Y seguimos pidiendo la palabra: Soñé que comía mandarinas
Generalmente no duermo mucho, mis encuentros con Morfeo son pocos y efímeros. Por eso me gusta cuando sueño, cuando "sueño-me". Ayer soñé que comía mandarinas. Todo era verde, el pasto húmedo de la mañana, yo sentada bajo el árbol, bajo su sombra. Las mandarinas colgaban de sus ramas y yo elegí una, quizá ella me escogió a mí. La tomé entre mis manos, sentí su piel, suave, firme, rugosa a veces. Olí mis manos. Encontré bajo la cáscara los gajos dulces, apetitosos, los fui separando uno a uno y los comí, placidamente. Que delicia sentir las pequeñas bolsitas de jugo romperse entre mis dientes, entre mis labios. Agua fresca, agua dulce, natural.
Desperté radiante, con la panza llena y las manos aun olorosas a mandarina.
Casi sin ganas de salir de la cama, de mi cama verde, busqué mandarinas, pero solo estaba yo.