Revista Tamma Dalama: DE LA MENTIRA A LA FALSEDAD: LA POST-VERDAD Y LA IMPOSIBILIDAD DEL DERECHO PARTE I (Dr. Paolo Savarese)
Revista Tamma Dalama: DE LA MENTIRA A LA FALSEDAD: LA POST-VERDAD Y LA IMPOSIBILIDAD DEL DERECHO
Por: Dr. Paolo Savarese [1]
Traducción: Dr. Ricardo Castañón Ruiz[2] *
Revisión Traducción: Dr. Mario Varrica[3]
Abstracto
Este documento profundiza las implicaciones desde el punto de vista del derecho del concepto de la postverdad que vine destacada como palabra del año por el Oxford Dictionary en al año 2016. Para estar en capacidad de identificar estas las implicaciones -sociales, jurídicas y hasta psicológicas- y los peligros que conlleva de entre ellos, la vida en desde la perspectiva de lo políticamente correcto que no necesariamente ligado a la verdad, se analiza desde una perspectiva filosófica que utilizando como herramienta metodológica las matemáticas –sistemas de números imaginarios y reales- devela los riesgos que conlleva vivir y promover lo falsedad más allá de la mentira dándole la espalda a la verdad.
Palabras Clave: Postverdad, Falsedad, mentira, números imaginarios, políticamente correcto.
El punto de partida de las reflexiones que siguen es la celebración, de parte del Diccionario Oxford de la expresión pos-verdad como palabra del año 2016[4]. El Diccionario Oxford llega a este nombramiento teniendo en cuenta la frecuencia cada vez mayor del uso del término y define post-truth como adjetivo “relativo y característico de circunstancias en las cuales los hechos objetivos tienen menor influencia en el diseño de la opinión pública que apelar a las emociones o a las creencias personales”[5]. Por lo tanto, las emociones y creencias personales, prevalecen sobre los hechos objetivos en dar forma a las opiniones, especialmente las públicas. Lo del Diccionario Oxford no es, en rigor, una definición dado que debe precisar el sentido de sus términos, aparentemente claros, pero, densos en historia y no privados de posibles equívocos teóricos. En consecuencia, la formula no puede describir precisamente ni dar a entender el fenómeno que, de todas forma señala. Es, más bien, la revelación circunstanciada de una dirección de fondo de nuestra cultura, un indicador, sin embargo, privado de consistencia epistémica y, en todo caso, situado claramente en el eje doxástico[6]. Esto hace surgir algunos interrogantes de su misma fiabilidad pero es del todo coherente con el escenario post-veritativo en el cual se sitúa. Incluso esto nos hace pensar que la decisión del Diccionario Oxford no cierra en absoluto la cuestión de la verdad, es decir, no puede ser considerada como una aceptación, tal vez tumbal, del presunto vaciado y fracaso definitivo de la milenaria aventura del hombre que busca apasionadamente la verdad. En confirmación de esto, el comentario de Economist, a la idea del reconocimiento como palabra del año, reconecte a la post-truth con la falsedad [mentira/engaño][7]. Ahora, lo falso, de cualquier modo que se mire, presupone y reafirma la verdad. De lo contrario no se puede, simplemente, hablar de falsedad sino, a lo más, de una trampa en la pragmática de la comunicación interhumana. Economist agrega la pregunta: “los políticos siempre han mentido. ¿Hace diferencia si se dejan la verdad definitivamente atrás[8]?”. En efecto, Maquiavelo, en el capítulo XVIII del Príncipe, sostiene que el Señor no puede siempre observar los preceptos de la moral, como aquellos de la buena fe y de la veracidad, porque de lo contrario perdería el Estado, pero puede y debe hacerlo solo si es necesario por las circunstancias[9]. En otros términos, la posición de Maquiavelo, a menudo considerado defensor de a falsedad, la delimita al campo político y la somete a condiciones, donde no puede ser considerado un alfil ante litteram <portador> de la post-verdad. De hecho, prosigue el comentario del Diccionario Oxford, la post-verdad pertenece a un tiempo en el cual el concepto de verdad se ha vuelto no importante o incluso irrelevante. Si queremos, la negación de la verdad no es más un problema regional, sino general, tal vez universal. Y, finalmente, post verdad sería “la cualidad de parecer o de ser sentido como verdadero, aunque no sea necesariamente verdadero. Post-verdad extiende aquella noción de la cualidad aislada de una aseveración particular a una característica general de nuestra época[10]”. En suma, la verdad ya no es tomada en cuenta, es un principio del pensamiento y de la conducta archivada de nuestra cultura, un residuo arcaico felizmente reconocido en su obsolescencia, inconsistencia y finalmente negatividad antropológica y social, desde los luminosos puntos clave que caracterizarían nuestro tiempo.
Lo que no dicen en la definición y el comentario en el Oxford Dictionariy, es que la post-verdad se traduce en el dominio omnipresente de lo politically correct que, a su vez, deviene en una producción incesante de esquemas de re-educación para cualquiera que no se pliegue a ella, en especial de aquellos que todavía y desafortunadamente se tengan cercanos a la verdad[11]. Esto se configura y se expande en una forma de neo-totalitarismo por ahora lejos de ser arrastrante, pretende presentarse como un suave discurso de respeto y promoción generalizada de todas las afirmaciones más o menos lucidamente referidas a fragmentos de autodeterminación[12]. De este sistema de aparente emancipación que fluye en forma de feroz opresión, desafortunadamente pero reveladoramente, el “Derecho” de hoy es factor de afirmación y de multiplicación. Basta examinar el lenguaje normativo, sobre todo, pero no exclusivamente en ámbitos éticamente sensibles, y seguir las distorsiones interpretativas de cierta jurisprudencia y del auto-interpretación de sus operadores. El punto más doloroso, moviéndose en la prospectiva del verum, es el uso del poder judicial para imponer el silencio a las posicione intelectualmente incorrectas. Si pensar en la represión judicial de “fobias”, o sea técnicamente miedos y por lo tanto estados emocionales, tomados como “hechos” penalmente relevantes, en cuya búsqueda, además de romper lógica y gramática elemental del Derecho, así como invadir sus ámbitos disciplinarios que gozan sus estatutos epistémicos específicos, impiden la libre investigación y libertad de expresión del pensamiento sobre cuestiones de capital importancia. Siguiendo las consecuencias extremas de estas derivaciones, se debe simplemente abolir la historia de la civilización y cancelar cada dato y hallazgo. Si se piensa en las distorsiones que se llevan en el ámbito de las pruebas judicialmente admisibles, a menudo sustituidas por "percepciones" hostiles que, de por sí, no admiten la negación de los hechos y pre-contienen el resultado del juicio, o sea la condena, de quien, por su desgracia, se encuentre atrapado en la trituradora judicial. Todo esto puede suceder sólo detrás de la post-verdad erigida como clave de auto-interpretación de la comunidad jurídico-política y entonces de la hermenéutica de las actividades y de los pronunciamientos de legisladores y de jueces, así como también de funcionarios administrativos. ¿Cómo puede, admitirse y no conceder que una crítica seria de posiciones sustanciales e insuperablemente nihilisticas, aunque sea dictada por el miedo, sea tomada en examen por un ordenamiento jurídico, que requiere hechos y pruebas y cualificaciones rigurosas, que incluso puedan castigar o decretar el ostracismo, para confinar en una actualizada forma de muerte civil?[13]. Hoy parece triunfar la demolición de la cual Nietzsche es el alfil pero no de cierto el único líder, de cada verdad objetiva, sustituida por la fijación de declinaciones subjetivistas de la verdad misma, ahora indiscernible de la opinión y reinterpretada axiomáticamente como ficción[14]. Entonces, el Derecho es derivado primero del orden inherente de las cosas mismas, se invierte en la enésima derivación de estados imaginarios, que sustituyen a la realidad, avanzando en la pretensión, de por sí incomprensible e insostenible incluso en el universo de la ficción, de ser la realidad[15].
Omito enunciar las diversas contradicciones de este discurso, para evidenciar que, ahora estamos en la época de la falsedad, en una época dominada y definida por lo falso, que no es otra cosa que la verdad de la post-verdad. Por lo tanto, se debe examinar categórematicamente a la falsedad o rendirse a ella y a sus múltiples mascaras. El terreno de cultivo y el horizonte de la post-verdad es por lo tanto, el nihilismo. La celebración, que de un rito pararreligioso se trata, de la post-verdad viene oficiada en el caldo de cultura que es el nichilismo, que implica no solo negación relativística de la verdad, sino la abolición de la realidad misma, que es el primer verum, en favor de una apariencia que surge de la nada y a la nada circularmente, retorna[16]. En estos contextos en los cuales los campos semánticos devienen en humo y todo se esfuma, contexto sin el cual la post-verdad no podría tener voz, es que podemos entender las razones, de otro modo incomprensibles, según las cuales la verdad seria violencia o fuente de violencia[17]. En otros términos se trata de un odio dictado por instintos que con la verdad misma, con su reafirmación en el modo más preciso y purificado, no tienen nada que hacer, es decir, están situados en otro plano, un plano en el cual la negación de la verdad intenta ser total. Que que quien quiere sostener esta negación total, no puede no presuponer y reclamar de todas formas la verdad misma[18]. Todo esto parece absurdo y, técnicamente lo es, sin embargo este proceso vacia de sentido la referencia a la la verdad y deja sobrevivir algunos aspectos efímeros, como en nuestro caso de lamentos por las consecuencias ético –políticas de la post-verdad. ¡Esto es el color dominante de nuestro mundo, también de las instituciones y de una de las más sagradas, como el “Derecho”! La verdad está muerta, viva la post-verdad! Si, sin embargo, la verdad está muerta es inevitable el triunfo, la coronación de la falsedad[19].
La mentira no permanece entonces, confinada en algunos órdenes del discurso, sino que también se apropia del campo institucional, de los relativos procesos y de las conexiones de las realidades institucionales. Para clarificar el alcance de este cambio, se debe primero clarificar si la falsedad sea primero un problema ético y ético-político o si es previamente una cuestión epistémica y categorial. Inmediatamente a continuar, es necesario distinguir claramente la falsedad de la mentira, y esto también, como veremos, solo es posible en el plano categorial. Solo así se podrá comprender el alcance totalitaria y totalizante de la falsedad que se autoproclama como post-verdad. Confinado al ámbito de lo ético, el problema de la falsedad tiene como su estandarte lo que es la veracidad, o sea la voluntad de no engañar al interlocutor. Del De mendacio de San Agustín[20] a la Breve historia de la mentira de Derrida, el discurso se centra en este perfil[21]. El aspecto epistémico y por lo tanto el estatuto categorial de la falsedad permanece en el fondo, simplemente presupuesto incluso si se declara excluido. El aspecto ético, sin embargo, sigue siendo incierto y confuso, si no se clarifican los presupuestos categóricos y epistémicos, es decir, inherentes al estatuto de la verdad y de su “conocibilidad”. La negación de la verdad operada por la falsedad permanece privada de sentido, si se ignora el plano epistémico; simplemente no se sabe la cosa que se niega y como se niega. Por el contrario, la falsedad que es rampante en el mundo de la post-verdad presupone y logra la expulsión de verdad desde el perímetro del discurso y esta es una operación epistémica y categorial y no ética o ética-política. Aunque difundida y endémica, la mentira, oportunamente aclarada, permanece por debajo de este umbral totalizante.
No es aquí y ciertamente no está en mi poder profundizar temáticamente la cuestión de la verdad, tal vez la máxima de la filosofía de todos los tiempos. Sólo puedo aportar algún rápido comentario en mérito al fondo que permite la aparición y la afirmación de la post-verdad. El Confinamiento de hoy, ciertamente no para San Agustín o antes para Platón y Aristóteles, del problema de la falsedad en el perímetro de la veracidad o sinceridad, depende del principio de inmanencia y de su anexo el subjetivismo que caracteriza el pensamiento moderno y que alcanza los resultados extremos en [el así llamado] postmoderno[22]. El principio de inmanencia, por el cual la realidad y verdad dependen en todo del sujeto y de sus operaciones, sin embargo, en el momento en el cual se le empuja a sus implicaciones ultimas, no puede detenerse en el nivel gnoseológico y debe conducir necesariamente al ontológico, como lo demuestra la demolición del noumenal (algo no fenoménico, sino intelectual) kantiano por parte de sus herederos idealistas y luego pasar al nivel de la praxis social y política. Este aterrizaje, que ciertamente no se detiene en los escritos filosóficos, sino que impregna todo el horizonte de la auto-comprensión del hombre, se concretiza, si podemos decirlo así paradójicamente, en la abolición de la realidad y en su reconstrucción según los parámetros del nuevo y sueño utópico[23]. Esto, sin embargo, no se deriva solo de la opción teorética a favor de la primacía indiscutida del sujeto cognoscente y luego agente, pero desde el fondo teológico y metafísico para el cual la realidad en donde nos encontramos inmersos es fruto de un proceso teogónico o cosmogónico per el cual la materia y el mundo visible se está degradándose y mal y por lo tanto por reescribir completamente su significado y su misma consistencia identificativa; la realidad, sin embargo, es un fastidioso obstáculo para la auto-apropiación por parte del hombre, sea en singular que reunido en sociedad y a la auto creación del hombre nuevo[24].
La cuestión de la verdad y de su negación por parte de la falsedad, no puede, por lo tanto, detenerse en el aspecto ético o ético político, debe necesariamente profundizar e interrogarse en torno a la estructura categorial de la falsedad. En el momento, de hecho, en el cual la verdad es proclamada en su irrelevancia para la vida y la sociedad humana, la falsedad ya no es solo la ocultación de expresiones o fragmentos de la verdad, ya no consiste más en disimular un estado de cosas hecho a creer a alguien por alguien más, sea también un aparato de propaganda para un público muy grande, porque nos enfrentamos a la reinterpretación radical de la realidad. Se puede decir que una gran cantidad, incluso si bien estructurada y creíble de mentiras, no es todavía falsedad. Es dicho desplazamiento hacia la integridad, o sea en dirección de los principios básicos del discurso y la comunicación, lleno de auto-contradicciones pero operativamente muy eficaz para construir el nivel de base de la falsedad, sin la cual su expansión ética y ético-política no puede ser entendida. Se trata de falsedad, una falsedad sistémica y generalizada, en cuanto a la reinterpretación de la realidad que le da vuelta, construye una realidad alternativa que se superpone, ocultándola, a la realidad. Se trata de una pseudo-realidad que es un sustituto sucedáneo de la realidad misma, pero que avanza en la pretensión técnicamente absurda de construir la realidad desde la nada y crear una realidad hecha de nada.
Si se aclara y domina intelectualmente la estructura categorial de la falsedad, entonces se puede distinguir la violencia absoluta, si esta es posible, que domina nuestro mundo y del cual el Derecho, pero sería mejor decir el fenómeno jurídico, está convirtiendo en uno de sus brazos armados. El problema principal no consiste en cuántos y cuáles falsedades propugna el derecho de hoy, que no parecen pocas, en su constante intento de redefinir las situaciones humanas y sociales, sino, la identificación Derecho/poder y exclusión de cualquier orden jurídico, que de la post-verdad es consecuencia incontenible e implicación estructural. La alergia del Derecho moderno a la verdad no se debe principalmente al choque de posiciones axiológicas, sino a la abolición de la realidad. Un Derecho en la post-verdad es un derecho en la falsedad y uno debe preguntarse si el Derecho puede ser, no lo diré bien fundado, sino completamente inmerso en el clima de la post-verdad, es decir, en la mentira coronada reina de todas las formas de comprensión y regulación de las conductas y de las relaciones humanas. ¿Qué se puede leer y regular jurídicamente con tales supuestos? Y ¿Cómo, sería el caso si lo hay? ?La pregunta también podría sonar: la falsedad, incluso bien argumentada y tal vez traducida en leyes y sentencias, ¿qué orden impone? ¿Qué Derecho produce e impone?
Como hemos visto anteriormente, incluso San Agustín define puntualmente al mentiroso y la comunicación engañosa, sin tocar el aspecto epistémico de la misma, asumiendo que la falsedad es un camuflaje o alteración consciente y deliberada de la verdad en la comunicación. San Agustín, sin embargo, incluye el error en la falsedad y afirma que lo falso induce o quiere inducir a error. Esto significa que sin error, categorialmente hablando, no hay falsedad y la falsedad consiste, por lo tanto, en disimular o enmascarar el error. San Agustín, sin embargo, no explica estos vínculos y enfoca su discurso sobre el mentiroso, sobre su mendacidad o sobre la sinceridad o veracidad, sobre el engaño causado por la mendacidad. La falsedad está más bien delineada como un ocultamiento de la verdad para inducir al error. Lo falso por lo tanto, no parece gozar de un estado epistémico específico. Esto se entiende en su contexto cultural, en el cual era difundida la falsedad, pero el nexo entre la verdad y lo falso no era un estado puesto de cabeza, como lo certifica en nuestros días la coronación de la post-verdad.
Para comprender esta inversión, no es suficiente decir que hoy la falsedad es sistémica y generalizada, tal cosa oscurece e invalida la aproximación a la realidad, porque esta última parece hoy estar fuera de juego. No basta, entonces, acertar que la falsedad se haya convertido en un criterio ético y ético-político comúnmente aceptado, mejor asimilado por nuestro universo cultural y comunicativo, y que ni siquiera que hoy, es un principio constructivo y una medida del mundo, de la realidad, pero es necesario, como primer paso y fundamental, profundizar su estructura categorial. Es necesario excavar bajo la negación de la veracidad y más allá de la voluntad de engañar y también es necesario hacer algunas distinciones a propósito del error.
Para abrir el plano categorial, viene al encuentro una estructura numérica muy particular, la de los números imaginarios: en la unidad imaginaria, i o j, encontramos la verdad categorial de la mentira[25].
El número imaginario j, comúnmente conocido como la raíz cuadrada de -1[26], encierra e implica la verdad categorial de la falsedad en cuanto que es igual al inverso de lo opuesto a sí mismo[27]. En modalidad algebraica y no discursiva, J = -1/j. Esto es verdad, no es ni un error o una mentira, y es así porque estamos en el campo de los números imaginarios, en el que las reglas de los signos algebraicos operan al inverso con respecto a los números reales[28].
Busquemos desarrollar la cuestión algebraicamente.
Tomamos x = -1 / x.
La solución de esta ecuación es exacta, y la ecuación es verdad, si x = j, es decir, si x es un número imaginario, mientras que es errada, y entonces falsa, si x ≠ j, es decir, si x es un número real. Del mismo modo J = -1/j sería una ecuación errónea si j no fuera, como lo es, un número imaginario, sino un número real, mientras que es exacta, verdadera, porque j es un número imaginario[29].
[1] Este ensayo es el fruto de la enseñanza recibida por mi último y más grande maestro, Francesco Maria Piccari (1927-2008). Franco, ingeniero profesional e investigador de la CNR, una vocación pensante capaz de dominar, tanto de manera personal como profunda y original, diferentes campos del conocimiento, desde las matemáticas, en particular, desde la física, la filosofía y la teología, sin mencionar algunas patentes que son el resultado de intuiciones deslumbrantes, como la de la desalinización del agua de mar. Algunas líneas sobre él, sobre su perfil excepcional de hombre y científico, sobre la enorme influencia que tuvo en mi forma de pensar, las escribí al final de “Introduzione ed Diritto y Episteme” (Ed. Nuova Cultura, Roma 2014) que es el primer trabajo completo en el que presento su enseñanza. (Esta nota sobre el Ing Francesco Piccari continúa en el final del trabajo –Nota del traductor-).
[2] Traductor del original en italiano al español. El Dr Ricardo Castañón Ruiz es investigador de la Universidad Mundial. Al final del texto se presenta algunas consideraciones sobre la traducción.
[3] Revisión de la traducción. El Dr. Mario Varrica es profesor de idiomas de la Universidad Mundial.
[4] Para una reconstrucción precisa del debate post filosófico-jurídico cf. G. FIORIGLIO, Contra la postverdad. El pluralismo axiológico como límite del poder y garantía de la justicia en el estado constitucional, Nomos, 3, 2016, pp. 1-19. V
[5] https://en.oxforddictionaries.com/word-of-the-year/word-of-the-year-2016. Sin embargo, tenga en cuenta que post-truth no es un adjetivo sino un sustantivo, lo que significa una estructura o incluso una relación, pero no algo relacionado con otra cosa
[6] Para comprender la aporía insuperable de esta posición, cito algunas líneas de Paolo Pasqualucci: "La fe contemporánea en el carácter estrictamente subjetivo de la verdad y la consecuente negación obstinada de la existencia de una verdad absoluta, manifiestan la aporía que, en términos de la coherencia principios, siempre se ha reprochado a toda forma de escepticismo y relativismo. P. PASQUALUCCI, “Breve consideraciones sobre la ley y la verdad en nuestro tiempo, en derecho y proceso”. Estudios en memoria de Alessandro Giuliani, un c. por N. Picardi, B. Sassani, F. Treggiari, E. S. I, Naples 2001 (pp. 329-344), p. 337. Pasqualucci, a su vez, no se refiere a la muy famosa refutación elenóica que Aristóteles se opone al escéptico, sino a la refutación del escepticismo hecho por Hegel. “Lecciones sobre la historia de la filosofía”, tr. E. Codignola y G. Sanna, La Nuova Italia, Florencia 1932, 3. ° st. 1973, II vol., Pp. 532 ss
[7] Cfr. Economist, https://www.economist.com/leaders/2016/09/10/art-of-the-lie? fsrc=scn/tw/te/pe/ed/artofthelie (1 nov. 2016).
[8] Cfr. ivi.
[9] "Y tienes que entender esto, que un Príncipe, y como máximo un Príncipe nuevo, no puede observar todas esas cosas, por las cuales los hombres son considerados buenos, a menudo es necesario para mantener el Estado, operar contra la humanidad, contra la caridad contra la religión Y sin embargo, debe tenerse un alma dispuesta a volverse de acuerdo a los vientos y las variaciones de la fortuna y, como dije antes, no empieces por lo bueno, por poder, sino por saber cómo entrar en el mal, cuando sea necesario”. N. MACHIAVELLI, Il Principe, cap. XVIII, Italia, 1814, p. 68. La cuestión se desarrolla a lo largo de todo el capítulo. XVI.
[10] Ver el sitio citado en la nota 5. Hago notar, en passant, que la qualita –calidad- es una categoría, un modo supremo de predicación y, por lo tanto, presupone el logos, el discurso veraz; de lo contrario, la declaración informada no tendría ningún significado.
[11] Sobre el vínculo entre posverdad y el dominio totalitario de lo politically correct, que usa el derecho en todas sus formas para imponerse y aniquilar todas las formas de resistencia y disidencia, cf. N. BLÁSQUEZ, “Travestismo de valores y postverdad”, Studium, vol. VIII (2017), n. 3, pp. 417-441.
[12] Sobre las innumerables aporías inherentes al intento, hoy aparentemente incontrastado de pensar sobre el orden jurídico sobre la base de la opinión subjetiva y la autodeterminación, cf. PASQUALUCCI, “Breves consideraciones sobre la ley y la verdad en nuestro tiempo”, cit., Pp. 329-344. Sobre el papel de la autodeterminación en los desarrollos recientes en el derecho cf. R. DI MARCO, “Autodeterminación y Derecho”, pref. por D. Castellano, ESI, Nápoles 2017
[13] La morte civil, hoy en día una manera de hablar, era una institución legal, por la cual algunas condenas judiciales implicaban la privación de la capacidad jurídica y la pérdida de los derechos civiles, a saber, la exclusión de la vida civil. El code Civil francés de 1804, por ej. preveía la morte civil (artículos 22 y siguientes). Hoy la muerte civil a menudo pasa por formas de linchamiento mediatico.
[14] Sobre la reinterpretación ultima de la verdad como un conjunto de ficciones cf. F. NIEZTSCHE, “Sobre la verdad y la falsedad en el sentido extra moral”, tr. G. Colli, Adelphi, Milán 2015. Axiomáticamente significa que esta reinterpretación no es el resultado de un análisis u observación, sino que consiste en el desarrollo de un tema predefinido.
[15] Hasta las sentencias en las que los jueces se enfrentan cuando deciden sobre la vida o la muerte de seres humanos inocentes e indefensos
[16] Uno de los muchos símbolos de este atornillado circular es el uroboros, la serpiente que se muerde la cola. La cuestión de la nada, en cualquier caso, no es simplemente teórica, sino teológica; la nada es uno de los puntos clave de la Cábala y en ella, o al menos en algunas de sus líneas interpretativas, juega un papel fundamental en el proceso teogónico. Esta es la razón por la cual la reflexión puramente teórica corre el riesgo de ignorar algunos puntos fundamentales del discurso. Sobre la Cabala ver G. SCHOLEM, “Las grandes corrientes de la mística hebraica, A.C.”,. por G. Russo, Il Saggiatore, Milán 1968.
[17] Tenga en cuenta que ahora es una opinión generalizada y no más discutida, que la violencia sea connatural a la verdad y no derivada de una relación distorsionada e instrumental con ella. Para una excavación del fondo que posibilita estas posiciones, cf. G. BASTI Y A.L. PERRONE, “Las fuertes raíces del pensamiento débil. De la metafísica, a las matemáticas, al cálculo”. Il Poligrafo, Padova; Pontificia Universidad de Letrán, Roma 1996
[18] Por otro lado, la entereza y la totalidad son también categorías veritativas,no de cierto partes de la ficción o productos de la praxis.
[19] El problema no se limita a las relaciones intersubjetivas, porque tiene una enorme importancia también en el campo jurídico-político. Recuerdo la importancia del tema "Vivir en la verdad, vivir sin mentiras" fue importante en la disidencia soviética y la caída de los regímenes comunistas de Europa del Este, especialmente en la revolución de terciopelo dirigida por Vaclav Havel. Solo dos referencias: V. HAVEL, “El poder de los sin poder”; Castelvecchi, Roma 2013; A. I. SOLŽENICYN, “Vivir sin mentiras”, A. Mondadori, Milán 1974
[20] S. Agostín, en n. 3 de De Mendacio, argumenta que "Por lo tanto, es necesario aclarar qué es la falsedad. De hecho, no todos los que dicen falsedades mienten: tal es el que cree o supone aquello es verdadero y que lo afirma. Por otro lado, quienes afirman una cosa en su mente o cree o supone, incluso si la cosa misma es falsa, ellos no dicen una mentira. [...] Mienten por seguro aquel que en el alma tiene una cosa mientras en las palabras o por cualquier medio de expresión dice otra cosa. Por esta razón, dicen que el mentiroso es de doble corazón [...]. Creemos de hecho que una persona sea sincera o mentirosa de acuerdo con el juicio de su mente y no en base a la verdad o falsedad de la cosa en sí. Por lo tanto el que dice lo falso en lugar de lo verdadero, en cuanto que lo considera que es realmente cierto, podemos decir que se trata de un error o tal vez un iluso, pero no que sea un mentiroso. En su discurso, de hecho, él no tiene un corazón con doblez y no tiene la intención de hacer trampa, sino que es una víctima del engaño. [...] La culpa del mentiroso está más bien en el deseo de engañar, cuando declara en su ánimo, si puede engañar, porque creen en su falsa afirmación, sea que de hecho no engañe, porque no le creen, o en el caso que con el deseo de engañar, diga lo verdadero, pero no cree lo verdadero”. Está claro que el estado categórico de la verdad permanece en un segundo plano.
[21] Para Derrida, el problema de la mentira es ético-político. V. J. DERRIDA, “Breve historia de la mentira”, en c. por M. Bertolini, Castelvecchi, Roma 2006. El libro pequeño pero denso es muy útil para referencias bibliográficas y también para clásicos sobre el tema de la mentira.
[22] Es la afirmación y el desarrollo de las implicaciones del cd. principio de inmanencia, es decir, del principio por el cual la inteligibilidad de la realidad depende completamente del conocimiento humano. V. C. FABRO, “Introducción al ateísmo moderno”, 2 Vol., Studium, Roma 1969.
[23] La famosa XI Tesis sobre Feuerbach de Marx es su expresión icónica. "Los filósofos [hasta ahora] solo interpretaron el mundo de manera diferente, pero se trata de transformarlo". Para las once tesis, v. K. MARX, “Tesis sobre Feuerbach”, int. por P. Sini, Centro para la Investigación de la Paz, Viterbo 1991. Es decir, la realidad es inconsistente e intentar conocerla y honrarla es tiempo perdido, de hecho es el principal obstáculo para la emancipación del hombre; la postverdad ya está claramente teorizada, al igual que su realización en la praxis revolucionaria.
[24] Se observa cómo la noción misma de autocreación es autocontradictoria, no pudiendo ningún ser causa (eficiente) de sí misma. El Dios de la tradición cristiana es, sí, causa en, pero en el sentido de la causa final, es fin de y para sí mismo, es metafísicamente completamente autosuficiente, pero no se autocrea; es causā sui (ablativo y por lo tanto con valor final), no causă on (nominativo y por lo tanto con valor eficiente). La causa sui es simplemente autocontradictoria e incomprensible; es un flatus vocis.
[25] Esta es también una idea que tomo de la enseñanza de Franco Piccari contenida en los pasajes citados de PIKKARIUS, “Come ti erudisco il Papa”, Título 5. Para el tratamiento del valor categórico del número, debo referirme a uno de mis libros en curso de elaboración. La unidad imaginaria se llama i o j; el símbolo i es utilizado por los matemáticos, los ingenieros usan el símbolo j, para no confundir la unidad imaginaria con la intensidad – (energía eléctrica Nota Trad.) -, cuyo símbolo es, asimismo, i. Para el nivel de abstracción explorado aquí, el de la separatio, me permito reenviar a mi libro “Diritto ed episteme.Note sullo statuto epistemico del diritto”, Ed. Nuova Cultura, Roma 2014, passim.
[26] Donde j = √−1 e entonces 𝑗2=−1.
[27] Un número es el inverso, o recíproco, de otro en el caso donde x y 1 / 𝑥; por ejemplo 2 y ½. Por el contrario, un número es lo opuesto a sí mismo, cuando sus signos, + y -, son opuestos; por ejemplo, +2 es lo opuesto a -2. Numéricamente: opuesto es el número con signos opuestos, es decir, el mismo número con signo positivo y negativo + 5 es el opuesto de - 5. Y la suma de dos opuestos da 0 (cero) [(+5) + (-5) = 0. Inverso o recíproco: es un número con respecto a su expresión fraccionaria, es decir 5 es el inverso de 1/5; la multiplicación de dos inversas da 1 (5 x 1/5 = 1).
[28]Está claro que, en números reales, un número no puede ser el mismo que el opuesto de sí mismo; p. ej. Escribir 2 = -1 / 2 es claramente un error. En los números imaginarios, por el contrario, no es así y porque las reglas de los signos algebraicos en el campo del imaginario están invertidas con respecto al campo de los reales, donde 𝑗 = -1 / 𝑗 es cierto.
[29] La demostración de que el número imaginario es el mismo que el opuesto de sí mismo es extremadamente simple: si partimos de 𝑗 = 𝑗2 / 𝑗 y reemplazamos -1 a j2, tenemos 𝑗 = -1 / 𝑗. Et voila.