Siete vidas
“Eres como una gata y yo soy tu bola de estambre”, me dijiste. Te di la razón. También te comenté que justo eso me pasa con las ideas, me gusta jugar con ellas durante días, me las paso de una pata a otra, me tiro, les ronroneo. Me absorben.
Claro, luego noté que tu analogía destilaba un grado de recelo, de inferioridad. No te equivoques, este tipo de relaciones lúdicas no tienen algo que ver con jerarquías, con el ejercicio del poder unilateralmente; esto es un diálogo. A ti te tocó ser estambre, a mí gata. Ambos jugamos. A mí me tocó ser hembra, a ti estambre. Ambos saltamos de un lado a otro, apenas acariciándonos.