Y seguimos pidiendo la palabra: OH SEÑOR DE LA MÚSICA
I
¡Oh! Señor de los sonidos
táñeme de aquí, clávame tu plectro,
dentro de mi desafinado pecho trastea el alma
a punto ya de reventar
frótame lejos
aporréame con furia pero sin sentido
o por caridad dame una cadencia perfecta
un final feliz para esta plegaria que se repite
y se repite y se repite
muéstrame la quinta justa, el cuatro cuarenta
alguna certeza necesito
sin embargo sé que ésta es la felicidad
la paz de tu sonrisa, lo travieso de tu maldad,
tu pelo, refugio de los desamparados
tu voz, oh! Señor, su voz, Señor de los cuerpos que vibran y de la belleza
tu voz, ésa es la felicidad
II
¡Oh! Señor de la música, permite que resuene
este acorde imperfecto en mi oído por tardes
sin término; mantén este pulso en mi piel y
regálame una mirada más, sólo un instante escurridizo
de gloria más; una mañana más, la del estribo
la última y te vas
no sé qué es más implacable
si la muerte o la nostalgia, la una se empeña en quedarse
la otra se empeña en volver
más fácil sería tenerlas siempre y concentrarse en
padecer sólo lo furtivo de tus dedos
silencio impertinente, mar infinito de redonda,
compás vacío,
sinfonía del silencio
sinfonía de lo estático
sinfonía de lo rígido
sinfonía de lo inflexible.