Serendipia: TUBERCULOSIS, EL ROMANTICISMO
La tuberculosis, se conoce hace mucho tiempo, desde la Antigüedad hay descripciones muy exactas de sus síntomas y signos, sin embargo, fue en el siglo XIX cuando toma un auge tremendo y se presenta en forma de epidemia en toda Europa, igualmente se extendía el romanticismo, movimiento cultural nacionalista que tendría sus expresiones más importantes en la música y la literatura. Tuberculosis y romanticismo, una rara mezcla se unen en una época, la primera a causa de la explosión demográfica, la producción industrial, la emigración del campo a la ciudad, el hacinamiento, la pobreza; la segunda una reacción contra el clasisismo, a favor de la libertad, de los grandes sentimientos y de la formación de los nuevos estados nacionales.
En ”El siglo de la tuberculosis” no se encuentran aún las causas de la enfermedad, los cazadores de microbios ya tienen, en esta época microscopios pero no han podido aislar el bicho que la causa, mueren en esta época algunos grandes artistas afectados por la tisis, como H. de Balzac, Gustavo A. Bécquer, Emily Bronte, Frantz Kafka, John Keats, Edgar A. Poe entre los escritores; en la música Chopin, Paganini, Purcell; también filósofos y poetas como I. Kant, Goethe, Schiller; líderes políticos como Simón Bolívar y una gran cantidad de personajes notables.
No fue raro entonces, que al no tener una causa específica del agente que causaba la tuberculosis, se empezara a pensar que este padecimiento se presentaba en personas que tenían grandes pasiones, sentimientos acendrados, es decir, románticos, algo que se traslucía en la poesía de Bécquer en cuanto al amor gentil, pero también en el amor a la patria como en el caso del libertador Bolívar o Chopin que resalta los valores de la patria en sus “polonesas” o el sufrimiento personal en el caso de Kafka que, en sus cartas, describe las penurias de la tos con sangre.
Los autores de teatro, de ópera, introducen a la tuberculosis en sus tramas. La novela latinoamericana más importante de la época, “María”, del colombiano Jorge Isaacs es una obra romántica en la que la heroína del melodrama – María- moribunda de tuberculosis alcanza a exhalar su último suspiro en brazos de su amado. Igual sucede con “La Boheme” de Puccini, Mimí muere de tuberculosis en brazos de Rodolfo después de una larga enfermedad. Dumas, hijo también escribe una novela “La Dama de las Camelias” que Verdi lleva a la ópera como “La Traviata”, Violetta –Marguerite Gautier en La Dama- una cortesana se enamora de un júnior al que tiene que abandonar debido a la enfermedad, el drama es intenso y al final triunfa el amor. Una enfermedad que trascendía el mundo del arte y de la farándula empezó a tener tonos místicos, mágicos, religiosos en plena Ilustración, la tuberculosis en la primera mitad del siglo XIX –la peste blanca- había tomado carácter de incurable.
Se buscaba el sentido a la enfermedad por la cual morían miles de personas en plena juventud y que el destino final era casi siempre la muerte. En este contexto, para la filosofía romántica, el estado de enfermedad era un estado muy respetable, íntimamente ligado a la espiritualidad y a la creatividad. Para A. Schopenhauer era un estado positivo porque mientras debilitaba la voluntad, fortalecía la mente.
En 1882 después una gran cantidad de ensayos, con una obra monumental, Robert Koch descubre el bacilo de la tuberculosis, sin embargo, van a pasar más de cincuenta años para que se encuentren los antibióticos que puedan combatir al micobacterium. Así que aun cuando se supiera el origen de la enfermedad, ésta siguió azotando a la humanidad. Los tratamientos eran hospitalarios, en todos los países se construyeron tubercularios para largas estancias. Casi todos en zonas altas del nivel del mar. Se sabía, por observación, que los pacientes tuberculosos mejoraban mientras residían en lugares elevados. Se hicieron famosas las clínicas alpinas, adonde acudían las clases pudientes a reestablecerse de la tuberculosis, es el ambiente de la “La montaña mágica”, la novela del genial Thomas Mann.
Con el advenimiento de la radiología al principio del siglo XX, aumentaron las posibilidades de diagnóstico temprano y el emprendimiento de programas de prevención. Hasta entonces se sabía poco acerca de su trasmisión y de las causas que habían llevado al XIX a ser “el siglo de la tuberculosis” por lo tanto se seguía asociando a los espíritus libertarios, a quienes luchaban por un ideal; esa mezcla de profunda melancolía con brotes de rebeldía que caracterizaba al artista típico del romanticismo. La sociedad de la época enmascaraba el sufrimiento de los que pasaban de los repentinos accesos de tos al abatimiento; confundía el supuesto desprecio por la vida con la impotencia frente a la muerte; el rubor de la fiebre con una salud rozagante, hasta se llegó a correr los rumores que los enfermos de tuberculosis mantenían mayor fervor sexual y consecuentemente, pasiones arrebatadoras.
Poco a poco se fueron encontrando los factores que perpetuaban a la tuberculosis, sin duda la pobreza, el hacinamiento, la mala higiene, factores socioeconómicos que tendrían que ser resueltos desde los gobiernos y la organización social. Hasta mediados del siglo XX aparece la estreptomicina, el primer antimicrobiano específico contra la tuberculosis. Se suma además, la mejor comprensión de las formas de contagio y de resistencia del bicho y la aparición de la vacuna BCG (Bacilo de Calmette y Guerin) con lo que la tuberculosis dejó de ser una epidemia y se convirtió en endémica.
En BCS, cuando gobernó el general Mújica se inició la construcción de un tuberculario al pie de la Sierra de la Laguna, rumbo a Santiago –El Carrizalito- que se dejó a medias, ahí permanece escondido entre la maleza, en su lugar se construyó el Hospital Salvatierra de la calle Bravo que cumplió tales funciones. Cuando llegó la radiología, la vacuna y los tratamientos domiciliarios, el Salvatierra se convirtió en un hospital general. La ciencia había sustituido al romanticismo.