¿Si no tuvieras miedo, que harías?
Hagamos un ejercicio:
¿Recuerdas el día que te reíste a carcajadas? O ¿El día que no estuviste tan enojada?, ¿El día que lloraste de felicidad? Bueno, para muchos ese día es hoy, pero para otros, no existe rastro alguno. Y es que ya no es novedad que los días se han vuelto tan rápidos y tan rutinarios que es difícil percibir los detalles.
Según “Un curso de milagros”, los milagros deberían ocurrir cada día, y si esto no estuviera sucediendo en tu vida, algo no anda bien. Vivimos tan inmersos en el celular, en las preocupaciones por los gastos, en añorar el pasado, en esperar que alguien vuelva, que se nos hace muy difícil apreciar las bendiciones que tenemos.
Todos estamos en este mundo por un propósito, algo que vinimos a compartir y a enseñar, algo que te apasiona y te cambia la forma de ver las cosas, no hay nadie en este mundo igual a ti, eres único e irrepetible.
No vinimos a acumular bienes materiales, vinimos a disfrutar y a dejar este mundo mejor de cómo lo encontramos. El problema es que no nos damos cuenta que tanto nos está matando a rutina. Hoy en día queremos sentirnos seguros de todo, tener un trabajo estable, tener una vida estable, una familia estable y unos amigos estables, sin saber que de esta forma estamos eligiendo morir.
La vida es incierta e insegura, no sabemos que puede ocurrir mañana y eso es o excitante, experimentar cosas nuevas, arriesgarnos a empezar de nuevo, a conocer nuevos horizontes, es lo que nos mantiene vivos.
Lo único que debes hacer es disfrutar el camino, es entender que estas en este momento porque tus decisiones anteriores te trajeron hasta aquí pero si no eres feliz, si no estás disfrutando te sugiero que hagas lo mismo, que tomes una decisión para ti, para tu felicidad, no importa arriesgarlo todo, las personas cuando están a punto de morir se arrepienten más de lo que no hicieron.
Vale la pena, día con día, rodearte de gente que te de felicidad, dejar el trabajo que no te gusta, o empezar a crear uno que de verdad ames, vale la pena sacrificar la estabilidad de un sitio por a felicidad de otro. Vale la pena luchar, porque no vinimos a lamentarnos, a quejarnos, a sufrir. El Universo no se hubiera tomado la molestia de hacer todo tan hermoso si quisiera que ese fuera nuestro destino.