Rupestres en el Gobierno
Pocas obras han influido tanto en el pensamiento político y filosófico de la cultura occidental como la Alegoría de la Caverna de Platón en la que describe las perspectivas de una especie de percepción del mundo sensible o sensorial frente a la de el mundo inteligible u objetivo. Contiene tantos aspectos elevadísimos y agudos esta obra maestra de la política y del pensamiento evolucionado, que se ha hecho acreedora a miles y miles de menciones y análisis de grandes pensadores o maestros desde que apareció en su obra La República. Es también una obra terrible cuando usa las metáforas para explicar la muerte forzada de Sócrates.
A estas alturas, el gobierno de México se encuentra ya con la patología indudable del síndrome rupestre, se lo restriegan en la cara lo mismo analistas que francotiradores de internet, estudiosos de buena intención o activistas malquerientes con preterintencionalidad.
El hecho concreto es que la esquizofrenia política, que va acumulando el aturdimiento consustancial al desgaste del ejercicio insensato del poder, a trasminado o informa ya también al tracto digestivo electoral del 2017 y desde luego al convulsionante y temible 2018 en que los partidos, abandonados por el pueblo y el pueblo abandonado por los partidos, ofrecen un siniestro o dantesco escenario para junio del año entrante y para el purulento y ríspido puerperio electoral de ese 2018 que indica que éste puede haber sido el sexenio histórico de mayor pobreza y de mayor número de pérdidas de vidas en las oscuras miasmas de la inseguridad.
El gobierno rupestre, cavernario en su polisemia, podría haberlo no sido, decimos con tristeza, parecían simples provincianos y devinieron en neandertales vestidos por Brioni con esta metamorfosis que describieron magistralmente Honorato de Balzac en La Comedia Humana con Un hombre de Provincia en París o la obra conmovedora de Charles Chaplin en cine mudo intitulada “A woman of Paris”.
Aunque fue en cámara lenta, la putrefacción política se extendió como una lava calcinante, lo mismo a las Instituciones de gobierno que a las Cámaras, al Poder Judicial, a los Partidos, a los órganos electorales y a las organizaciones de la sociedad civil o a las supuestas encuestadoras neutrales y a los entramados de las creencias religiosas. Todo se contagió por los errores, la corrientez y la voracidad que empezó a escurrir su contagioso pus desde lo más alto de la pirámide.
Las desdichas nunca vienen solas, junto con la peor situación económica del pueblo y la más degradada condición de la política activa y centavera, cuando ya parecía que no podíamos estar peor y que México semejaba un cuadro de Gernika, el infortunio, la adversidad o Huitzilopochtli redivivo se ensañaron con nosotros en la leviatánica figura de un hooligan rubio, papujo y encopetado y atrás los fielders.
Hoy ya no les da vergüenza ni pudor, pero el instinto los ha llevado a tratar de meter a la cárcel a gobernadores o funcionarios lo mismo del PAN que del PRI, o el PANAL y no extrañaría que pronto se metan con el PVEM, el PT o el acosado PRD. Dentro de la caverna vampiresca de los residuos gubernamentales todo se confunde, como en la alegoría de Platón, y se tiran patadas de ahogado, manotazos entre los propios correligionarios y leen con terror las palabras de Jürgen Habermas: “Jamás pensé que el populismo pudiera derrotar al capitalismo en su país de origen”. Hoy, todos somos derrotados, quien se crea triunfador, sólo está viendo las sombras de la caverna. Falta la noche de los cuchillos largos.