Un grito, una voz, todas juntas…
Nos hemos reunido en el Palacio de la Autonomía a leer poesía.
Voces distintas, en un solo grito: ¡BASTA!
Vestidas de negro, de luto, alzamos la voz por aquellas que ya no están, por todas las que estamos y por las que caminarán: las sobrevivientes de esta matanza…
Usamos la poesía como algo distinto, esta vez, no cantamos al amor, al romance, a la dulzura.
Esta vez nuestros versos son demandas,
gritos de justicia,
declaraciones de guerra,
conjuros de protección…
Gracias a mis compañeras, gracias Artemisa por convocarnos,
gracias a quien escuchó nuestra voz…. GRACIAS…
Aquí un poema de esa noche...
Todo fue violento:
sus manos en mi cuerpo
la sangre entre las piernas
el grito ahogado
en el eco de los adultos
en el silencio de la soledad.
Y andar, andar, así en la vida
con miedo
desconfiando
defendiéndome…
Imposibilitada de quedarme
de abrirme a la caricia.
Pero el caminar fortalece
y toman peso los pasos
se levanta la mirada
se balancean las caderas
y surge, como instinto
la búsqueda de la guarida
la necesidad de contacto.
Existe entonces
un nuevo modo de estar
de ser en la vida.
Existen otros ojos
otras manos
el mar y el chocolate
y existo yo…
Después de todo.
Justine Hernández