, sólo para efectos de análisis, aglutinar en diferentes dimensiones, a las cuales se les debe conceder la misma importancia, a saber:
Un contexto, que se refiere al entorno, lo que rodea al evento educativo, la circunstancia en la que éste se da; hoy en día no se puede circunscribir sólo a lo local, a lo inmediato o a lo directo, debe abarcar lo global. En la conformación socio-política y económica actual no es posible aislarse o desconectarse; si bien es cierto que lo local está presente, lo global es omnipresente, no es posible evitarlo.
Una educación descontextualizada es una educación sin vida. La pertinencia es un imperativo en la actualidad, entre la escuela y su medio debe haber una acción recíproca; la escuela es por y para su medio y éste le da origen y sentido, si no, no hay pertinencia, la escuela resulta extraña y sin sentido; pero no sólo deben corresponderse y reproducirse, sino cambiar al unísono en búsqueda de una mejor sociedad que la que representan.
Los sujetos, los actores participantes directamente en los procesos educativos, profesores, alumnos y el resto de la comunidad educativa que integran la educación propiamente dicha; mientras mejor se conozcan entre sí, más constituyen una verdadera comunidad y más propicias son la relaciones educativas.
La educación es un proceso de comunicación humana. Aquí el profesor debe asumir el rol de líder y gestor, y no podrá satisfacer bien esa función sin conocer a sus alumnos, no sólo en el nivel de lo que las teorías dicen sobre el niño, el adolescente, el joven y el ser humano en general, sino a sus alumnos de carne y hueso que tiene enfrente. La empatía es crucial, sin ella fracasa cualquier acto educativo. El conocimiento mutuo inspira comprensión y la congruencia otorga confianza y respeto. Esto es lo que hace a las comunidades educativas exitosas y ejemplares.
El currículum, esto es, no sólo los contenidos programáticos explícitos, también todo lo implícito, lo relativo a los valores, a actitudes y normas de todo tipo; no sólo lo prescrito oficialmente, sino además, todo lo que sucede en la cotidianeidad de la vida institucional.
El currículum es la sustancia del proceso educativo (es esencial en el condicionamiento de ideologías y cosmovisiones). El término se usa por los especialistas con sentidos diferentes; algunos le dan connotaciones y denotaciones más amplias que otros, esto depende de las posiciones teóricas e ideológicas que sustentan. Aquí le daremos un sentido muy amplio, abarcador, pero antes nos remitiremos a la noción que proponen algunos autores sobre tres tipos de currículum:
Currículum formal:
“Planeación del proceso de enseñanza-aprendizaje con sus correspondientes finalidades y condiciones académico administrativas. Lo específico del currículum formal es su legitimidad racional, su congruencia formal es su legitimidad racional, su congruencia formal que va desde la fundamentación hasta las operaciones que lo ponen en práctica, sostenidas por una estructura académica, administrativa, legal y económica” (Casarini: 1999. pp. 7 y 8).
Currículum real:
“Es la puesta en práctica del currículum formal con las inevitables y necesarias modificaciones que requiere la contrastación y ajuste entre un plan curricular y la realidad del aula” (Op. Cit. P. 8).
Aquí no coincidimos con limitarlo al aula, explícitamente debe extenderse a todo el ámbito escolar, a toda la comunidad educativa. Además, sostenemos que las vivencias extraescolares son tan reales e importantes como las que se viven en el aula y la escuela, ciertamente son incidentales, pero no por ello dejan de influir en lo que el alumno es, por lo que en lo posible el profesor debe intentar conocer las que son relevantes y considerarlas en el currículum personal del alumno.
Currículum oculto:
”Este, en contraposición a la noción de currículum formal, no surge de los planes de estudio ni de la normatividad imperante en el sistema, sino que es una derivación de ciertas prácticas institucionales que son tal vez más efectivas para la reproducción de conductas, actitudes…” (Ornelas: 1999. p. 50).
Nuestra noción de currículum
De entrada, entendemos por currículum, a reserva de darle algunos retoques al concepto, con sus respectivos matices y acotaciones, al conjunto total de mensajes y experiencias que se intercambian en un proceso educativo dado, entre los actores o protagonistas del mismo (alumnos, profesores, integrantes en general de una comunidad educativa concreta). Desde luego, estoy entendiendo el proceso educativo eminentemente como un proceso de comunicación entre personas, entre quienes se da, deliberadamente, en un complejo entramado de intenciones comunicativas, con el propósito de propiciar comunidad de pensamientos, de sentimientos, de acciones, de valoraciones morales, sociales, políticas y culturales. En la medida en que se logran estos propósitos es que podemos presumir que pertenecemos a una determinada comunidad educativa.
Es necesario hacer otra aclaración. Suele hablarse de currículum desde los niveles más generales a los más específicos. Se aplica desde al Sistema Educativo Nacional en su conjunto, hasta la clase, curso, taller o seminario que imparte un profesor a un grupo de alumnos, pasando por subsistemas educativos; universidades, institutos o escuelas en general de cualquier nivel y cualesquiera de las carreras o programas educativos existentes.
La noción esbozada antes aplica para cualquiera de estos niveles; sin embargo, concretamente, de aquí en adelante, al usar el término currículum lo haremos en un sentido institucional y en sentido personal. En el primer sentido estaremos aludiendo al nivel de una carrera o programa educativo de cualquier institución educativa y me referiré al proceso educativo, singular y único, que vive una generación de alumnos dada, conjuntamente con sus profesores y demás integrantes de su comunidad educativa a lo largo de su formación escolar. Después cada miembro de esa generación o de cualquier otra, al realizar otros estudios, se seguirá formando, (aquí aparece el currículum en el sentido personal) y, seguramente, estará viviendo otras historias curriculares, tan singulares y únicas como la que vivió antes; pero, en última instancia, estará integrando un episodio más a los anteriores en que ha participado como protagonista, esto es, cada quien, en su proceso formativo construye un currículum propio, en interacción con quienes va compartiendo y departiendo su vida educativa.
Ahora bien, esta vida educativa, esta historia curricular, se organiza y planea dentro de un marco de condiciones que trascienden esa planeación y que se combinan con todo tipo de circunstancias que, a la postre, dan por resultado la clase de currículum que intento describir. Estos dos elementos: lo planeado y lo que trasciende lo planeado dan lugar a que partamos el currículum en dos secciones: lo explícito, abiertamente manifiesto, y lo implícito, no manifiesto. Lo explícito es lo que está institucionalmente indicado o determinado. En educación media superior y superior existe mayor flexibilidad, por aquello de la libertad de cátedra. Se compone de los planes y programas de estudio que, al menos en las instituciones bien organizadas, documentalmente se entregan a profesores y alumnos, como guía para su trabajo académico cotidiano; en muchos casos se pide a los propios profesores que elaboren los programas de sus respectivas materias. También se compone de los principios teórico-metodológicos e ideológicos, sustentados por la institución y por cada uno de los participantes en el proceso educativo, expresados en la visión, misión, normatividad, valores y demás documentos que se difunden abiertamente, los cuales corresponden a la identidad institucional y son una especie de código de lo que es correcto dentro de esa comunidad educativa; lo explícito es, además, todo lo que, sin estar expresado en documentos, realizan los diversos actores de manera abierta y con la aprobación de la comunidad, por estar en consonancia con la institución, esto último forma parte de lo que algunos llaman currículum oculto, en tanto que no está en documentos. Lo implícito es lo que ocurre en el proceso educativo al margen de lo declarado oficial y abiertamente por la institución, y que por lo mismo no está explícito en ninguna parte; es aquello que se desea que ocurra por ser afín a los principios de la organización, pero veladamente, porque no conviene que se sepa que no hay apego a políticas externas, por provenir de un sistema más amplio al que se le debe respeto, por ejemplo, una escuela de tipo confesional que en la práctica sigue fielmente las normas de su doctrina religiosa, más que las que emanan del Gobierno vía Sistema Educativo Nacional. Lo implícito o no manifiesto abiertamente es lo que se pudiera considerar como el complemento del currículum oculto, excluyendo la parte de éste ya mencionada en el currículum explícito.
En el esfuerzo de deslinde que estamos haciendo creemos que puede servir la distinción que se hace entre “currículum prescrito” y “currículum real o vivido” ; el primero se identifica con el currículum explícito e institucional y el segundo contiene elementos explícitos, implícitos o no manifiestos, ocultos y de carácter personal, ya que se refiere a lo que realmente ocurre, a la historia auténtica que construyen mediante su interacción los actores concretos del proceso educativo, en un tiempo y espacio determinados.
Los métodos, las estrategias didáctico-pedagógicas, los recursos teóricos-prácticos disponibles para viabilizar y producir los efectos esperados en los mensajes educativos, para concretar en los sujetos los cambios y desarrollos deseados.
Las estrategias de enseñanza y aprendizaje son medulares para cumplir con los principios de la pedagogía actual. El formar personas críticas, con criterios propios e independientes, participativas, que aprendan por cuenta propia, que aprendan a aprender, hábiles para discernir y reflexionar, que sean creativas e innovadoras, requiere de procesos educativos centrados en el aprendizaje y en el alumno. Aún tenemos muchos resabios de la pedagogía tradicional, centrada en la enseñanza y en el profesor, que forma personas a las que se les dificultan las habilidades intelectuales antes mencionadas.
Un ejemplo muy representativo de lo determinante que resultan los métodos en la actividad educativa es el caso de la lectura. Algunos métodos enseñan a leer mecánicamente símbolos y sonidos; otros enseñan de manera dinámica a leer conceptos e ideas y facilitan la comprensión, el análisis y el juicio crítico. De modo que los alumnos que aprenden con los primeros se les hace difícil y tortuoso el estudio y la investigación propia, en consecuencia, son estudiantes mediocres y de bajo rendimiento; los que aprenden con los segundos comprenden los textos con más facilidad, procesan más rápidamente la información, y el estudio y la investigación les resultan tareas gratas e interesantes y, en consecuencia, son estudiantes exitosos y de alto rendimiento.
Los principales indicadores de nuestro sistema educativo (aprovechamiento, reprobación, deserción y eficiencia Terminal) hasta hace poco se asociaban más a factores socioeconómicos que a factores académicos. Ahora, con los amplios programas de becas, se ha atenuado lo económico como causa de las deficiencias en esos renglones; los altos índices de reprobación y deserción, y los bajos resultados en aprovechamiento y eficiencia terminal, se atribuyen más, oficialmente, a problemas de orden académico escolar: el nivel educativo inmediato superior recibe egresados del inmediato anterior con grandes deficiencias, por ejemplo: alumnos que llegan a la secundaria sin dominar la lectoescritura ni las operaciones aritméticas básicas; y esto se va agravando conforme van accediendo a niveles superiores, si es que no desertan antes por estos motivos. Reconociendo que todo esto es multifactorial nuestra hipótesis al respecto es que los defectos metodológicos hacen que el alumno obtenga pobres resultados en sus tareas escolares, lo cual influye significativamente en el fracaso escolar.
Los fines, hacia dónde, finalmente, debe apuntar la educación. De entrada, como ya lo expresé antes, pienso que la educación debe de ser un proceso humanizador, que la educación cumple con su misión en la medida en que contribuye a humanizar a las personas y a la sociedad en su conjunto, en el sentido de que imperen los ejemplos edificantes de humanidad y no su contrapartida.
Estas dimensiones de lo educativo forman un amplio y complejo ámbito de reflexión y análisis que sólo puede ser acometido multidisciplinaria y transdisciplinariamente. Las ciencias de la educación en este sentido constituyen un espacio abierto a la reflexión, en el que concurren los más diversos ejes y perspectivas de análisis.
Los dos grandes enfoques educativos:
En el inventario de concepciones educativas occidentales encontramos dos grandes grupos:
Las que se centran en lo “adquirido” y las que se centran en lo “innato”. Las que intentan formar a las personas conforme a un modelo predeterminado de individuo y sociedad que corresponda a los intereses de quienes ejercen el poder, con la expresa pretensión de que contribuyan al progreso colectivo, y las que intentan formar a las personas a partir de su potencial genético, tratando de que desarrollen al máximo sus facultades con la pretensión de que en ello encuentren su realización personal y social, como lo sostiene Platón en su República. Una acentúa la adaptación al orden establecido y la otra el desarrollo de la persona. Las dos opciones son presentadas como alternativas excluyentes. Hasta ahora ha predominado la primera. Ésta, es tildada por sus detractores como conservadora, y la otra, desde el statu quo, se etiqueta como subversiva. Como se ve esta es una más de las disyunciones que debemos eliminar, ambas incurren en un reduccionismo inaceptable.
El reto está en conjugar la libertad de los sujetos con el orden que éstos hayan estipulado. El orden debe emanar, democráticamente, de las personas, mientras esto no sea así, la situación seguirá igual o peor. Por eso es crucial una educación que humanice, todo lo demás vendrá por añadidura.