Santa Claus, biografía no autorizada
No existe forma alguna de evadir el tremendo impacto de las navidades. Creyente o no, las fiestas decembrinas poseen la magia ineludible de hacer que te sublimes, te enternezcas, te pongas sentimental, alegre, buyanguero, emotivo, llorón, explosivo, tierno, generoso, espléndido, glotón, caritativo, absolutamente consumista y cualquier otra cosa que signifique extremos.
La temporada está dominada por dos personajes; El Niño Dios y Santa Claus. Desde nuestros primeros recuerdos de la infancia nos han dicho que si somos buenos niños en las próximas navidades Santa llegará a colmarnos de regalos la noche del 24 de diciembre. Pero pocas veces cedemos a la curiosidad de saber de donde llegó este encantador personaje; ¿es un origen mitológico o religioso, es una creación literaria o es vilmente una fabricación de la más genial herramienta capitalista?
Aunque la repartición de regalos tiene un origen mucho más antiguo asociado a otra historia popular que dice que los Reyes Magos ofrendaron oro, incienso y mirra al recién nacido Niño Jesús. Esta práctica generosa se expandió por toda Europa y se arraigó profundamente pero hacía falta la figura que se convirtiera en el "repartidor" y es hacia el Siglo XII que aparecería este personaje en la forma de San Nicolás.
San Nicolás, Obispo de Myra, existió supuestamente en el Siglo IV en Myra, lugar localizado en lo que hoy es Turquía, y muerto el 6 de diciembre del 343. Si bien debemos decir que la existencia de tal Obispo es incierta pues no existen fundamentos históricos que lo acrediten, San Nicolás se convirtió en su tiempo en el Santo más importante de la Iglesia cristiana poniéndose al "tú por tú " con la mismísima Virgen María y en pocos años luego de su muerte se vio asociado a milagros y veneración masiva en la región del Mediterráneo donde asume el papel de realizador de maravillas. Aparte de que San Nicolás "volaba" o al menos se transportaba "milagrosamente" era generoso, tierno y de igual forma capaz de blandir una vara para castigar a los mal portados. Ya para la Edad Media, San Nicolás y la repartición de regalos estaban asociados fuertemente.
Sin embargo, el Obispo Nicolás no siempre las tuvo consigo porque se vio entre los fuertes jaloneos por siglos de dimes y diretes religiosos entre protestantes, católicos, calvinistas y demás apasionados y alrededor de los años 1600 se las vio negras en Escocia, Nueva Inglaterra, Suiza e Inglaterra donde fue prohibida por la ley cualquier celebración a su nombre por considerarse idolatría. Aunque sus más fuertes raíces se dieron en Holanda, en Ámsterdam llegó a legislarse contra el hacer galletas y velas con su esfinge ¿qué colgados no?
San Nicolás cruzó el Atlántico probablemente hasta el siglo XVII hacia los territorios holandeses que luego serían Nueva York, pero su primera mención registrada en la prensa se realiza en 1773 en el Rivingtons Gazetteer ya colgándose el nombre de Santa Claus.
En 1809 una historia satírica llamada Una historia de Nueva York refiere al Santo volando sobre la ciudad conduciendo una carreta jalada por un reno, bajando por una chimenea y repartiendo regalos a los niños; Santa se estaba nacionalizando americano y se popularizaba un Santo regordete y simpático, generoso y elegante portador de regalos, despojándose de la idea de un Obispo extranjero, regañón y austero; ahora era Santa Claus... El amigo de los niños.
Hasta aquí, el Santa gringuito era aún "de la carreta”…pero en 1822, un muy popularizado poema llamado "La Víspera de Navidad" lo habilita de un trineo jalado por 8 pequeños renos: Dasher, Dancer, Prancer, Vixen, Comet, Cupid, Dunder y Blixem... todavía no contrataba a Rodolfo, el de la nariz roja.
Pero no se vaya a pensar que ya San Nicolás-Santa había superado a sus detractores, todavía hacia los primeros años del siglo XIX la celebración de Navidad era sometida a grandes polémicas en cuanto a que si Santa era la mascota del festín de bebedores y parranderos navideños, o se ajustaba más al repartidor de dulces y entonces, para aliviar la discusión otro escritor anónimo se revienta otro poema (recordemos que entonces la poesía estaba en sus jugos) en el cuál sale en defensa de las celebraciones con Santa a la cabeza pero también con un "gordito" más pachanguero… Es decir... Santa sí llegaría volando en su trineo, sí traería regalos para los niños buenos y hasta entraría por las chimeneas pero, también se echaba sus ponches con "piquete" y así todos contentos.
Santa también se ajustó a las demandas de la nueva sociedad y se convirtió a las buenas maneras. Sería en adelante el personaje feliz, inofensivo, confiable, abstemio, adorable, gordito simpático, vestido en pieles, dueño de un rebaño de renos voladores, con un costal sin fondo de regalos, jefe de una cuadrilla de duendecitos, absolutamente criatura de cuento de hadas y totalmente encantador.
Y en 1857, Santa por fin se consigue una casita y se va a vivir a Santa Clausville, P.N. (Polo Norte) con todo y sus enanos donde se instala el taller de fabricación de juguetes y donde hasta la fecha reside y dirige su exitosa empresa de fabricación y entrega.
Aunque Santa ha sido representante de todos los oficios del hombre, se decidió por un atuendo que casi siempre es rojo y blanco pero ya dejando atrás los ropajes de corte holandés, colonial o isabelino, y nunca le faltan el ancho cinturón negro y su magnífico par de botas. Aunque de vez en cuando se mueve en aeroplano, trenecitos, caballos, coches, dirigibles, escobas, cohetes, naves espaciales y cualquier otro vehículo imaginable, sigue conservando su trineo tradicional y sus 9 renos, y aunque como buen Obispo en sus inicios era soltero, ya entrado en años dejó el celibato y en el siglo XIX casó con la Señora Claus aunque no se sabe dónde la conoció.
Esta es más o menos la historia de Don Santa Claus antes San Nicolás. En todo el mundo de una u otra forma llega a nuestros corazones y unifica sentimientos, nos hace comprar sin medida ni control, dispara nuestras tarjetas de crédito, nos hace engordar celebrándolo, nos reencuentra con los amigos y los familiares, nos regresa a nuestra infancia, nos invita a perdonar y a olvidar agravios, nos hace chillones y nostálgicos, nos refresca la memoria por los que ya se fueron y nos acompaña al fin de la jornada con la barriga llena y el corazón contento para irse con las últimas horas del 24 de Diciembre.
Y solo a él se le ocurrió la risa más ridícula y pegajosa ¡Jo-Jo-Jo...!