Un viernes 13 en México
En la mayoría de las culturas occidentales se cree que el viernes 13 es un día de mala suerte. El origen se remonta, según documentan estudiosos del tema, a la persecución que sufrieron miembros de una agrupación religiosa en Europa, por parte de la Santa Inquisición, que los acusó de practicar ritos paganos, por lo que fueron condenados a la hoguera.
Pues precisamente un viernes 13 de septiembre, pero de 2013, fuerzas de la Policía Federal, apoyadas con tanquetas, tomaron el zócalo del Distrito Federal, donde profesores de la Coordinadora Nacional de Trabajadores de la Educación (CNTE) habían instalado un campamento desde el pasado 19 de agosto, para protestar en contra de la aprobación de las leyes secundarias de la Reforma Educativa de 2012, que consideran lesionan sus derechos laborales adquiridos.
La razón que el secretario de Gobernación, Miguel Ángel Osorio Chong, dio para sustentar el desalojo del espacio de pulso político más importante del país, es que en el zócalo se celebraría la ceremonia del Grito de Independencia el 15 de septiembre, la cual, a su parecer, es una verbena de todos los mexicanos, por lo que se excluía, indirectamente, a los “indios gatos de la CNTE” o “malditos indios mediocres”, que es, entre otras, la forma en que no pocas personas en redes sociales descalifican a los protestantes, desde una concepción racista y de clase, generada, en buena medida, por la campaña mediática emprendida a favor de la Presidencia de la República, por diversos medios masivos de comunicación.
Recordar la fecha a partir de la cual México se comenzó a constituir como una nación, incluso si el Grito de Independencia coincide, no por casualidad, con el cumpleaños de Porfirio Díaz, es importante, puesto que nos brinda un sentido de identidad, más palpable para los mexicanos en el extranjero que para quienes nos quedamos en esta tierra de asueto, a festejar, para luego olvidar, generalmente con ríos de alcohol; sin embargo, las plazas públicas en que se conmemora dicha gesta heroica sólo cumplen tal calidad cuando son capaces de albergar, en un marco de respeto y tolerancia, a las distintas formas de manifestación que se quieran dar cita en ella.
Desde luego que el derecho a la manifestación, complejo por cuanto implica el ejercicio de la libertad de asociación (o reunión) y la libertad de expresión, no es absoluto; visto en su calidad de libre asociación presenta dos límites, expresamente señalados en el artículo 9° de la Constitución, que consisten, primero, en que las asociaciones deben ser pacíficas y tener un objeto lícito, y, segundo, en que una vez que se ejerce dicho derecho los participantes no podrán injuriar a la autoridad, ejercer violencia en contra de ella, intimidarla u obligarla a realizar un acto en particular; por su parte, en la calidad de libre expresión, tiene los siguientes límites según el artículo 6º de la constitución: que se “ataque a la moral, los derechos de tercero, provoque algún delito, o perturbe el orden público...”.
Ninguno de los actos que los profesores de la CNTE realizaron durante su estancia en el zócalo de la Ciudad de México pueden encuadrarse en las causales jurídicas que se mencionan anteriormente, y al día de hoy el secretario de Gobernación no ha citado un fundamento legal para llevar a cabo el desalojo de éstos, en cambio apostó por una supuesta defensa de la voluntad mayoritaria.
Así, envuelto en la defensa de un concepto ambiguo: voluntad mayoritaria, transcurrió un viernes 13 en México y su incipiente democracia.