Tragedia de exgobernadores
La inmensa mayoría de quienes han sido gobernadores de entidades federativas de México, incluido el Distrito Federal hoy Ciudad de México, han terminado en situaciones deplorables o tormentosas, trágicas en muchas ocasiones. Ello se debe a el exceso de poder y de dinero que se manejan en esos niveles de la administración y, desde luego, a la falta de controles o de contrapesos reales en los poderes legislativo y judicial.
Recordemos en la lejanía, por ejemplo a Venustiano Carranza, ex gobernador de la turbulenta Coahuila, que terminó asesinado en Tlaxcalantongo, muchos gobernadores o exgobernadores terminaron asesinados, otros cometieron suicidio, los más sufrieron el repudio de sus propios coterráneos y no faltaron los que acabaron en el exilio como Calles de Sonora.
La lista de los gobernadores de Jalisco que terminaron seriamente emproblemados es impresionante, pero tampoco nada que no haya ocurrido en otras entidades y la actualidad nos muestra en altocontrastes trágicos, como los gobernadores de los estados o los de la capital de la República, entran en una espiral de turbulencia o de drama, no sólo por las sucesiones en los poderes estatales o cedemexinos, sino porque en los sillones del esos poderes, se potencializan los sueños y las ambiciones, alimentados por la adulación y el deschavetamiento contumaz de los mandatarios.
Esa ambición de más poder los lleva a tratar de perpetuarse en el erario o en los meandros de la influencia política. Cuentan que cuando murió Johann Wolfgang von Goethe, sus últimas palabras fueron: ¡Luz! más luz, (Licht, mehr licht), aunque no falta quien dice que fue Federico Nietzsche. Así, cuando un Gobernador, Regente o “Jefe de Gobierno” sale de su aturdidor cargo, se queda con una especie de inercia de confusión que le hace exigir: “Poder!, más poder” y empieza entonces su caída, ya sea hacia arriba o hacia abajo, pero el deterioro emocional o ético ya se dio, sobre todo una pérdida gradual del sentido de la realidad, incluso cuando llegan a alturas donde aflora toda esa enfermedad que adquirieron en los gobiernos locales.
En los últimos diez años se ha percibido más claramente este fenómeno de lascratopatologías gracias a la profusión de los medios digitales o los radiofónicos o impresos e incluso televisivos que se tornaron más críticos, más involucrados o más crueles. En cada agraviado afloró un “anonimous” un vindicante o tal vez un drenador de enconos y así, los gobernadores o exgobernadores se convierten en sparrings colectivos y lo primero que les espetan son sus grandes fortunas o las barbaridades que realizaron, empezando por las obras faraónicas que supuran corrupción.
El poder se les vuelve una obsesión y sus entornos familiares, amistosos o políticos, se les convierten en una esponja que les demanda más y más “ascensos” y beneficios y su vida que parecía primero un cuento bucólico, se va volviendo en una comedia loca y finalmente en una tragedia humana a la que se va adentrando en espirales esquizoides que no le dejan ver la realidad, incluso cuando logra adquirir una posición relevante o cumbre en las cuales su patología se va exacerbando y todos la notan menos él o ella.
Los que no han padecido esas cratomorbilidades o psicotismos y regresan a sus medianías con cierta paz interior o el deber cumplido, pueden pasear en las calles e ir al bolero a lustrar su calzado recibiendo el saludo respetuoso de los suyos, como era el caso de Marco Antonio Muñoz en Veracruz y otros de ese temple. Pide al tiempo que vuelva.
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