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Revista Tamma Dalama: UNA REFLEXIÓN SOBRE LA NATURALEZA DEL FENÓMENO EDUCATIVO: CRISIS EN LA EDUCACIÓN O EDUCACIÓN PARA LA CRISIS de Ignacio Gallardo Ballacey

Escrito por Tamma Dalama, Universidad Mundial. en Lunes, 25 Junio 2018. Publicado en Catedráticos de la Universidad Mundial, Revista Tamma dalama, Revista Universitaria Tamma Dalama, Tamma dalama, Tamma dalama, Universidad Mundial, Universidad Mundial, Universidad Mundial BCS, Universidades en BCS

Ignacio Gallardo Ballacey*

 *Nacionalidad chilena; licenciatura Universidad Católica de Valparaíso, Chile; Maestría State University of New York, Usa, Doctorado Stanford University, Actualmente Rector de la Universidad Mundial, La Paz, México.

 Ponencia presentada en el XIV Simposiu Mundial de Liderazgo en Santiago de Chile.

RESUMEN

La idea central de estas reflexiones gira en que repentinamente los hombres de nuestro tiempo se han visto arrojados a una dinámica para la cual no se han desarrollado esquemas de análisis para dar respuesta, por cuanto los “viejos modelos” con los cuales fueron formados se desarrollaron y son útiles para analizar y comprender una realidad que se ha transformado, una realidad que ya no existe que se ha idos bajo su mirada atónita.

PALABRAS CLAVE: Educación, crisis, ser humano.

Este escrito presenta un conjunto preliminar de reflexiones sobre la naturaleza interna del fenómeno educativo, base del crecimiento de la persona y fundamento del desarrollo de la sociedad. En la estructuración de estos pensamientos se ha puesto un especial énfasis en las características que el proceso educativo toma en el conjunto de relaciones que se establecen en el sistema educativo entre educadores-educandos, educandos-sociedad y también entre la sociedad y la escuela. Al mismo tiempo es importante destacar que estos pensamientos son resultado de la experiencia del autor en el contexto educativo de América Latina. En la actualidad, muchos científicos sociales y educadores coinciden en afirmar que los procesos educativos contemporáneos, se encuentran inmersos en una profunda crisis, palabra esta que ha estado muy de moda en los últimos años; la crisis misma ha estado muy de moda en los últimos año, hasta podríamos definirnos como las generaciones de la crisis. Por otra parte la respuesta a esta crisis por parte del estado ha sido muy variada, pero constantemente se relaciona con una interminable y diversas series de reformas educativas de distinta naturaleza y profundidad. (No corresponde en este escrito reflexionar sobre las reformas educativas en el contexto de la región). Esta crisis significa muchas cosas y afecta a la educación, a la sociedad, a la economía, a la cultura, al medio ambiente y sin duda alguna, al hombre en lo más profundo de su ser, en su propia esencia, y es esto justamente lo que la hace más trascendente y digna de una reflexión.

Afecta también a la educación en su propia esencia (no sólo como el sistema formal de la escuela), haciendo que ésta se aleje cada vez más de que lo que por naturaleza debería ser: un proceso de diná- mico de comunicación en el cual se intercambian experiencias, intelectuales, cognoscitivas, emocionales y desde luego vitales; en efecto, la educación debería ser en principios un proceso dinámico mediante el cual una generación la “mayor” la de los maestros, presenta para una reflexión crítica conjunta, a otra generación, la “menor” la de los alumnos, su visión del mundo y, al mismo tiempo, comparte con ella, sin imponer, una reflexión sobre su forma de comprender la realidad para el logro de un desarrollo integral del sujeto. La educación en este contexto se entiende como un proceso al interior del sujeto que hace a la persona conocerse mejor, para desarrollarse en forma integral y ser así más persona más integrado.

Algunas personas de hoy, somos, supuestamente, anteriores a la crisis y las repercusiones, negativas y positivas, que en ellas se dan en los hombres y en la sociedad actual. En efecto, cuando los adultos de hoy (jóvenes de ayer) miramos hacia el pasado, hacia nuestra juventud, recordamos que el futuro nos deparaba el cambio, la renovación, la revolución, el nuevo orden, el progreso. Toda esta transformación que esperábamos pare el mañana significaba una tecnología promisoria y brillante, mayor justicia social, más igualdad, mayor solidaridad, esperábamos construir una sociedad en la que nadie tuviese que sufrir para que otros fuesen felices, era la época del idealismo y la esperanza; en aquella época nuestro futuro siempre nos ofrecía algo mejor y más bello que el pasado y el presente y el futuro nos prometía la posibilidad de una mayor felicidad con lucha, con esfuerzo, con trabajo arduo, pero con esperanza. Sin embargo hoy las cosas no son así, en el mundo de hoy, la perspectiva optimista del pasado ha cambiado, nos alcanzó la crisis y en medio de esta crisis, la afirmación del poeta “como a nuestro parecer cualquier tiempo pasado fue mejor”, (Jorge Manríquez) es más que nunca antes en la historia de la humanidad una gran verdad.

Para los jóvenes del mundo actual, las cosas son distintas. A ellos el futuro sólo les ofrece el mercado deshumanizado, el consumo esclavizante, la competencia cruel, la despersonalización en las relaciones sociales, la globalización económica, la destrucción del planeta, la contaminación, el cambio climático, la violencia, la impunidad, la simulación, la mentira, “… ya todo es igual, ya nada es mejor, da lo mismo un burro que un gran profesor” (Cantaba Gardel en Cambalache de Enrique Santos Discépolo; Tango Cambalache, 1934).

Esta crisis tiene también consecuencias muy profundas en el proceso de formación de las nuevas generaciones. Es resultado a la vez que ha significado de una ruptura entre diferentes paradigmas, es el enfrentamiento entre modelos y visiones del mundo generados en el pasado para vivir en un mundo que se transforma y cambia a una velocidad vertiginosa. Vivimos un desgarramiento que muestra el fin de una etapa, estamos entrando a un nuevo mundo desconocido aún, pero más real que el aquel que se termina. Mundo que en ocasiones no terminamos de comprender ni sabemos qué cambiar, muchas veces sólo miramos sin comprender hacia dónde vamos, sin esquemas de análisis que nos den un cabal entendimiento del mundo que día a día cambia y se transforma.

Esto pone a los educadores, educandos y al sistema educacional en su totalidad frente a un verdadero desafío que la educación no ha logrado aún manejar en toda su profundidad, ni tampoco generar nuevos paradigmas que puedan explicar el cambio, la transformación las desarticulaciones del enfrentamiento de los nuevos tiempos con el pasado. La crisis se refleja en la práctica, en desajustes al interior de cada sujeto, en desarticulaciones en todo el proceso educativo y en desajustes y contradicciones al interior de toda la sociedad. Esta crisis es también en parte importante el reflejo de una creciente incapacidad para escuchar y entender o más bien querer entender lo que el maestro le quiere comunicar al alumno y lo que el alumno le quiere decir al maestro. Pareciera ser que todos hablan pero que nadie escuchan; todos miran pero no ven, en síntesis pareciera que pocos comprenden lo que verdaderamente está ocurriendo con su propia existencia, es el no saber cómo vivir en una sociedad en acelerado cambio y transformación. Podríamos pensar que estamos viendo pasar la vida y la no podemos tomar en las manos; es vivir la rutina de pasar por el mundo sin dejar huella.

Podríamos pensar que la manifestación mayor de la problemática educativa, es que maestros y alumnos no han podido establecer una verdadera comunicación con sus maestros en la cual sean los hombres y mujeres que componen el sistema quienes se comuniquen integralmente y entiendan lo que unos y otros son y aspiran a ser. Repentinamente los hombres de nuestro tiempo nos hemos visto arrojados a una dinámica para la cual no tenemos esquemas de análisis para dar una respuesta comprensiva y que explique la dinámica del nuevo mundo, por cuanto los “viejos modelos” con los cuales fuimos formados fueron creados para analizar y comprender una realidad que se ha transformado, una realidad que ya no existe que se ha idos bajo nuestra mirada atónita.

La educación contemporánea no ha tenido la capacidad de renovarse a la velocidad que su entorno lo hace, de manera tal que los paradigmas y modelos de análisis de la realidad que caracterizan a la escuela actual han sido superados y ésta a su vez, no ha podido generar esquemas nuevos, esta es en parte muy importante una de las causas de los desajustes escuela-sociedad y a la vez una clave para entender la crisis. Llegamos entonces a la convicción de que la verdadera crisis, la de fondo, está en que aún no podemos comprender dónde está la crisis y cuál es su real significado, y en que buscamos los caminos de comprensión fuera de nosotros mismos con esquemas y modelos que ya no explican lo que verdaderamente ocurre en nuestro mundo. Es entonces cada vez más evidente que la propia realidad ha superado nuestra capacidad de comprender el mundo y lo que es más grave de imaginar una alternativa de salida, de definir los caminos que nos podrían ayudar en la búsqueda de soluciones realistas y sobre todo humanistas.

Por otra parte, es paradójico ver como en la actualidad se produce una enorme cantidad de información, sin duda alguna más numerosa que nunca antes en la historia de la humanidad; en efecto, diariamente aparecen millones y millones de páginas escritas, miles de mensajes emitidos por distintos medios, periódicos, revistas, radio, televisión, internet; sin embargo, son pocos los que verdaderamente los reciben, y quizá menos los que quieren recibirlos, comprenderlos y analizarlos.

El acelerado desarrollo tecnológico ha impactado muy fuertemente a la sociedad contemporánea; dicho impacto ha tenido entre muchos otros efectos el de reducir en forma significativa la posibilidad para que el hombre moderno pueda y quiera aprender a escuchar, pueda, quiera y trate de entender el pensamiento de los otros; la verdadera crisis, la de fondo es que hemos comenzado a perder la voluntad de dialogar, la voluntad de escuchar, la voluntad de comunicarnos, la voluntad de entender, la voluntad de tener voluntad para salir de nosotros mismos, de nuestro propio yo y mirar el mundo, a los otros tratando de comprenderlos.

Los sistemas educativos, (tanto a nivel micro como macro) se encuentran inmersos en la lucha por dominar e imponer los puntos de vista de una generación “la mayor”, la de los maestros, la de los due- ños del conocimiento, sobre la otra generación, “la menor” la de los alumnos, a los que se quiere limitar sólo a aprender tal o cual conocimiento, manejar información, obligando en éste proceso a los educandos, a las otras conciencias, a las generaciones del mañana, a aceptar en forma dogmática e irreflexiva una manera de percepción de la realidad que les es en muchas oportunidades no sólo ajena y desconocida sino también inútil y distante y por tanto incomprensible. Es así como se profundiza la crisis. La mayor parte de los conocimientos transmitidos por la escuela en todos sus niveles, son el resultado, en muchos casos, de experiencias válidas para quienes las experimentaron y desarrollaron, pero quienes las transmiten vivían en otros tiempos, por lo tanto esas son experiencias válidas pero para otro mundo, el de ayer; sin duda dichas experiencias no son necesariamente aplicables al contexto del aquí y el ahora en el cuál se intentan reproducir, es así como se alimenta la crisis crece y se desarrolla, se integra en la vida misma de casa sujeto y se hace casi natural, por eso son muchos los que no la ven, aunque afecte sus vidas.

En efecto, los seres humanos, hombres y mujeres concretos, de carne y hueso, son seres contextualizados y ubicados en una realidad que los determina y a la cual ellos a su vez pueden y deben determinar; pero ésta realidad, es dinámica, tiene vida, cambia, se transforma y modifica, progresa y para entenderla es necesario estar también en permanente cambio, transformación y movimiento es decir vivos y sobre todo conscientes de su propia vida y de su propia realidad. El mañana de los jóvenes de hoy no es, ni podrá ser jamás la construcción del ayer de los viejos de hoy; de la misma manera que quienes enseñamos hoy a los jóvenes, quisimos ayer construir nuestro propio mundo, nuestro propio futuro, nuestra propia realidad, quienes aprenden hoy lo quieren construir ellos mismos para el mañana. Ayer nosotros buscábamos cambios, hoy quienes heredarán nuestro mundo mañana también lo quieren y lo deben buscar en su propio mundo, cuando la escuela les cierra la puerta, nace y se fortalece la crisis.

Pareciera ser que son ya muy pocos quienes motivan al joven a buscar y expresar su propia verdad, resultado de una experiencia personal e intencional en el mundo, experiencia propia, que es tan vá- lida como lo fue en su tiempo la nuestra; son menos aún quienes escuchan con apertura, responden con respeto y comprenden que la libertad la construye con esfuerzo y dolor cada generación día a día, realizando actos libres y tomando decisiones propias. Es también claro que ésta construcción no necesita modelos ni esquemas desarrollados en otra época y con otras experiencias y para otras realidades; la libertad sólo se conquista amándola, buscándola, luchando por ella. Existe una concepción sobre el fenómeno educativo que, tomando como base la filosofía para la libertad, único fundamento posible del humanismo, busca alternativas que le permitan al sujeto que se educa crear las condiciones para que en el desarrollo de su proceso educativo no se pierda la capacidad de dialogar, disentir, criticar, crear modelos propios de análisis fuente del verdadero aprendizaje y base del entendimiento entre los seres humanos.

Existe en esta línea de pensamiento la idea de que cuando se pierde la capacidad, de dialogar, ya no se puede escuchar, y cuando se pierde la capacidad de escuchar, se cancela la posibilidad de aprender, y cuando ya no se aprende, no se puede enseñar y cuando no se enseña, ya no existe la posibilidad de crecer como persona y de lograr el desarrollo libre de la sociedad y cuando se cancela la posibilidad de crecer como persona, la vida misma pierde su sentido. Congruentes con lo anterior, la educación para que permita la búsqueda de caminos alternativos frente a la crisis, debe ser un proceso en sí mismo dialéctico, dinámico, activo centrado en la persona, en sus verdaderas necesidades; un proceso que signifique la posibilidad de poner al sujeto, a las mujeres y los hombres que viven el proceso, en un camino de crecimiento y desarrollo integral, independientemente del papel que a éste le toque jugar en dicho proceso. En la verdadera educación no hay educadores ni educandos hay sólo personas con voluntad de aprender crecer y desarrollarse.

La educación, si fuese necesario definirla, se diría que es diálogo, pero el diálogo crítico; esto es, intercambio de experiencias del ser y estar en el mundo. Si la educación no es diálogo, simplemente no es educación. Por otra parte, si a la educación se la define como diálogo crítico, resulta necesario preguntarse ¿qué es el diálogo?; y diálogo, es antes que nada la capacidad de abrirse al pensamiento expresado por el otro; es la capacidad de entender, o más bien de querer entender el mensaje del otro. Esto requiere el desarrollo de otra capacidad, la que implica el uso de la imaginación necesaria para convertir en realidad al interior de la conciencia que escucha (sujeto de la educación), lo que el otro está diciendo (educador). El diálogo pide por parte del que recibe una información, el esfuerzo de voluntad por situarse en el mundo del que la envía. Es un enfrentamiento fructífero y de apertura entre dos conciencias que se reconocen como independientes pero que se quieren entender incluso en la diferencia.

El objetivo final es entender al otro y hacerse entender a si mismo, de tal forma que, cada sujeto, cada persona, cada conciencia comprenda integralmente el mensaje que recibe y sea, en este proceso entendido y comprendido. Entender los contenidos de un mensaje en forma integral significa hacer parte de sí mismo el yo de la otra conciencia, la visión del mundo del otro, el que envía el mensaje y con ello sus experiencias. Téngase presente que entender de ninguna manera significa aceptar, aprobar ni mucho menos compartir; pero por otra parte, es evidente que para discrepar es necesario previamente comprender; es justamente en la discrepancia, en la crítica en donde cada sujeto afirma su individualidad y se convierte en conciencia plena.

El dialogar es un ofrecer ideas, paradigmas y modelos, pero es también el querer recibir las ideas del otro con la misma voluntad con que se ofrecen las propias; el yo que da recibe con la misma voluntad el mensaje del tú. Dialogar es saber abrirse al pensamiento y a la reflexión del otro, es no el imponer la verdad de una conciencia sobre la otra, pues nadie por más sabio que sea es dueño de la verdad. La educación para la libertad, la educación para comprender la crisis y buscar los caminos para la superación, debe ser a su vez en si misma crítica. En efecto, ninguna verdad es demasiado buena como para ser impuesta como la única válida.

Verdad es luchar diariamente con el mundo para conquistarlo, la lucha no es el conocimiento en sí mismo, pero es el camino. La verdad es confrontar la realidad con una conciencia colectiva; buscar la verdad es la base de todo proceso educativo auténticamente liberador y que puede abrir caminos para vivir en la crisis y superarla. La educación para la libertad, significa respeto y apertura para saber escuchar a las otras conciencias, significa mirar al mundo con voluntad de comprenderlo. En este proceso dialéctico por naturaleza destacan tres principios fundamentales:

  • El primero es el convencimiento profundo del educador de que los estudiantes son libres y que pueden llegar a ser seres humanos íntegros buscando el crecimiento y desarrollo en su propio ser, en su propia conciencia, en sus propias potencialidades y en el uso pleno de su libertad.
  • El segundo, en la creencia de que el maestro es también un ser libre e igualmente inacabado e inconcluso y que es justamente en el crecimiento y desarrollo de sus propias capacidades como él puede también llegar a ser más conciencia plena más libre y por ello mejor educador.
  • La tercera es la creencia de que nadie es tan perfecto como para no estar permanentemente educándose, creciendo, desarrollándose compartiendo y dialogando; es el pleno convencimiento de que en la educación todos aprenden de todos, y de que el mundo está en permanente cambio y transformación y que por ello la educación debe ser un factor determinante de dicho cambio, para entenderlo y de alguna manera, para encausarlo.

La imagen de la propia conciencia del yo que educa (el maestros), y la imagen de la conciencia del otro yo el educado (el alumno), no son sólo problemas de orden académico, sino son fundamental y profundamente problemas del orden humano. De acuerdo con esta concepción, la educación es un proceso de crecimiento personal y social (una historia de cada conciencia), cuyo objetivo final es desarrollar en el interior del sujeto, de cada individuo, la capacidad para mirar al mundo y a su propia realidad sin pre-juicios con el objetivo de comprenderlo. La educación es la posibilidad de definir los objetivos de formación personal en términos de las necesidades y creencias individuales, las que son socialmente aprendidas y responsablemente compartidas y que necesariamente se dan en una realidad concreta, en un aquí y ahora que determina qué es y cómo es lo que debe ser aprendido.

La educación así entendida desarrolla modelos e imágenes para la comprensión del hombre y la sociedad, las que provienen del estudio de los seres humanos mismos y de sus formas de pensamiento e interacción en el mundo. Las fuentes de estas imágenes incluyen no sólo acciones, sino también y quizá principalmente reflexiones críticas, las que deben ser compartidas, analizadas y socialmente discutidas. De esta forma, la educación para la libertad y la participación, la educación para la crisis, pretende responder a la pregunta de quiénes somos, de tal forma que, en este permanente preguntar y responder, cada uno pueda reconocer al otro y reconocerse a sí mismo, como parte integrante e integradora de la realidad en la cual se expresa socialmente su propia existencia.

La educación es pues una especie de historia al interior mismo de cada individuo que, le ayuda a conocerse mejor, para desarrollarse mejor para acabarse mejor. La educación es ayudar a la conciencia del otro a desarrollarse a integrarse, a llegar a ser, a crecer como conciencia plena, esto es, libre y dueña de su propio destino. En el mundo actual podemos observar cada vez con mayor claridad que la sociedad ha puesto y cada vez pondrá más requisitos y exigencias de niveles educativos para dar un empleo, muchas credenciales de distinto tipo, no todas necesarias, educación permanente, disponibilidad para desempeñarse en diversidad de tareas y además, los jóvenes de hoy, serán constante y sistemáticamente sometidos a todo tipo de pruebas y evaluaciones, de las que dependerán sus entradas económicas, la seguridad de su empleo y en parte también de su propia felicidad.

Es pues un imperativo que en la formación de los futuros profesionales, las instituciones educativas tomen en consideración esta realidad y modifique los procesos y estructuras educativas para dotar a los jóvenes de la visión necesaria para poder competir en este nuevo mundo tan dinámico y cambiante ¿Frente a esto qué dice la escuela, está tomando las medidas necesarias para dotar a los jóvenes con pensamiento crítico y espíritu emprendedor, está pensando en el futuro con la visión que los nuevos tiempos demanda, está flexibilizando sus procesos para responder a estas nuevas exigencias? A los jóvenes de hoy les espera la sociedad de la competencia deshumanizada y no siempre leal, pero más aún de una competencia sin fronteras, sin límites, sin humanismo, sin piedad y en muchos casos, probablemente sin moral, la sociedad que busca antes que nada el lucro, y la acumulación de bienes materiales, el poder como condición de sobrevivencia. ¿Frente a esto qué dice la escuela, cuáles son sus propuestas, cuáles sus alternativas, ha integrado una reflexión de esta naturaleza en su planeación académica?

Los jóvenes de hoy, entrarán mañana vigorosamente a una sociedad de gran demanda de habilidades y destrezas, vivirán en un medio lleno de apremios e inestabilidades, vivirán en la era de una ciencia y tecnología que se modifica y transforma en tiempos exageradamente cortos, de manera que aquello que aprendan en los primeros años de su formación profesional será ya obsoleto antes de que terminen su carrera, vivirán en una sociedad que ha definido como objetivo ideal la competición y el individualismo desenfrenado y en el cual el principal juez será el mercado. ¿Están las Instituciones de Educación Superior preparándolos para ello?, ¿Están los futuros profesionales preparados y preparándose para ello?, ¿Frente a esto qué dice la escuela? Los jóvenes entrarán a un mercado laboral frente al cual deberán tener capacidades de autoevaluación, autocorrección, auto-orientación y autocrítica sobre la marcha de problemas nuevos, tecnificados, computarizados, informatizados y en un idioma que probablemente no será el de su lengua materna. ¿Frente a esto qué dice la escuela?

Deberán desarrollar mucha sensibilidad, creatividad e inventiva; se les pedirá una gran capacidad para el trabajo en equipo, les corresponderá interactuar en grupos polivalentes y multiculturales; tendrán que ser resistentes al estrés y a las angustias y sobre todo, deberán tener una gran capacidad de manejar información actualizada sobre la situación económica política y social de México y el mundo, vivirán los tiempos de la crisis, el cambio y la transformación. Nuevamente ¿Están las Instituciones de Educación Superior preparándolos para ello? ¿Están ellos mismos preparados o preparándose para ello?, ¿Frente a esto qué dice la escuela?

Es pues claro que la paz y estabilidad profesional que los adultos de hoy gozamos hace algunas décadas se ha terminado es ya parte de la historia, para algunos la prehistoria. ¿Han cambiado las Instituciones de Educación Superior al mismo ritmo que los tiempos?, ¿se ha modificado la educación superior para apoyar a los jóvenes para sobrevivir a las demandas de los nuevos tiempos?

Para alcanzar un nivel de calidad en la educación nacional se requiere que la sociedad y sus instituciones sean mejores, ya que el fracaso y la crisis del sistema educativo existe como consecuencia y reflejo de un fracaso mayor: el de la educación que todos creamos, desarrollamos, recibimos e impartimos, en el sistema de interacciones sociales, en las calles, los barrios, en los mercados etc. En una educación racional pensada en y para la crisis, se trata no sólo de que los jóvenes puedan ingresar a las escuelas, sino y quizá más importante que permanezcan ahí y aprovechen al máximo su estancia y, al mismo tiempo de que la escuela misma se transforme para ser la escuela de los nuevos tiempos y que de alguna manera pueda orientar los cambios para que no se pierda la dimensión de lo humano. ¿Está la escuela entregando el tipo de educación que los nuevos tiempos demanda?

El fracaso escolar, la verdadera crisis educativa, la profunda desarticulación del sistema educativo que hoy estamos observando, no hay que buscarla en los estudiantes, ni en los maestros ni tampoco en la pura escuela, ella está en la organización social en el concepto y en la práctica educativa que ha tecnificado este quehacer sin pensar en la dignidad e identidad de los propios jóvenes y en su irrenunciable derecho a construir sus propios caminos. Frente a éste problema, la educación requiere modernizarse pero también es necesario crear una nueva conciencia en los profesores, se requieren nuevas formas de organización académica y nuevos apoyos didácticos, pero fundamentalmente es necesario desarrollar nuevos modelos y teorías educativas, nuevas formas de pensamiento que tengan la capacidad visionaria de mirar el futuro con la posibilidad de dar respuestas racionales a las demandas cada vez más fuertes de una cambiantes realidad, de un mundo que se hace desconocido y crece bajo nuestra mirada atónita.

La nueva educación debe utilizar y aprovechar el universo de medios y energías que la sociedad ha generado, debe buscar que la información circule a mayor velocidad con instrumentos más eficaces y precisos para que llegue a todos los sectores de la sociedad, pero teniendo siempre presente que las máquinas del futuro jamás podrán sustituir la conciencia de los hombres, que la tecnología no podrá jamás reemplazar el juicio del hombre y que la información por más ordenada y actualizada que esté y por más rápido que circule no tiene voluntad para pensar en un futuro mejor. Esta nueva educación en y para la crisis sólo surge de la discusión entre los seres humanos, entre profesores y estudiantes, entre los profesionales que se encuentran hoy en los diversos sectores productivos, entre los hombre que buscan o quieren un futuro mejor, entre los hombres que saben luchar por sus derechos y mirar al futuro con optimismo.

No debemos olvidar que los jóvenes sin educación, los que han quedado al margen de la escuela, representan un pasivo creciente, nuestra mayor deuda interna y ninguna sociedad puede cometer la suprema injusticia de despojar de futuro a una parte de sí misma, dejando a una generación sin educación o con una educación deficiente o inadecuada u obsoleta. Es cada vez más claro que es en los jóvenes donde se encierra la oportunidad de pagarle a la sociedad lo que los adultos les debemos, es en los propios jóvenes donde se encierra la posibilidad de construir una sociedad con valores humanos, en la que los jóvenes puedan mirar el futuro con optimismo y con seguridad puedan reconquistar el mundo y tomar el futuro en sus manos.

Vivimos en un mundo que ha sido previamente clasificado y estructurado para nosotros por aquellos que entraron en el antes. Por ello, para aprender a escuchar y de esta forma educarnos verdaderamente, debemos aprender a desprendernos de todos los prejuicios y preconcepciones a las que hemos sido sometidos en nuestro desarrollo, las cuales siempre categorizan y clasifican al mundo, y con él a nosotros mismos, impidiéndonos sistemáticamente la crítica y la creatividad y con ello una auténtica búsqueda de estructuras, categorías y paradigmas propios.

Educar para la libertad, educar para la crisis, educar para los nuevos tiempos es sacar las vendas de los ojos al educando para que éste pueda llegar a ver el mundo sin prejuicios, con libertad con esperanza con visión humanista, pero teniendo cuidado en este proceso, de no cambiar las vendas viejas por nuevas, prejuicios viejos por nuevos. La educación es también en parte, el desarrollo de la capacidad de imaginarnos la realidad, lo que está ocurriendo en nuestro contorno, y esta habilidad está en función de toda nuestra conciencia. En efecto, no podemos escuchar con toda nuestra conciencia, con toda nuestra voluntad, si hay parte de nuestro ser que no es parte de nuestra conciencia si hay parte de nuestro ser que se opone a mirar desprejuiciada mente.

Si a un individuo no se le educa para representarse la realidad con objetividad con criticidad, para mirar al futuro con toda su conciencia, con todo su ser, con el uso pleno de su libertad, entonces sus representaciones del mundo, de lo real, serán necesariamente parciales y por ende falsas. La educación para la libertad y la crisis es diálogo y el verdadero diálogo, requiere el poner en juego toda la capacidad de imaginación del sujeto, con el objeto de poder representar en su interior la realidad que la otra conciencia le comunica.

El aprender y comprender lo que se nos comunica, significa también compartir con la conciencia del otro su propia experiencia, si esto no ocurre, sólo recibimos palabras sin significado y carentes de intencionalidad, son palabras que no educan, y por lo tanto palabras que no liberan. La educación es pues, el aprender el lenguaje del mundo, de la sociedad, de las otras personas, es aprender las categorías con que cada sujeto se representa la realidad.

Finalmente, se puede decir que la búsqueda de la verdadera educación, la educación para la libertad, la que nos permitirá entender la verdadera crisis y quizá superarla, implica la búsqueda del pensamiento de los hombres, pensamiento que se encuentra solamente en medio de los hombres libres. Ya nadie puede pensar en lugar de los otros y nadie puede pensar en lugar de todos los hombres.

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