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Taller de la serpiente: LA DESPEDIDA

Escrito por Taller de la Serpiente en Martes, 05 Julio 2016. Publicado en Cuento, Literatura, Narración, Poesía, Taller de la Serpiente

La tarde se sentía áspera y fría cuando me citó queriendo hablar. Me  saludó como si saludara a cualquier persona, como calculando el roce de su mano en la mía, un ligero beso en la mejilla me sorprendió pero no me extrañó, no cruzamos palabras.

El sol iluminaba la ventana de la fría habitación. Después, el silencio fue interrumpido por los brazos de un ciprés que acariciaba el cristal.

En mi cuerpo ya no habitaba otro presentimiento más que el final de nuestra relación.

           —Te escucho— le dije.

           —Seré directo y franco —contestó en voz baja como si las ideas en su cerebro se desacomodaran instantáneamente. Quisiera que quedáramos como amigos, ¿por qué? no  lo sé, creí que nada cambiaría cuando comenzamos la relación; pero ahora todo ha cambiado y no quiero mantenerte atada.

          —¿Qué fue lo que cambió según tu criterio? —cuestioné.

            —No sé, todo—dijo, Joaquín, como si no supiera sinceramente qué contestarme.

            Después sentí un intenso escalofrío en todo mi cuerpo. Comencé a recordar  aquella  noche, esa noche cálida en la que nos encontrábamos bajo la brillante luz de la luna, el sonido ligero del insistente mar, él, yo y una rosa roja.

            Caminamos por la orilla de la playa tomados de la mano hasta llegar justo donde el viento del pacífico meneaba con una ligera furia la casa de campamento; entramos en ella, nos miramos fijamente y nos abrazamos fuerte.

        —Te quiero —susurró.

            Me dio un beso tierno en la frente, luego en la mejilla, llegó a mis labios y pasó junto a ellos muy lentamente sus rosados los suyos, no resistí. Mi cara enrojecía, mi cerebro no pensaba y mi corazón latía fuerte. Lo besé. Comenzamos tiernamente, sin prisas ni tiempos; un reloj bloqueado y un segundero roto. Acercándose cada vez más, dos cuerpos totalmente juntos uno del otro, sin espacio que dividiera.

            Continuamos besándonos con pasión; tomó mi mano y la apretó con fuerza. La intensidad subió; sus dedos recorrieron todo mi frágil cuerpo, acariciando mi esbelta cintura, mis caderas y la espalda.

            Los atuendos cayeron, se deslizaron uno a uno, hasta que la desnudez nos sorprendió. Dos cuerpos por primera vez, conectados en mente y corazón; un capullo abriéndose a la vida. Las caricias se tornaron en un verdadero sentimiento de placer y locura, unos corazones agitados en un solo ritmo bailaban con frenesí.

            Vagué por varios segundos en ese episodio, sin darme cuenta de la realidad y regresé de mis pensamientos.

            —Te quiero mucho; jamás lo olvides —apenas si  pudo pronunciar.

          —Te amo tanto —le dije.

            Lo abracé fuertemente con lágrimas en los ojos; esas lágrimas que me quemaban el rostro. No existieron palabras de nuevo, y su mirada poco a poco se esfumó.

 

Autora:  Nora Patricia Aguilar Soto

 

 
 

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