Serendipia: LA NUCA DE FROMM
En los años setentas, el psicólogo, Erich Fromm, psicoanalista, discípulo de Sigmund Freud, por razones de salud se estableció en Cuernavaca. Fromm ya había visitado México desde los cincuentas, pero en esta ocasión, encontró en la ciudad de la eterna primavera un ambiente propicio para el ejercicio intelectual; confluyó con una serie de personajes ilustres que provocaron un ambiente intelectual sin parangón en la historia del país. Erich Fromm ya era muy conocido, famoso en el ambiente psi; el psicoanalista de origen suizo había escrito libros memorables pero para el estudiante promedio universitario, El Arte de Amar, era su obra más recordada.
La parte más novedosa del quehacer intelectual de Fromm tenía que ver con aspectos que Sigmund Freud no había reconocido, ni se había referido de manera profunda: la relación entre la conducta individual y la de masas, las características de la psique de grupos. Inauguraba así la llamada psicología social. Fromm lo expresaba de esta manera: “el individuo deja de ser el mismo; adopta por completo el tipo de personalidad que le proporcionan las pautas culturales, y por lo tanto se transforma en un ser exactamente igual a todo mundo, tal como los demás esperan que sea. La discrepancia entre yo y el mundo desaparece y con ella, el miedo consciente a la soledad y a la impotencia”.
Época de discusiones al respecto, las teorías de Fromm, mezcla de psicoanálisis y marxismo causaban revuelo en las tertulias, pasillos y aulas universitarias. Además de estas dos grandes teorías, las freudianas y las marxistas, Fromm con ese fondo teórico, se refería a asuntos como el miedo a la libertad, las estrategias del consumismo, las diferentes maneras del amor; doctrinas orientales; la búsqueda de la felicidad colectiva o el individuo y su relación con el fenómeno religioso. Al este respecto, Fromm había agregado, en Cuernavaca, al ex sacerdote Iván Ilich, al padre Lemmercier y al obispo Méndez Arceo, que formaron un centro de estudios que investigaba la vocación de los candidatos a ordenarse sacerdotes, dicho centro, fue sumamente cuestionado por la alta jerarquía de la iglesia Católica, al final Lemmercier colgaría los hábitos; Méndez Arceo, sería jubilado de manera prematura y el centro Emaús, prohibido por el Vaticano.
Para los psicoanalistas ortodoxos, Fromm no era santo de su devoción, aquella parte de la teoría freudiana cuyo motor de los conflictos psíquicos se encuentra en pulsiones sexuales y eróticas, para Fromm eran más importantes los factores socioculturales. Fundamenta, su análisis de la sociedad en el concepto de inconsciente social, que representa la parte socialmente reprimida de la psique universal. De Marx y de Freud, Fromm elige elementos liberadores y humanistas con ideas que tienden más al existencialismo, incluso, al misticismo.
En México, desde los cincuentas había sido nombrado profesor extraordinario de la Facultad de Medicina de la UNAM –aunque no era médico- se había unido a los psiquiatras para fundar la Sociedad Mexicana de Psicoanálisis –luego Instituto- muchos de sus miembros, como Ramón de la Fuente –padre- Santiago Ramírez, Millán, etc. profesores de esta facultad a quienes el psicoanalista dirigió el aprendizaje durante varios años, es decir, las relaciones de Fromm era con los médicos, no tanto con los psicólogos, por eso extrañó que se anunciara una conferencia de Fromm en la Facultad de Psicología.
El auditorio de psicología se atiborró, los estudiantes de psicología madrugaron, habían acampado algunos para ocupar las mejores localidades. Los de medicina llegamos después, ya no había lugares y nos quedamos haciendo bola, arremolinados a la entrada a ver si de un milagro podíamos entrar; otros exigían que colocaran altavoces en el exterior para escuchar la conferencia.
Muchos llevábamos, al menos, un libro de Fromm por si había chance de que nos lo firmara. ¡Qué va! Cada vez llegaba más gente y lo que pensábamos que sería un acto académico para los pocos enterados de los libros y teorías de Erich Fromm, resultó que ni éramos tan pocos, ni tan enterados y que Fromm era mucho más popular de lo que creíamos. El Arte de Amar se había convertido en especie de bestseller y El Miedo a la Libertad en un clásico de la psicología social. Ese año le habían dado el Premio Nobel a Konrad Lorenz (el señor de los gansos) cuya discusión con Erich Fromm acerca de la agresividad en el hombre, había editado un libro que se tituló “Anatomía de la destructividad humana”, Fromm estaba en los cuernos de la luna y era toda una personalidad de la farándula intelectual mexicana.
Era claro que muchos teníamos –más que la obra leída y estudiada- verdadera devoción por Erich Fromm y sin poder entrar al auditorio, era una lástima no poder conocerlo en persona. Hubo hasta pleito de los médicos contra los psicólogos por entrar a la conferencia. En eso estábamos cuando alguien dijo; ¡ahí viene Fromm!, en efecto, un grupo de unas cinco, quizás seis personas se dirigían desde el estacionamiento hacia la parte de atrás del auditorio. La bola de estudiantes y profesores que nos apretujábamos en el vestíbulo se movilizó al grito, todo se desorganizó y nos dispersamos, el pequeño grupo donde se encontraba Fromm siguió su camino, algunos tratamos de salir de la bola para ver a Fromm, todo fue tan confuso que cuando atinamos a ver al grupo en cuestión, Fromm y acompañantes ya estaban franqueando la entrada posterior del auditorio. En realidad nunca pude saber quién de todas las nucas que veía era la de Erich Fromm.
A mis alumnos de psicología cuando les platico el suceso y les presumo de haber visto una vez a Fromm, termino por contarles la verdad, en realidad solo le vi la nuca.