Y seguimos pidiendo la palabra: EL PARTO
Sentado en un cubo de colores, empezó a quitarse los guantes, se cruzó de pierna para desabrochar sus exagerados zapatos, uno a uno, lentamente. Una melancólica luz caía sobre su cuerpo alcoholizado. Todos lo observaban atónitos, no daban lugar a lo que estaban presenciando. El hombre continuaba despojándose de su vestimenta.
Recordaba cómo había llegado a ese lugar, la ilusión que tenia de hacer felices a todos, y solo había conseguido ser un bulto entre la caravana de insulsos hombres afligidos, que añoraban tener una cama donde dormir y despertar siempre en el mismo lugar.
Pantalón, saco y camisa yacían en el suelo. Siguió con su sombrero y la ridícula peluca que había utilizado desde su inicio. La luz acentuaba el sufrimiento de aquel borracho sentado en un cubo de colores con estrellas a sus lados rellenados con brillantinas. Con uno de sus guantes restregó su rostro y este iba quitando el pigmento blanco, rojo y rosa que había aplicado hoy por última vez. Cuando termino de quitarse ese atuendo, se encendieron todas las luces y el aguardiente que había en su cuerpo no hizo que se le borrara esa nariz roja.
Con sus ojos vidriosos hizo una reverencia al público y salió desnudo por entre los pliegues de las lonas italianas como expulsado por una madre hacia al mundo.