Taller de la serpiente: EL BUQUE DE LA MUERTE
¡Cómo reí cuando me dijiste que romperíamos el silencio!. La comezón de ser se sentía ya, el castillo era un buque olvidado en el tiempo; dueño de una cronología que un poeta desechó. No pude ni siquiera preparar mis miembros, todo estaba allí. La hora había llegado, el túnel de la vida se apagaba y dos velas se tragaban lo oscuro de mis cuencas vacías; tus manos mortecinas rasgaban con prisa mi ropa; bebiste la sangre que brotó de mi herida.
Todo era extraño, ese rayo de luz que emergió de tu ombligo, el silencio ya roto por dos sonidos infrahumanos y las paredes del buque teñidas con sangre. Tu corazón era un reloj y no lo dijiste, tu vida una ilusión y no lo supe.
“El cadáver de una joven amaneció ultrajado en el viejo buque y unos restos metálicos brillaban bajo el sol que inventó el humano por miedo a la oscuridad” Decían los diarios.
Una noche más, nuevos gusanos y nuevas situaciones; un cuadro antiguo colgado en la pared de caoba quiere hablar y pedir justicia cuando la noche empapada en mar llega y se aleja toda posibilidad de salvación.
La saliva de una mujer brilla en cubierta, un marinero la mira, el cuadro se mueve. La navaja imprescindible del tiempo devora los seres humanos.
Estatuas vivientes, muertos resucitados; la niebla se asoma y oscurece de nuevo, con tantos gritos se lava la sangre y la bodega se llena con fetos humanos. Nadie imagina que ahí conviven la vida y la muerte cada noche.
La gente sólo mira un buque naufragando a la deriva en un cuento de un poeta con las cuencas de los ojos vacías.