Solvencia
— ¿No tienes tarjeta de crédito? — preguntó con énfasis y afirmando pues sabía la respuesta.
—No— dije mientras imaginaba lo incómodo que sería explicar a mi esposa, durante el desayuno, el reporte del estado de cuenta que habría llegado por correo electrónico esa mañana, y peor todavía, tratar de justificar el cargo a nombre de “Motel Delpaso” del 24 de diciembre del presente.
Bueno, eso en caso de que tuviera esposa… o desayuno o casa, computadora o crédito, o mejor aún, como si tuviera que explicar algo a alguien.
Tomé su mano, palpé las monedas y billetes en mi bolsillo trasero, y crucé la calle mirando para ambos lados, esperando que nadie fuera a llevarse el carrito con todas mis pertenencias que había dejado, sin amarrar, junto al poste que sostiene un brillante letrero neón.
Lo sé.
La sensación de haber encontrado al amor de tu vida nos hace romper las reglas y descuidar lo que tenemos.
Pero ¡Qué chingados! De algo habremos de morir.