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Revista Tamma Dalama: BASES TEÓRICAS PARA EL DESARROLLO DE UNA ESTRATEGIA EDUCATIVA PARA LA EDUCACIÓN SUPERIOR Por: Ignacio Gallardo Ballacey, Victor Ramírez Beltrán

Escrito por Tamma Dalama, Universidad Mundial. en Lunes, 09 Abril 2018. Publicado en Revista Tamma dalama, Revista Universitaria Tamma Dalama, Tamma dalama, Tamma dalama, Universidad Mundial, Universidad Mundial, Universidad Mundial BCS, Universidades en BCS

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Ignacio Gallardo Ballacey

Nacionalidad chilena; licenciatura Universidad Católica de Valparaíso, Chile; Maestría State University of New York, Usa, Doctorado Stanford University, Actualmente Rector de la Universidad Mundial, La Paz, México.

  

Victor Ramírez Beltrán

 Dr. Ciencias de la Educación de la Universidad Autónoma del Estado de Hidalgo. Profesor Universitario sobre materias de la Filofía de la Educación, Lógic a, Etimología, y Metodología de la Investigación. Profesor de Posgrado de la Universidad Mundial

 

RESÚMEN

Este documento se ha desarrollado en términos de una serie de ideas básicas, las cuales se piensan como soporte o estructura teórica para el planteamiento de un pensamiento normativo para la planeación y desarrollo de estrategias que faciliten la elaboración de un programa normativo para la Educación Superior. Su principal objetivo es hacer una invitación para una reflexión seria y profunda sobre el fenómeno educativo y poder así estructurar un programa de acción futura.

 

Primer principio orientador: Desarrollo de una concepción humanista de la educación.

El punto de partida, la piedra angular de este primer principio es que el humanismo debe ser entendido y asumido como imperativo moral ineludible en el desarrollo normativo de toda planeación educativa. Una educación humanista deber ser el principio orientador, que no sólo haga posible, sino más bien genere un esfuerzo hacia la construcción de un nuevo sistema de valores centrado en lo propiamente humano, en los intereses y necesidades de los hombres y mujeres que conforman nuestra sociedad y que posibilite una nueva ciencia, una nueva tecnología una nueva educación que se plasme en un nuevo orden político y que genere nuevas acciones centradas fundamentalmente en la dignidad del ser humano. Una concepción humanista de la educación, significa incluir en todos los programas académicos una orientación hacia los problemas del hombre y la sociedad, de tal forma que se entienda que la formación de la persona es lo central.

Se trata de que las Instituciones de educación superior se pongan a la tarea de recoger y rescatar las raíces culturales e históricas de nuestro pueblo, a las que la globalización surgida de los centros de poder asfixian al ir imponiendo su visión unilateral de la realidad y en no pocas oportunidades indicando lo que es bueno, como único modelo.

En suma, se puede sintetizar este primer principio de la siguiente forma: 

-Ubicación del ser humano como valor y preocupa-ción central de toda acción educativa;

-Respeto irrestricto a la igualdad en dignidad de to-dos los seres humanos;

-Reconocimiento también irrestricto de la diversidad personal y cultural;

-Respeto irrestricto a la libertad de ideas y creencias, y la posibilidad de participar y ser escuchado con apertura. 

Las Instituciones de Educación Superior nacen, crecen y se desarrollan para preparar hombres y mu-jeres con una alta formación humana y con un profundo conocimiento de las distintas áreas del saber, para poder enfrentar así, con creatividad y eficiencia, los desafíos de transformación que las nuevas y cambiantes prácticas profesionales exigen, y dar satisfacción a las necesidades regionales y nacionales; profesionales capaces de responder a las nuevas demandas del proceso de globalización, por cuanto ésta está afectando ya profundamente nuestras vidas y el propio desarrollo de la sociedad.

Las Instituciones de Educación Superior deben desarrollar una plena conciencia de que vivimos una época de acelerada transformación que desafía a las dinámicas tradicionales de vida, época que requiere cada vez más del desarrollo de diferentes estrategias de convivencia social. Todo ello se refleja en la nece-sidad de que en los centros de educación superior se desarrollen en forma imaginativa y crítica, el conjun-to de habilidades y destrezas que los profesionales deben adquirir para enfrentar las nuevas demandas del presente y del futuro.

 

Segundo principio orientador: La educación superior contemporánea debe mover al aprendizaje para toda la vida.

Dada la acelerada diversificación y crecimiento que caracteriza a la ciencia contemporánea, los profesio-nales se enfrentan cada vez más a la imposibilidad real de obtener un conocimiento globalizador de la misma. Para manejar este problema la educación superior debe organizar los contenidos de los cursos con una orientación monográfica, guiando el desarrollo del proceso de conocimiento en función de problemas específicos que la realidad presenta, de tal forma que los estudiantes tengan la posibilidad de aprender a aprender y desarrollar una motivación a la vez que una metodología crítica que les ponga en el camino de un aprendizaje para toda la vida. En otras palabras, parece que lo importante no es ya aprender contenidos particulares, sino desarrollar actitudes de conocer.

Dado lo anterior, es cada vez más claro que el currícu-lum debe proveer al estudiante una metodología que le permita seguir aprendiendo, seguir incorporando conocimientos, seguir investigando a lo largo de toda su vida, y aprender a plantear y resolver problemas. El estudiante debe entender con absoluta claridad que la universidad es una oportunidad para aprender a aprender, para obtener herramientas de aprendizaje más que conocimientos estáticos. La profesión no termina con la universidad, es para toda la vida, termina con la vida misma.

Estos ideales se pueden lograr mediante la implemen-tación de una metodología de trabajo educativo tendiente a la formación y desarrollo, en los futuros profesionales, de hábitos de trabajo intenso y creativo, de hábitos de rigurosidad científica y cognoscitiva, con voluntad de buscar permanentemente la excelencia y dedicación a la tarea formativa.

Un profesional formado en un conocimiento crítico, objetivo y actualizado, producto de una investigación científica, educativa y social, y de la utilización de la ciencia y tecnología más desarrollada disponible en el mundo, así como una continua vinculación con el sector productivo que provea de las habilidades, experiencias y destrezas para transformar al educando en un agente de cambio efectivo. Todo proyecto de educación superior se debe fijar como meta el pensar permanen-temente la educación superior del país para que ésta, sin perder su criticidad y naturaleza creativa, pueda ser un apoyo real a las tareas de desarrollo que el país y la región requieren.

Todo lo anterior requiere de una nueva forma de pensar el fenómeno educativo, y planear la formación de un nuevo tipo de profesional con capacidad de convertirse en agente de cambio a través de un profundo conocimiento de las dinámicas organizativas de la sociedad; un profesional con capacidad para comprender, identificar e interpretar adecuadamente la compleja problemática sobre la cual enfocar sus esfuerzos para lograr una racional utilización de recursos comunitarios y operar los cambios que los tiempos demandan, a través de una profunda y continua práctica en los terrenos en los cuales tendrá que ejercer su labor profesional. La escuela se debe desarrollar en, para y con la comunidad.

 

Tercer principio orientador: La educación debe ser congruente con la dinámica de la realidad en la cual se encuentra inmersa.

Las Instituciones de Educación Superior deben incorporar a su currículum el “entorno” de la región en el cual se encuentran inmersas, de manera tal que lo que cotidianamente se vive, sea también objeto de un estudio sistemático, de un análisis crítico integrado al plan de estudio.

Se requiere una formación profunda en el conocimiento de nuestro mundo, de nuestro medio, de sus características y problemas más críticos, con asignaturas tanto humanísticas como científicas y técnicas, con un enfoque interdisciplinar, pues sólo así podrá conocerse cuáles son los componentes de nuestra sociedad, economía y cultura, permitiendo una visión integral de la realidad. En este punto es importante señalar la necesidad de incluir en los nuevos planes de estudio, temas de actualidad y que además estén en permanente transformación y adaptación, planes de estudio dinámicos; sólo de esta forma se logrará captar el interés de los alumnos. Al mismo tiempo se puede integrar a la comunidad en el proceso de planeación y desarrollo de los propios planes de estudio con sus respectivos contenidos.

La sociedad actual enfrenta una serie de desafíos que deben estar presentes en la definición misma de la acción de las universidades, los principales son:

 Una acelerada transformación económica y el desarrollo de nuevas formas de relación entre las naciones, caracterizado por la internacionalización y globalización de los sistemas financieros nacionales y sus consecuencias en los sectores laborales, empresariales y de servicio. La nuestra es una época en que la economía mundial es cada vez más interdependiente, de manera que lo que ocurre en una nación afecta inmediatamente a todas las demás, por ello se requiere formar a las nuevas generaciones en y para que puedan vivir con éxito en un mundo globalizado y en constante cambio.

Una muy drástica transformación de los sistemas políticos, con sus respectivas consecuencias en las variadas formas de renovación de la participación ciudadana en el proceso de toma de decisiones, y los conflictos sociales que emergen de estos esfuerzos democratizadores; el surgimiento de formas pluralistas de ejercer el poder, con la consecuente apertura democrática, y la posibilidad real de convivir en una sociedad más informada, más crítica y más abierta, con nuevas y más efectivas formas de participación de la comunidad, con la consecuente redistribución del poder. Dado lo anterior, las instituciones de educación superior deben reformar sus planes de estudio de manera tal que los jóvenes profesionales se for-men en y para una sociedad abierta y participativa.

Cambios profundos en el sistema de organización so-cial, que han significado una constante superposición de crisis y un permanente desafío a los sistemas tradicionales de planeación y desarrollo de la educación superior. Esto, a su vez, hace emerger una nueva forma de relaciones sociales, en la cual el individuo deberá tomar un papel completamente distinto y, re-querirá cada vez más educación, mayor preparación y una información radicalmente diferente.

En cuanto al conocimiento, vivimos una era de revolución científica y tecnológica que desafía la capacidad e imaginación del hombre moderno para dar respuesta a su propia cotidianidad. Esto arroja a los hombres y mujeres de hoy con violencia a un mundo en constante cambio y transformación, un mundo desconocido e inquietante, un mundo frente al cual, la escuela tradicional ya no puede aportar elementos que le ayuden al nuevo profesional a adaptarse a las demandas de una acelerada transformación del conocimiento. En efecto, hoy más que nunca antes en la historia de la humanidad, la escuela ha sido superada por una realidad en permanente cambio y transformación, el conocimiento se hace obsoleto en períodos muy breves y por ello se requiere que el profesional no sólo esté consciente de esto, sino que además tenga la voluntad y los elementos necesarios para estar en permanente capacitación, perfecciona-miento y crecimiento personal.

Surge así la necesidad de preparar un nuevo profesio-nal, un verdadero líder con capacidad de entender, analizar y predecir los procesos sociales, económicos, tecnológicos, culturales y políticos de su entorno; un líder que sea no sólo un profesional con amplios conocimientos científicos y tecnológicos, sino además visionario, flexible, comprometido, con pasión y con voluntad para humanizar el desarrollo de la ciencia y la tecnología, para que ésta no margine ni esclavice al hombre.

 

Cuarto principio orientador: La educación debe impulsar el diálogo.

Existe una concepción sobre el fenómeno educati-vo que, tomando como base la filosofía humanista; la filosofía para la libertad, busca alternativas que le permitan al sujeto que se educa crear las condiciones para que en el desarrollo del proceso educativo no se pierda la capacidad de dialogar, fuente del verdadero aprendizaje y base del entendimiento entre los seres humanos.

Existe en esta línea de pensamiento la idea de que cuando se pierde la capacidad de dialogar, ya no se puede escuchar, y cuando se pierde la capacidad de escuchar, se cancela la posibilidad de aprender, y cuando ya no se aprende, no se puede enseñar, y cuando no se enseña, ya no existe la posibilidad de crecer como persona y de lograr el desarrollo libre de la sociedad, y cuando se cancela la posibilidad de crecer como persona, la vida misma pierde su sentido.

Al diseñar su estructura curricular, las instituciones de educación superior (IES) deben procurar incluir una metodología de enseñanza-aprendizaje que ase-gure la fluidez del diálogo entre docentes y alumnos; un proceso constante de evaluación de los resultados obtenidos en el desarrollo de las materias, y la reacomodación de métodos y contenidos en razón de esos resultados. En otras palabras, el énfasis educativo no se debe orientar exclusivamente a lo que se enseña, en quién lo enseña y cómo lo enseña, sino muy parti-cularmente en lo que los estudiantes aprenden.

En efecto, ninguna verdad es demasiado buena como para ser impuesta como la única válida. En esta con-cepción educativa la verdad no tiene dueño. Verdad es luchar diariamente con el mundo para conquistarlo, la lucha no es el conocimiento en sí mismo, pero es el camino.

Los sistemas educativos en general y el mexicano en particular, tanto a nivel micro como macro, se encuentran inmersos en la lucha por dominar e imponer los puntos de vista de una generación “la mayor”, la de los dueños del conocimiento, sobre la otra generación, “la menor” la de los alumnos, a los que se quiere limitar sólo a aprender tal o cual conocimiento, a manejar información, obligando en éste proceso a los educandos, a las otras conciencias, a las futuras generaciones, a aceptar en forma acrítica e irreflexiva, una manera de percepción de la realidad que les es en muchas oportunidades no sólo ajena y desconocida sino también inútil y distante y por tanto incomprensible.

La mayor parte de los conocimientos transmitidos por la escuela en todos sus niveles, son el resultado, en muchos casos, de experiencias válidas para quie-nes las experimentaron y desarrollaron, pero ellos vivían en otros tiempos, por lo tanto esas son experiencias válidas pero para otro mundo; sin duda dichas experiencias no son necesariamente aplicables al contexto del aquí y el ahora en el cuál se intentan repetir, es así como nace la crisis, crece y se desarrolla. Esto obliga a las Instituciones de educación su-perior a pensar sus sistemas normativos y docentes a partir de su propia realidad, de su propio medio.

En efecto, la persona es un ser contextualizado y ubicado en una realidad que lo determina y a la cual éste a su vez puede y debe determinar; pero ésta realidad es dinámica, tiene vida, cambia, se transforma y modifica, progresa, regresa y para entenderla es necesario estar también en permanente cambio, transformación y movimiento, es decir vivo. De esta forma las IES, deben estar permanentemente abier-tas a lo que ocurre en su medio e integrarlo a sus sistemas de planeación.

El mañana de los jóvenes de hoy no es, ni podrá ser jamás la construcción del ayer de los viejos de hoy; de la misma manera que quienes enseñamos hoy a los jóvenes, quisimos ayer construir nuestro propio mundo, nuestro propio futuro, quienes aprenden hoy lo quieren construir ellos mismos para el mañana. Ayer nosotros buscábamos cambios, hoy quienes heredarán nuestro mundo mañana también lo quie-ren y lo deben buscar, cuando la escuela les cierra la puerta, nace la crisis.

Pareciera ser que son ya muy pocos quienes motivan al joven a buscar y expresar su propia verdad, resultado de una experiencia personal e intencional en el mundo, experiencia que es tan válida como lo fue en su tiempo la nuestra; son menos aún quienes escuchan con apertura, responden con respeto y com-prenden que la libertad la construye cada generación día a día y que ésta construcción no necesita modelos ni esquemas desarrollados con otras y para otras rea-lidades; la libertad sólo se conquista amándola, bus-cándola, luchando por ella, realizando actos libres.

 

Quinto principio orientador: La educación debe ser dinámica, flexible y estar centra-da en el sujeto.

Las Instituciones de Educación Superior tienen la responsabilidad de organizar el tránsito curricular, el paso del estudiante por la Universidad, de manera verdaderamente flexible de tal modo que sea el propio estudiante quien tenga la responsabilidad de organizar y decidir sobre su proceso formativo; esto es, hacer del estudiante un sujeto activo de su proceso de formación humana y profesional.

Congruente con lo anterior, la educación para que permita la búsqueda de caminos alternativos frente a una sociedad en permanente cambio y transformación, debe ser un proceso en sí mismo dialéctico, dinámico, activo y que se orienta hacia el ser humano; un proceso que signifique la posibilidad de poner a la persona en un camino de crecimiento y desarrollo, independientemente del papel que a éste le toque jugar en dicho proceso.

Para alcanzar el ideal de país que anhelamos, requerimos formar hombres y mujeres inspirados en los valores sociales, orgullosos de nuestra historia y cultura nacional, hombres y mujeres que formarán la nueva identidad nacional; seres humanos participativos, bien informados, con la capacidad para analizar y transformar su medio, de aprender permanentemente al mismo ritmo en que la ciencia crece y se desarrolla, hombres y mujeres con capacidad y voluntad de autoevaluarse, de innovar, de crecer y desarrollarse.

 

Sexto principio orientador: La educación debe ser un proceso integral e integrador del ser humano con sigo mismo y con su medio.

La Educación Superior debe definir como su misión fundamental el formar hombres y mujeres integrales en sí mismos y comprometidos con su medio social, hombres y mujeres capaces de analizar los problemas con los que se enfrentan y con la motivación necesaria y suficiente para buscar soluciones de manera comprensiva y creativa; hombres y mujeres con una visión solidaria, comprometida y crítica con las necesidades del desarrollo nacional y regional.

Las instituciones de educación superior nunca deben perder de vista el hecho de que en el país y en la región se requieren profesionales técnicamente capacitados para hacer frente exitosamente a las tareas que el futuro plantea a México en la construcción de una sociedad moderna, desarrollada, competiti-va, justa y en la cual el ser humano debe ser siempre el principio y el fin de toda acción educativa; deben pensar también que éstos profesionales se formarán con una visión amplia, objetiva, comprometida y sensible de los problemas que deberán abordar en el futuro como profesionales, teniendo siempre presen-te el interés de toda la sociedad.

 

La meta principal de la educación es crear hombres que sean capaces de hacer cosas nuevas, no simplemente de repetir lo que otras generaciones han hecho; hombres que sean creativos, inventores y descubridores. La segunda meta de la educación es la de formar mentes que sean críticas, que puedan verificar y no aceptar todo lo que se les ofrece.

Una educación superior requiere dar una mayor posibilidad de integración entre las distintas materias que conforman el currículum, de tal manera que los estudiantes se enfrenten a un proceso integrador en la práctica cotidiana de su formación profesional y humana. El estudiante debe ser permanentemente motivado a reflexionar en la totalidad de la realidad, más que en el atomismo de las materias sumativas.

La síntesis integradora que significa una profesión (síntesis entre diversas disciplinas y orientaciones científicas) debe ser realizada, para que tenga senti-do y significado, por el propio sujeto y no venir dada desde afuera; en otras palabras, el profesional no debe ser construido a imagen y semejanza de otros, sino a su propia imagen, resultado de un proceso in-tegrador en la propia conciencia del sujeto, esto a su vez, le permitirá ser creativo y crítico.

En efecto, el puro conocimiento de los problemas no significa la solución de los mismos, por ello se busca formar en la ciencia, pero con una conciencia de compromiso, entrega y solidaridad. La pura ciencia no transforma, sino es la acción reflexiva la que mueve a la justicia y esto sólo es posible lograrlo en una conciencia plenamente integrada.

Educar es fomentar la acción formadora del educando mediante un proceso social, para que el ser humano como agente de su propio desarrollo, tienda a lograr la más cabal realización de todas sus potencialidades.

Para el desarrollo de su función educativa las instituciones de educación superior deben estructurar su acción en función de los siguientes objetivos:

  • Formar hombres y mujeres con una sólida formación humana, científica y tecnológica, ética, social y cultural, y con la capacidad de desarrollar una activi-dad profesional actualizada y moderna.
  • Formar hombres y mujeres como profesionales, con la capacidad de asimilar y transferir los avances científicos y tecnológicos que caracterizan el desarrollo actual de la ciencia y la tecnología y con verdaderos deseos de estar constantemente capacitándose y actualizándose.
  • Formar hombres y mujeres como profesionales modernos, responsables, solidarios y comprometidos con el desarrollo regional y nacional, con una pro-funda conciencia de justicia social y amplias habilidades de liderazgo que les permita orientar los procesos de cambios que la sociedad requiere.
  • Formar hombres y mujeres con capacidades y habilidades para desarrollarse como profesionales en una sociedad globalizada de alta competencia, una sociedad que requiere manejarse en un ambiente multinacional y multicultural.

 

Séptimo principio orientador: El proceso educativo debe estar permanentemente sujeto a evaluación, cambio y adaptación a las demandas del medio.

La Instituciones de Educación Superior deberán implementar, para su desarrollo un sistema permanen-temente de autoevaluación curricular y de sus planes de estudio, de manera tal que se organice racionalmente la carga de trabajo a la que los estudiantes se vean sometidos. En otras palabras, se trata de que lo que se encuentra en el currículum de cada programa académico, sea efectivamente lo que se requiere para la formación de un buen profesional y si la sociedad se mueve con mucho dinamismo también lo debe hacer la universidad.

La evaluación es el signo de los tiempos, es el principio en el cual se basa el movimiento y el dinamismo de la sociedad contemporánea y que a su vez asegura la calidad y la competitividad.

La IES se deben plantear el desafío de ofrecer carreras innovadoras, dinámicas y modernas para que puedan responder dinámicamente a los requerimientos de la sociedad en constante transformación y desarrollo.

La formación de profesionales atenderá a las necesi-dades del país y de la región, cuidando que en este proceso la formación del educando no se subordine sólo a la profesión, a lo puramente técnico; en efecto, lo que se pretende es formar seres humanos integrales que puedan manejar con eficiencia y responsabilidad una profesión. Esto significa que la multidisciplinariedad, la pluralidad y la universalidad de la ciencia deben ser elementos prioritarios en la formación de la persona.

Se planean a continuación una serie de tesis básicas que pueden servir como modelo normativo y epistemológico para orientar el desarrollo curricular y la planeación académica de las instituciones de educación superior. Ellas, al igual que en el caso anterior, se han estructurado como ideas que deben ser organizadas y debidamente desarrolladas.

 

Octavo principio orientador: La educación debe ser renovación y búsqueda permanente

Otro principio que deberá estar siempre presente en el sistema de planeación académica de las institucio-nes de educación superior, es una constante renovación, modificación y adecuación de los programas de estudio, mediante la actualización y capacitación permanente del personal académico y de la apropiación de las innovaciones y cambios que marcan el desarrollo de la ciencia y la tecnología de nuestros días, así como de su confrontación con la realidad igualmente cambiante.

Un aporte muy significativo de la flexibilidad curricular en el contexto de un mundo lleno de innovaciones, competencias y transformaciones, es la incorporación de programas que estimulen y canalicen la creatividad de profesores y estudiantes, así como la incorporación de estructuras y mecanismos académicos innovadores que vuelvan inevitable la introducción de nuevos conocimientos, teorías y técnicas; es la educación que se dispara al futuro.

 

Noveno principio orientador: La educación debe estar estructurada con base en la ciencia y al pensamiento racional

En el desarrollo de los programas académicos se deberá incluir los principios lógicos de todo pensamiento científico. Lo anterior tiene como propósito ayudar a formar el espíritu crítico y reflexivo en los profesionales que se desea egresen de toda institución.

La ciencia y la tecnología desarrollada e impartida por las instituciones de educación superior no se pueden reducir a una simple recopilación de datos, por más importantes que éstos sean; en efecto, es básico para lograr una formación científica de los futuros profesionales, el que la información transmitida en el proceso académico tengan la capacidad de mediar con validez entre lo conceptual y lo empírico y, por la otra, ofrecer una presentación orgánica de la información.

Lo anterior obliga a que los programas académicos tengan un fuerte contenido teórico, lo cual es una racionalidad interna, Esto significa que sin teoría no hay ciencia y que sin ciencia no hay teoría, la pura formación práctica no es suficiente. La universidad es fundamentalmente la casa de la ciencia.

 

Décimo principio orientador: La educación debe preparar para la felicidad y la búsqueda permanente de la calidad de vida, y para la vida.

Los programas académicos a nivel superior deben generar en el estudiante el impulso hacia la competitividad, pero sustentada en una ética que pondere la tolerancia, el respeto y el amor a la vida. En este sentido vale la pena retomar la idea de que la búsqueda del conocimiento por la persona, está encaminada al logro de su propia felicidad.

Las instituciones de educación superior tienen la responsabilidad histórica de formar las mentes, los corazones, la voluntad, la imaginación, la creatividad, y desarrollar a plenitud el talento de la juventud, teniendo siempre como meta fundamental una patria justa en donde todos tengan igualdad de oportunidades para servir a los otros con el máximo de eficiencia y calidad y, al mismo tiempo, el derecho a una vida plena y feliz, para cada hombre y mujer.

Hombres y mujeres que sienten orgullo por aquello que les ha tocado desarrollar, que su trabajo sea más productivo, que tengan la capacidad de realizar su actividad profesional con un amplio sentido de responsabilidad, de manera tal, que sirva como ejemplo a sus compañeros de estudio.

La calidad es un proceso integral y como tal se debe reflejar en toda la estructura organizativa de la insti-tución, en la capacitación de los maestros, los conte-nidos de planes y programas de estudio, en el salón cuando el maestro interactúa con los estudiantes, en el esfuerzo de la administración por ser eficientes y tratar a los estudiantes y al personal respetando siempre la dignidad del ser humano con el cual y para el cual trabaja, incluso en la infraestructura que apoya el trabajo académico.

Para ser libre, para ser feliz, hay primero que ser uno mismo y reconocerse como persona con todas sus debilidades y fortalezas. Por ello, otras de las funciones esenciales de la educación superior, es situar al sujeto en su ámbito social, en su propia realidad. Es decir, la universidad debe convertirse en un elemento poderoso que asegure al sujeto el lograr su identidad.

 

Décimo primer principio orientador: La educación debe críticar y formar conciencias críticas.

Toda planeación curricular debe estar permanente-mente sujeta a una constante crítica y análisis en lo cual integra a estudiantes y profesores, egresados, comunidad regional y empleadores, de tal forma que en su desarrollo están siempre presentes quienes lo viven y desarrollan.

La educación crítica debe entregar al sujeto, a cada sujeto los elementos necesarios para abrir perspecti-vas para una nueva educación comprometida con el ser humano y su liberación, en el contexto de un sistema socio-económico en creciente deshumanización.

Lo anterior implica crear las capacidades y las motivaciones necesarias, al interior de cada conciencia, de la necesidad de romper la camisa de fuerza de una educación meramente reproductora, en el marco de un poder político y económico, que presiona por mantener el status quo con todas sus consecuencias.

La educación crítica significa también la posibilidad de generar nuevas alternativas de pensamiento y aná-lisis porque los modelos existentes están ya agotados y, por otra parte, es también cada vez más claro que los jóvenes no están dispuestos a seguir planteamientos y liderazgos que no coinciden con sus necesidades e intereses. Si la educación no desarrolla esta capacidad, nos enfrentaremos a un serio problema que muy pronto explotará con violencia, ya no es posible mantener una dualidad entre el pensar y el actuar, entre la teoría que es traicionada en la práctica.

 

Décimo segundo principio orientador: La educación debe estructurarse para hacer uso racional del tiempo y de los recursos que se le han asignado.

En otras palabras, es cada vez más cierto que aquello que el sujeto aprende cuando ingresa a la universidad, cuando egresa ya es obsoleto. Dado lo anterior no tiene sentido hacer que los sujetos permanezcan largos períodos de tiempo inactivos; es muy importante concentrar los estudios de licenciatura en un máximo de cuatro años y desarrollar estratégias de educación contínua que concentren los estudios.

Lo anterior se logra optimizando el uso del tiempo, concentrando los contenidos, reduciendo las vacaciones a un máximo de 2 semanas entre cada período escolar. Por otra parte, esto tiene además la ventaja de permitir al estudiante incorporarse más tempranamente al campo laboral.

 

Décimo tercer principio orientador: La educación debe integrar la tecnología al proceso educativo.

En el desarrollo de los planes de estudio, es conveniente integrar el máximo posible los apoyos tecnoló-gicos que facilite y ayuden el aprendizaje, de manera que se pueda lograr que los conocimientos transmitidos sean actualizados y de calidad MUNDIAL; esto es, que los egresados del sistema de educación supe-rior, tengan la misma calidad que aquellas existentes en las principales universidades del mundo.

La información se desarrolla y multiplica con una gran celeridad, por ello deben también multiplicarse en la misma forma las posibilidades de acceso a los datos, a los hechos a los conocimientos nuevos. Las instituciones de educación superior modernas deben permitir y facilitar que todos los miembros de su comunidad puedan aprovechar dicha información, de manera tal que puedan recabarla con eficiencia, seleccionarla con criterio académico, ordenarla con inteligencia, manejarla y utilizarla con criterio solidario.

La nueva educación debe utilizar y aprovechar el universo de medios y energías que la sociedad ha generado, debe buscar que la información circule a mayor velocidad con instrumentos más eficaces y precisos para que llegue a todos los sectores de la sociedad, pero teniendo siempre presente que las máquinas del futuro jamás podrán sustituir la conciencia de los hombres, que la tecnología no podrá jamás reemplazar el juicio del hombre y que la información por más ordenada y actualizada que esté y por más rápido que circule no tiene voluntad para pensar en un futuro mejor.

Planear los contenidos programáticos por períodos breves, de manera tal que asegure su permanente ac-tualización.

Evaluar constantemente la pertinencia de los programas de licenciatura, de manera que garantice que las profesiones sean en calidad y cantidad las que la sociedad requiere y demanda para su adecuado y justo desarrollo. Esto es, una profesión no tiene que ser ofrecida para siempre ni siempre de la misma manera.

 

Décimo cuarto principio orientador: La educación debe preparar al sujeto para la democracia y la participación.

Los sistemas educativos deben promover la democracia, de manera que el sujeto se forme en la participación y el respeto de los ciudadanos. La educación para la vida democrática significa respeto y apertura para saber escuchar a las otras conciencias, significa mirar al mundo con voluntad de comprenderlo. En este proceso, dialéctico por naturaleza, destacan tres principios fundamentales:

El primero es el convencimiento profundo del educador de que los estudiantes son libres y que pueden llegar a ser seres humanos íntegros, buscando el crecimiento y desarrollo en su propio ser, en su propia conciencia, en sus propias potencialidades y en el uso pleno de su libertad.

El segundo, en la creencia de que el maestro es también un ser libre e igualmente inacabado e inconcluso y que es justamente en el crecimiento y desarrollo de sus propias capacidades como él puede también llegar a ser más conciencia plena y mejor educador y por ello más libre.

El tercero es la creencia de que nadie es tan perfecto como para no estar permanentemente educándose, creciendo, desarrollándose compartiendo y dialogando; en el pleno convencimiento de que en la educación todos aprenden de todos, y de que el mundo está en permanente cambio y transformación y que por ello la educación debe ser un factor determinante de dicho cambio.

Formación en democracia, basada en el diálogo, la búsqueda del consenso para la resolución de conflictos. Para ello debe utilizar el diálogo, entre profesores y alumnos, o entre alumnos, como método de enseñanza. Se debe fomentar las actitudes de: respeto a los demás, valoración de la diferencia, el diálogo racional como forma de resolución de conflictos, la cooperación como mejor forma de trabajo, solidaridad con los menos favorecidos; pues todas ellas son elementos que facilitan y promueven la convivencia en sociedades plurales y, además, abrirían el camino a la inclusión de las minorías, estén o no representadas políticamente.

Democratizar planes y programas de estudio, incorporando en su planeación y desarrollo a la propia comunidad regional.

 

Décimo quinto principio orientador: La educación debe desarrollar una clara conciencia en el sujeto sobre la necesidad de cuidar el medio ambiente.

Es necesario impulsar en todos los programas académicos una conciencia ecológica en los educandos y la sustentabilidad del proceso de desarrollo, ya que el planeta es sólo uno y le pertenece a toda la humanidad.

La educación para el medio ambiente pretende relacionar un mejor nivel en cuanto a lo académico; una educación que le brinde oportunidades de trabajo cuando el joven termine su formación profesional. Una educación superior que ofrezca al profesional una verdadera posibilidad de capacitación permanente, una educación que vincule dinámicamente el ecodesarrollo, que se base en la conservación del medio ambiente logrando un desarrollo sustentable. Incorporar a los planes de estudio programas curriculares, como asignaturas obligatorias la ecología y medio ambiente.

 

Décimo sexto principio orientador: Educación debe preparar al educando para la competencia.

En el mundo actual podemos observar cada vez con mayor claridad que la sociedad ha puesto y cada vez pondrá más requisitos y exigencias de niveles educativos para dar un empleo, muchas credenciales de distinto tipo, no todas necesarias, educación permanente, disponibilidad para desempeñarse en diversidad de tareas y, además, los jóvenes de hoy serán constante y sistemáticamente sometidos a todo tipo de pruebas y evaluaciones, de las que dependerán sus entradas económicas, la seguridad de su empleo y en parte también de su propia felicidad.

A los jóvenes de hoy les espera la sociedad de la competencia deshumanizada y no siempre leal, pero más aún de una competencia sin fronteras, sin límites, sin humanismo, sin piedad y en muchos casos, probablemente sin moral, la sociedad que busca antes que nada la calidad como condición de sobrevivencia.

Los jóvenes de hoy entrarán mañana vigorosamente a una sociedad de gran demanda de habilidades y destrezas, vivirán en un medio lleno de apremios e inestabilidades, vivirán en la era de una ciencia y tecnología que se modifica y transforma en tiempos exageradamente cortos, vivirán en una sociedad que ha definido como objetivo ideal la competición y el individualismo desenfrenado y en el cual el principal juez será el mercado.

Los jóvenes de hoy entrarán a un mercado laboral frente al cual deberán tener capacidades de autoevaluación, autocorrección, autoorientación y autocrítica sobre la marcha de problemas nuevos, tecnificados, computarizados, informatizados y en un idioma que probablemente no será el de su lengua materna.

La preparación de los jóvenes para una sociedad altamente competitiva debe tomar en consideración las condiciones de desigualdad y diferencias socioculturales y económicas actualmente existentes en nuestra sociedad; de lo contrario, el resultado sería catastrófico para la inmensa mayoría de los miembros de nuestra comunidad, convirtiendo una idea que en sí misma es positiva, en un elemento más de injusticia social e iniquidad. En otras palabras, la formación para la competitividad se debe enmarcar muy claramente en un esquema cooperativo y solidario, puede resultar beneficioso para quienes ahora no forman parte de los estratos privilegiados de la sociedad. Prepararlos para que piensen en el futuro con la visión que los nuevos tiempos demandan.

 

Décimo séptimo principio orientador: La educación debe preparar al sujeto para el trabajo en equipo.

La instituciones de educación superior deberán desarrollar en los jóvenes mucha sensibilidad, creati-vidad e inventiva, por cuanto la sociedad les pedirá una gran capacidad para el trabajo en equipo, les corresponderá interactuar en grupos polivalentes y multiculturales; tendrán que ser resistentes al estrés y a las angustias y, sobre todo, deberán tener una gran capacidad de manejar información actualizada so-bre la situación económica, política y social de México y del mundo, el mundo de la crisis, el cambio y la transformación.

Estructurar programas sistemáticos para que los estudiantes desarrollen una capacidad de trabajo en equipo. Incorporar a los planes de estudio técnicas de mediación y negociación.

 

Décimo octavo principio orientador: La educación, para logar verdaderos cambios cualitativos en el proceso, debe buscar la transformación las estructuras del sistema.

La educación requiere modernizarse estructuralmente, pero también es necesario crear una nueva conciencia en los profesores, se requieren nuevas formas de organización académica y nuevos apoyos didácticos, pero fundamentalmente es necesario desarrollar nuevos modelos y teorías educativas que tengan la capacidad visionaria de mirar el futuro con la posibilidad de dar respuestas racionales a las demandas cada vez más fuertes de una cambiante realidad.

La escuela de hoy, ya no es ni podrá ser la del maña-na, o se transforma o se estanca; el sistema educativo tiene la responsabilidad de ser la esperanza de un fu-turo mejor, un camino hacia una sociedad más justa, en donde el ser humano encuentre un espacio digno para vivir. Es pues claro que para lograr los objetivos que la sociedad demanda del sistema educativo este debe adaptarse y transformarse en función de la nueva realidad.

Es cada vez más claro que el Sistema de Educación Superior debe sufrir transformaciones radicales, debe vivir un profundo proceso de reingeniería, de manera tal que logre ampliar sustantivamente el proceso de incorporación de los jóvenes, de lo contrario estaría cancelando el más importante valor de la sociedad, esto es una comunidad crítica y pensante. Sin embargo, no es suficiente el ampliar la matrícula universitaria, es indispensable elevar las tazas de retención y dar una educación de calidad.

La educación superior debe incluir en sus demandas una mayor democratización de la sociedad, lograr crecientes grados de participación en la planificación y gestión educativa, de manera tal que planes, programas y diseños curriculares correspondan cada vez más a los requerimientos de la sociedad, y cada vez menos a los intereses particulares de los grupos que circunstancialmente están en el poder.

Desarrollar un modelo educativo que se piense no como un sistema cerrado, sino más bien que conten-ga los principios, los fundamentos y las herramientas para configurar una práctica educativa coherente con una visión integral e integradora del ser humano, la sociedad y la cultura.

 

Décimo noveno principio orientador: La educación debe promover en el sujeto el desarrollo de una conciencia moral.

La educación superior debe desarrollar en el sujeto una clara conciencia moral, esto es una conciencia de responsabilidad social entendida ésta como la responsabilidad que tiene el sujeto hacia la sociedad y hacia el cumplimiento de la norma moral. Es necesario que el educando comprenda y se comprometa con la sociedad misma hacia sí y hacia las generacio-nes futuras, y cambiar el matiz de “responsabilidad por las consecuencias” por uno de “responsabilidad hacia la acción misma”, a fin de evitar en la medida de lo posible las consecuencias negativas.

Es necesario formar en las futuras generaciones una conciencia a priori sobre las decisiones a tomar y que esta conciencia moral implique no sólo a quienes tienen poder institucional o legal de decidir, sino a todas aquellas personas que directa o indirectamente estén afectadas por los problemas y sus posibles soluciones.

Es claro que la educación por sí sola no puede generar responsabilidad ni conciencia moral, pero sí puede crear la conciencia necesaria para buscar for-mas nuevas de actuar ante los conflictos del mundo; también puede dotar al sujeto de herramientas para adquirir un razonamiento cada vez más crítico, consciente e informado sobre cuál es su papel en la sociedad y sobre cómo ser más responsable.

Nuestro tiempo nos indica la presencia de una crisis en los fundamentos mismos del conocimiento científico, tecnológico y filosófico, una crisis de los paradigmas tradicionales del pensamiento.

Hoy, a la luz de los indudables avances y nuevos descubrimientos en los conocimientos, las instituciones de educación superior deben tomar conciencia de que el entusiasmo que alimentó a los científicos de las décadas anteriores basado en el maravilloso desarrollo de la ciencia en todas sus ramas y actividades, los condujo a hacer generalizaciones y predicciones que hoy se reconocen como falsas. Hoy es más verdadero que nunca antes en la historia de la ciencia que los verdades son temporales y que debemos mirar el conocimiento como relativo, incluso el que suponíamos como más sólido y estable; y esto se da precisa y justamente, en el momento histórico de mayor desarrollo y avance del conocimiento científico y tecnológico; en el momento histórico en el cual los conocimientos acumulados por la humanidad pareciera ser que no tienen límites; justamente en el momento en que el desarrollo de la ciencia y la tecnología caminan tan de prisa que es imposible seguir de cerca su desarrollo.

 

Todo lo anterior nos obliga a cuestionar seriamente la docencia universitaria y los contenidos mismos de los planes de estudio, debemos preguntarnos si los conocimientos transmitidos por las instituciones de educación superior están estructurados en función de una sólida y firme base crítica; si están fundamentados en un paradigma epistemológico coherente y debidamente relacionado con la realidad o son sólo resultado de repeticiones mecánicas, acríticas y obsoletas. 

Dado lo anterior, en el proceso de planeación de la currícula es necesario tener presente esta nueva dimensión: la temporalidad de la verdad, la dinámica del conocimiento y la inestabilidad de los paradigmas epistemológicos.

 

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