Serendipia: EL CIENTÍFICO LOCO
El estereotipo del científico loco se conoce desde la Edad Media. Los alquimistas que buscaban la piedra filosofal están retratados en frescos de la época, igual que hoy, obsesivos, descuidados en su aspecto personal, insomnes con ojos desorbitados y enrojecidos. Seres apasionados, concentrados en encontrar algo en el que usan toda su energía, no comen, no duermen; no atienden a nadie más que su propia motivación; no se asean, no se peinan, ataviados con cualquier ropa continúan su búsqueda incesante, su pasión es irrefrenable, no hay contención, han perdido la noción de realidad y se ven como se ven. Es el científico loco que hemos visto en los cómics, en las películas, en los libros….pero ¿existe en realidad el científico loco?
Todos quienes hemos estado en contacto con la academia sabemos de quien acomete su trabajo científico con tal intensidad, que la vida cotidiana empieza a perder importancia; sabemos de profesores que llevan un calcetín de un color y otro, de otro o del científico despeinado que considera que el aseo personal es una pérdida de tiempo, aunque la gran mayoría de los científicos, son personas común y corrientes, que se visten como todos, que tienen familia, amigos, cuentas que pagar, juegan con sus hijos, los llevan a la escuela y tienen un horario de trabajo.
El científico excéntrico es más obra de la imaginación, de un estereotipo que viene desde muy atrás y que ha sido reforzado por la literatura de ficción primero, por el cine, después. Por la pluma de Mary Shelley –por ejemplo- conocimos a uno de los primeros científicos locos, el Dr. Víctor Frankenstein, rebasado por su creación, pues hoy en día, la figura de Frankenstein, la creación es icónica del cine de terror, mientras el Dr. Frankenstein, el científico que fabricó ese ser hecho de muchos seres humanos, nadie se acuerda porque el doctor muere, precisamente en manos de su creación, justo castigo por el atrevimiento de conquistar “la chispa de la vida”, el mismo castigo de Adán cuando come la manzana; el mismo de Dédalo cuando muere Ícaro; el mismo de Prometeo cuando roba el fuego, es decir, el castigo reservado a quienes se atreven a equipararse a los dioses y olvidan su condición humana.
Después, aparece “El extraño caso de Dr. Jeckyll y el Señor Hyde”, la novela escrita por Robert Louis Stevenson donde una persona normal se convierte en un despiadado asesino gracias a un brebaje que prepara en un laboratorio lleno de alambiques, tubos humeantes y máquinas de Tesla. La novela escrita en 1880 aproximadamente, muestra la dualidad del alma, las posibilidades del hombre, los extremos del comportamiento en una sola persona o las múltiples personalidades, según se interprete, de cualquier manera es el Dr. Jeckyll, un científico atenazado por una pasión.
Al científico loco le dio un gran impulso Albert Einstein, para el hombre común, la cara de la ciencia. Cuando llegó a los USA, Einstein ya poseía el Premio Nobel, sus artículos científicos escasamente entendidos eran muy comentados, era, en suma una celebridad que se acrecentó en el Show business de los Estados Unidos y también con sus apariciones en público debido a una intensa actividad política obligado por la guerra y por la cuestión judía. Su aspecto un tanto descuidado dio realce al científico loco además de provocar en el científico aficionado la idea de que nada importa el aspecto personal, bueno, Einstein se podía dar ese lujo.
Quizás uno de los científicos locos más destacables y actuales es el “Dr. Emmett Lathrop Brown” más conocido por simplemente “doc” que aparece en la película “Regreso al futuro” interpretado magistralmente por Cristopher Lloyd quien tiene todas la apariencia y el comportamiento clásico de este científico que cumple, en general una serie de requerimientos ya muy bien estudiados como son: jugar a ser dios; el seguimiento obsesivo de las investigaciones; el aspecto descuidado y rechazo de las relaciones sociales; la posesión de un título académico y el acento extranjero, casi siempre son hombres blancos, obviamente, proceden del primer mundo.
Quizás lo más destacable del científico loco es la moraleja que lleva consigo cuando se adentran en asuntos que “más vale dejar como están”, de no hurgar demasiado en algo que podría ser desastroso, de donde podría venir un castigo; que la naturaleza posee secretos tan bien guardados que al intentar descubrirlos, hay una especie de guardián cósmico que preserva o trata de preservar dicho secreto. Que la ciencia, su método es una intromisión en las cosas divinas. En el científico loco encontramos una relación entre religión y ciencia, con métodos, con objetivos, tan distintos. Según Mary Shelley, cuando el Dr. Frankenstein creó al monstruo y le dio vida, en ese momento exclamó “ya sé lo que se siente ser dios”, una frase considerada sacrílega que ha sido borrada en algunas de las múltiples versiones cinematográficas.
Un estereotipo sin duda, un personaje necesario, capaz de remover los secretos de la naturaleza con la audacia, con la pasión de quien desea el conocimiento sin importar los costos.