Taller de la serpiente: HABÍA UNA VEZ UN DÍA
una elegante mujer como azucena, que aprisionaba, en su figura, mariposas. Yo la miraba, común, y me acercaba, llevando, en mí, halagos y una rosa, porque presiento, en ella, una buena coexistencia. «Es hora, hijo mío, de permanecer, ligero, en la semilla», me dijo, mi madre, mirando, sobre un altar, la foto postrera de mi padre, con toda su ternura. Acaricié su mano y a mi niño, sonrojado.
Autor: Juan Pablo Rochín Sánchez