Y seguimos pidiendo la palabra: (1987) Taller de creación literaria de la Preparatoria Morelos
“…No, yo, no quiero empezar, estoy como envejeciendo en una noche que apenas comienza y en una ciudad donde todos me conocen. Llega a tanto este deshielo que de pronto ni la voz se me escucha y los ojos se vuelven tan secos como el polvo sobre las banquetas. Ando todo devastado. Además, para que renacer heridas que han dejado de ser rojas. No volveré los pasos sobre mí”.
Y así cayó como si esa promesa le asegurara el día siguiente, no deseado. En vano se pondrá a decir el credo de los vivos. En su escaso tiempo de dos jornadas y calles que lo rodeaban como lecho interminable, era él la definición más incorrecta de la tristeza.
“…De verdad que quisiera poder soportar esta estructura de tiempo sobre mi cuerpo deshabitado, ni siquiera haciéndola parir toda la noche podría engendrar esa puntería que ensancha el pecho…no, no quiero empezar…”
Sin embargo habrá que empezar y terminar sobre ese mundo, sobre ese simular y esconderse del reflejo inevitable en el espejo que ha de ser roto.