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Revista Tamma Dalama: SITUACION DE LA ECONOMIA MUNDIAL EN LOS ULTIMOS AÑOS: ECONOMIAS AVANZADAS Y ECONOMIAS EMERGENTES (ING. JULIETA DAMARIS LARA HIGUERA) PARTE III

Escrito por Tamma Dalama, Universidad Mundial. en Jueves, 10 Enero 2019. Publicado en Doctorados en Universidad Mundial, Revista Tamma dalama, Revista Universitaria Tamma Dalama, Tamma dalama, Tamma dalama, Universidad Mundial, Universidad Mundial BCS

En todo caso, como nos han demostrado el Brexit y la victoria de Trump, estos datos macroeconómicos no pueden ser interpretados desde la distancia y la frialdad. Para entender cómo podrían traducirse en riesgos o en oportunidades económicas y geopolíticas deben complementarse con el análisis de otras tendencias importantes. Así, es necesario subrayar que se está produciendo una importante desaceleración del comercio internacional, que continúan existiendo elevados (y en algunos países crecientes) niveles de desigualdad de renta, riqueza y oportunidades, que el cambio tecnológico se está acelerando y se están destruyendo cada vez más empleos en los segmentos medios (y no sólo bajos) de cualificación y que existe una creciente frustración entre la ciudadanía con el impacto que la globalización y las políticas aperturistas de las últimas décadas han teniendo en los países occidentales.

 

 

En este contexto, en el que crece el sentimiento proteccionista y en el que los partidos tradicionales se están viendo acorralados por los movimientos de extrema derecha (y, en menor medida, de extrema izquierda), destacan importantes elementos de elevada incertidumbre que podrían desencadenar sucesos económicos inesperados.

 

El primero de ellos se refiere a cómo será la política económica y comercial de la Administración Trump, menos proclive a la cooperación y dispuesta a saltarse muchos de los consensos internacionales existentes, así como a no respetar las normas e instituciones en que se plasman.

 

Durante la campaña, Trump dejo claro que no cree que el libre comercio esté siendo positivo para la mayoría de los estadounidenses, que el cambio climático no le preocupa y que EEUU debe acelerar su repliegue estratégico para centrarse en promover políticas internas de apoyo a los perdedores de la globalización, sobre todo los votantes blancos de las zonas rurales y post-industriales que le han dado la victoria. Su aspiración de revitalizar la industria y el empleo que, según su diagnóstico, la injusta competencia internacional (sobre todo china y mexicana) han destruido, augura horas bajas para el papel de liderazgo de EEUU en la economía mundial, especialmente en el G-20.

 

Este nuevo mercantilismo norteamericano seguramente tendrá un impacto negativo sobre el potencial de crecimiento de la economía estadounidense a largo plazo, pero sus efectos a corto plazo deberían ser limitados, e incluso positivos para la inflación.

 

 

A fin de cuentas, es poco probable que ni Trump ni la mayoría Republicana del Congreso y del Senado cometan el suicidio económico de abandonar instituciones como la Organización Mundial del Comercio o el FMI, o deroguen el NAFTA (aunque puede ser que intenten renegociar algunos aspectos del mismo), aunque sí podemos dar el acuerdo comercial transpacífico (TPP por sus siglas en inglés) por muerto y aventurar que el TTIP con la UE entrará en una larga fase de hibernación.

 

En todo caso, el mayor riesgo en materia comercial es que EEUU aumente unilateralmente los aranceles sobre los productos de México y China, la segunda economía del mundo. En este caso, las represalias chinas no se harían esperar, ya fueran mediante aranceles y barreras no arancelarias a los productos estadounidenses, la imposición de trabas a las empresas norteamericanas con intereses en su territorio o bien dando inicio a una nueva “guerra de divisas”, lo que a su vez incrementaría las tendencias proteccionistas del resto de países y deterioraría las perspectivas de crecimiento de la economía mundial y la reserva federal mantendrá una política monetaria acomodaticia para reducir la incertidumbre, estaríamos ante una combinación de políticas monetarias y presupuestarias expansivas a corto plazo, que podrían mantener o incluso acelerar el crecimiento, apreciar el dólar y generar inflación. De ser así, el keynesianismo encubierto de Trump podría, paradójicamente, dar al traste con la hipótesis del estancamiento secular en EEUU, aunque podría generar otros problemas macroeconómicos (la fortaleza del dólar podría aumentar el déficit por cuenta corriente y reforzar todavía más las ansias proteccionistas de Trump) pero, en todo caso, estos se harían patentes más allá de este año.

Por otro lado, Europa es también un importante foco de riesgos, que podrían materializarse en este año.  Aunque la economía crecerá a un ritmo superior al de los últimos años y el desempleo debería seguir reduciéndose, a las posibles tensiones vinculadas a la negociación del Brexit hay que sumar las incertidumbres asociadas a las distintas citas electorales del presente año cuyos efectos económicos son difíciles de anticipar.

Después de las inesperadas sacudidas políticas de 2016 en Europa y EEUU, China ha desaparecido de los titulares de prensa, pero también presenta una cantidad de posibles riesgos que no deben de subestimarse.

La mayoría de analistas creen que el Gobierno va a mantener, a través de estímulos fiscales, el crecimiento estable hasta el congreso del Partido Comunista chino que se celebrará en otoño, pero hay indicios de que las tensiones macroeconómicas están llegando a un nivel extremo. Un déficit fiscal de cerca del 4% es propio de una situación de emergencia; sensación que se ve confirmada por el aumento en la deuda, la constante salida de capital y la consecuente depreciación del yuan. Pese al reforzamiento de los controles de capitales, el Gobierno ya ha gastado casi 1 billón de dólares en defender su moneda y una vez que las reservas en divisas del país bajen de los 3 billones de dólares es probable que los mercados empiecen a ponerse nerviosos. La otra opción para Pekín sería parar de intervenir en los mercados y dejar que la moneda se deprecie, pero si la caída es importante como se teme (hasta un 25%) puede haber un efecto contagio desestabilizador en la región de Asia, y también a nivel global ya que lo más probable es que Trump tome medidas proteccionistas para contrarrestar la potencial ola de productos chinos todavía más baratos. En definitiva, en 2016 fueron EEUU y Europa que han traído sustos, en este año definitivamente  puede ser China.

Todas estas incertidumbres deben enmarcarse en un contexto en el que, en contraste con lo ocurrido en las últimas décadas hasta el inicio de la crisis, se advierte una atonía permanente de la globalización y, por extensión, del crecimiento de la economía mundial. Las consecuencias de este cambio son difíciles de predecir, pero lo que está claro es que los actores económicos van a tener que prepararse para un entorno diferente.

Junto a un marco regulatorio financiero más restrictivo, cierta saturación de la internacionalización de las cadenas de suministro globales, y controles fronterizos más estrictos que han frenado respectivamente los flujos financieros, comerciales y (en menor medida) los migratorios, en los últimos años estamos siendo testigos de diversos fenómenos que explican esta desaceleración económica: la ralentización del incremento en la productividad por el peso creciente del sector servicios, un envejecimiento demográfico que desincentiva la inversión, y menores niveles de consumo en los países avanzados derivados del incremento de la desigualdad de renta y riqueza, consecuencia en gran medida del cambio tecnológico que está destruyendo cada vez más empleos, son los factores más importantes que explican esta tendencia.[1]

 

En este contexto global, en el que predomina la incertidumbre y en el que las cosas podrían ir muy mal, pero también bastante bien, España debería poder seguir creciendo a buen ritmo y creando empleo. Aunque es posible que el crecimiento sea menor al de los dos últimos años, los relativamente bajos precios del petróleo, la continuidad delquantitative easing (QE) por parte del BCE hasta bien entrado a inicios de este año, el buen comportamiento del sector turístico y el mayor crecimiento en Europa y EEUU, deberían hacer posible un crecimiento en el entorno del 2,8% a lo largo de este 2018, siempre que no se produzcan sucesos adversos como los señalados arriba. En todo caso, para que España pueda mantener estas tasas de crecimiento cuando desaparezcan estos vientos de cola tan favorables, necesita profundizar en reformas de fondo, tanto en su sistema educativo y de innovación, como en su sistema fiscal y de la administración pública, en su mercado laboral, en su política de transferencias hacia los más desfavorecidos y en su sistema de pensiones.

La nueva composición del Parlamento debería verse como una oportunidad para pactar muchas de estas reformas con un consenso suficiente, dando lugar a normas duraderas que pusieran a España en una senda de convergencia real a largo plazo con nuestros vecinos europeos.

 

Por último, cabe señalar que un “Brexit duro” sería especialmente perjudicial para España, que tiene unos lazos económicos con el Reino Unido mayores a la media de los demás países de la UE. En todo caso, como el Brexit no se materializará hasta 2019, en principio, su impacto económico para España no se dejará sentir hasta más adelante. Eso sí, mientras tanto, España haría bien en aprovechar el crecimiento actual para profundizar en las reformas, ganar todavía más credibilidad frente a sus socios europeos, sobre todo los del norte, y así promover la finalización de la unión bancaria, con un seguro de depósitos europeo, y lograr pasos más efectivos hacia la unión económica, fiscal y política en la zona euro si finalmente (y esperemos que sea así) fuerzas pro-europeístas ganan las elecciones tanto en Francia como en Alemania.

 

Las economías de mercados emergentes y en desarrollo enfrentan retos estructurales sumamente dispares y se encuentran en posiciones en el ciclo económico muy distintas. En general, mejorar la capacidad de resistencia financiera puede reducir la vulnerabilidad ante un deterioro de la condiciones financieras a nivel mundial, fluctuaciones cambiarias significativas  el riesgo de cambios en la dirección de los flujos de capital. Las economías con un nivel elevado y creciente de deuda no financiera, pasivos externos sin cobertura o una fuerte dependencia de endeudamiento a corto plazo para financiar inversiones a más largo plazo debe adoptar prácticas más sólidas de gestión de riesgo y contener los descalces de los balances.

 

En los países de bajo ingreso cuyas defensas fiscales disminuyeron en los últimos años, es prioritario recomponerlas mientras se preserva, de manera eficiente, el gasto en las necesidades de capital y las erogaciones sociales de importancia crítica, se afianza la gestión de la deuda, se mejora la movilización de los ingresos internos, y se aplican reformas estructurales.

 

En vista de la debilidad del crecimiento y el limitado margen de maniobra de la política económica en muchos países, es necesario seguir realizando esfuerzos multilaterales en varios ámbitos para minimizar los riesgos para la estabilidad financiera y fomentar la mejora de los niveles de vida a nivel internacional.

 

Este esfuerzo debe realizarse simultáneamente en varios frentes. A fin de distribuir más ampliamente los beneficios a largo plazo de la integración económica, las autoridades deben asegurarse de adoptar iniciativas bien focalizadas para ayudar a quienes resultan perjudicados por la apertura del comercio y para mejorar su capacidad laboral en sectores de la economía en expansión. Para lograr equidad económica también es preciso redoblar los esfuerzos a nivel nacional y multilateral para combatir la evasión fiscal e impedir prácticas de elusión fiscal.

 

Es necesario perseverar con ahínco en fortalecer la capacidad de resistencia del sistema financiero, por ejemplo, recapitalizando las instituciones y saneando los balances cuando sea necesario, garantizando marcos de resolución bancaria eficaces a nivel nacional e internacional, y haciendo frente a los riesgos que plantean los intermediarios no bancarios. Una red de protección mundial más resistente puede proteger a las economías con fundamentos económicos sólidos que, sin embargo, pueden ser vulnerables a los efectos de contagio transfronterizos.

 

Dentro de todo este marco, la cooperación multilateral también es indispensable para abordar los desafíos de más largo plazo relevantes a nivel mundial, como, por ejemplo, alcanzar los Objetivos de Desarrollo Sostenible de 2015, mitigar y luchar contra el cambio climático, y evitar las epidemias mundiales.[2]

En muchas economías avanzadas, la política monetaria acomodaticia sigue siendo esencial para fomentar la actividad económica y apuntalar las expectativas de inflación. En muchas economías de mercados emergentes y en desarrollo, la política monetaria debe luchar contra el efecto del debilitamiento de las monedas en la inflación y los balances del sector privado. En los casos en que sea viable, se debe emplear la flexibilidad cambiaria para amortiguar el efecto de los shocks sobre la relación de intercambio.

Por último, es fundamental seguir fortaleciendo al sector financiero para crear un contexto en el que las políticas monetarias, fiscales y estructurales puedan surtir su máximo efecto.

El informe WEO advierte que las autoridades a cargo de las políticas públicas también deben elaborar planes de contingencia y medidas colectivas para afrontar futuras consecuencias en caso de que se concreten los riesgos de deterioro. Cooperar en favor del fortalecimiento de la red mundial de protección financiera y el régimen normativo internacional también es fundamental para que el sistema internacional y financiero tenga capacidad de recuperación.[3]

 

Conclusión 

Cuando las previsiones macroeconómicas globales apuntaban cierta mejora para el 2017, la victoria de Donald Trump en EEUU ha traído consigo numerosos interrogantes las cuales aún siguen en el aire e inciertas y habrá que esperar antes de obtener respuesta.

En este sentido, su poco perfilado programa electoral - llamado así por expertos analistas- basado en proteccionismo comercial y repliegue militar, combinado con su carácter impredecible, abre nuevos y peligrosos frentes en el juego económico y geopolítico mundial, destacando el posible inicio de un período de crecientes hostilidades entre EEUU y China, siendo de los más significativo. 

A éste se suman algunos de los focos de inestabilidad ya observados en 2016, tales como el Brexit, la fortaleza de los partidos anti-establishment en la UE, la inestabilidad derivada de la transformación del modelo económico chino, el impacto de los bajos precios de las materias primas en los países exportadores, y el conflicto bélico en Siria e Irak.

 

Tales riesgos a corto plazo deben además ponerse en un contexto más amplio, donde la nota predominante es el declive de EEUU como garante del orden liberal mundial, la ralentización de la globalización y los problemas para mantener altas tasas de crecimiento tanto en los países avanzados como en los emergentes.

 

Dado el enorme papel que desempeña Estados Unidos en la economía mundial, - información del banco mundial-  los cambios en la orientación de las políticas pueden desatar una  reacción en cadena a nivel mundial.

 

 

 

A corto plazo, unas políticas fiscales más expansivas en Estados Unidos podrían suponer un crecimiento mayor en ese y otros países, pero los cambios en materia comercial y en otras políticas podrían neutralizar esos beneficios, dijo Ayhan Kose, director del Grupo de Perspectivas de Desarrollo Económico del Banco Mundial.  

 

Las perspectivas económicas globales según argumentan experimentados analistas, permanecen sujetas a significativas incertidumbres y riesgos hacia la baja, con el potencial de obstruir la modesta aceleración en el crecimiento que actualmente se proyecta para 2018 y 2019. Algunos de estos riesgos se derivan de las decisiones de política en las mayores economías desarrolladas.

 

Existe el riesgo que estas medidas puedan llevar a un deterioro de los balances bancarios, lo que endurecería las condiciones de financiamiento y, potencialmente, desestabilizar a los bancos frágiles y con baja capitalización. Por su parte, el momento de las subidas de tasas de interés en los Estados Unidos es otra área de incertidumbre. En la medida que los diferenciales de tasas de interés con respecto a otras economías desarrolladas se amplían, existe el riesgo de una mayor volatilidad financiera, una reversión de los flujos de capitales hacia los países en desarrollo y un ajuste abrupto de los tipos de cambio.

 

“No puede ser eterno, la economía tiene ciclos, después de la crisis hay una recuperación, una etapa de expansión y auge y todo forma parte de esa globalización, por eso debemos impulsar una cultura en el ciudadano para que esté reparado e informado para enfrentar las crisis económicas”.

 

Dr. Luis Alberto Rivera Contreras

 

 

 

BIBLIOGRAFÍA

 

Para la elaboración de la presente, se consultó material bibliográfico, mismos que se mencionan a continuación.

 

  • Martin Carlos Ramales Osorio, Economía Internacional, editorial Fundación universitaria andaluza, 1997.
  • Felipe Zermeño, lecciones de desarrollo económico, PyV editores, 2004.
  • Paul A. Samuelson, William D. Nordhaus, Economía, Décimo octava edición, Ed. Mc Graw Hill.

 

Fuentes bibliográficas electrónicas

  1.  www.imf.org/es
  2.  www.un.org/es/

 

 



[1] Fuente Nacioes unidas, Banco mundial.

[2] Informe WEO, enero de 2017

[3] Fondo monetario internacional.

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