Y seguimos pidiendo la palabra: SOBRE LA INMORTALIDAD DEL CANGREJO
Hay un momento crucial en la inmortalidad del cangrejo: el momento en que deja su esqueleto intacto sobre una piedra mojada y se desprende, viscoso y vulnerable, a peligrar de la muerte hasta que logre endurecer una nueva coraza, y esté de nuevo, mínimamente, protegido.
A pesar de que la muerte es la enamorada de la vida, siguiéndola en forma de serpientes, accidentes de auto, automedicaciones fallidas, vejez o balas, el momento en que el cangrejo se desprende de su casa es especialmente delicado, pues es cuando se nos presenta más frágil y gelatinoso y presa de su propio cambio.
Ni siquiera necesita de depredadores para morir. Los elementos representan una amenaza constante en ese estado. La arena, pegada a sus patas, sube a su pecho como pulgas rocosas que arden. El agua amenaza con disolverlo.
El aire le rosa el cuerpo y lo acaricia con dolor como si todo él fuera una sola herida.
Se arriesga a cambiar de coraza porque no hay otra opción: su casa se vuelve demasiado pesada después de un tiempo, y por dentro, aunque nosotros lo ignoremos desde nuestra altura, comienzan a crecer agujas que lo lanzan. No puede permanecer más dentro de su esqueleto, que para los demás es el detalle que lo define e identifica.
El cangrejo, único conocedor de su vida, de su electricidad y de su espíritu, sabe perfectamente que su coraza terminará secándolo.
Tiene que huir, huir de lo que los demás creen que es propiamente el cangrejo.
Las patas, el pecho, los ojos alzados, las tenazas, su andar horizontal, la pigmentación que fascina a los biólogos, a los niños y a los adoradores del LSD, tienen que quedar en el camino, abandonadas hasta forjarse otras, mientras avanza una vez más desde el principio.
Comentarios (4)
Arely
Rosy
¡gracias al autor por compartir este tipo de textos!
Es algo breve pero profundo, con la posibilidad de ser solo un comentario.
saludos y esperamos leer más de el
octavio
Un saludo, Arely y a esa misteriosa "Rosy".
gustavo