Y seguimos pidiendo la palabra: CRISTAL
Sentir que no puedes más, es lo que detona todo, tu mundo se derrumba y no logras distinguir entre lo que sueñas y lo que harías; tus más profundos deseos salen a la luz, se vuelven tu día a día y la soledad no es una opción, pensar no ayuda, suponer tampoco, solo te queda actuar, lo que es relativo, puedes querer hacerlo, puedes soñar con ello, si al final lo haces no importará nada mas-.Pensamientos así son los que te orillan a caminar por un pasillo cubierto de vidrios, con una luz al final, que en lugar de esperanza te causa aún más terror.
Si logras llegar lo que te espera es desconocido y si te quedas allí; seguirás sufriendo. Elegir no es fácil, se vuelve peor, si no tienes más opciones como es mi caso; ¿Cómo llegué a esto? explicarlo es tan sencillo como decidir; no espero que lo entiendas, pero lo haré de cualquier modo-.
Empezaré por decirte mi nombre; Sebastián, mi apellido no importa, mi edad mucho menos; vivo con mis padres, las personas que más deberían quererme en el mundo, -mis más grandes verdugos-, las principales razones de que me encuentre en ésta posición.
-Desde que nací, fui su tormento,- digamos que un hijo a los 19 años debe ser un problema; no es posible que recuerde mis primeros años-, pero te puedo apostar que no fueron bellos; mi más antiguo recuerdo viene de los 5 años de edad, mamá,-.(según supe años después)- se drogaba en una esquina de nuestro pequeño, sucio, húmedo y desordenado apartamento, alguien llamó a la puerta y mamá atendió, -era un hombre muy alto que yo no había visto nunca-, mamá me tomó del brazo y me dijo que esperara afuera,- estuve ahí mucho tiempo, hasta que aquel sujeto salió-, mamá estaba despeinada y muy alterada, me dejo entrar y me ordeno ir a dormir.
-Así fueron mis tardes después del colegio por al menos 3 años, papá se iba desde muy temprano, y cuando yo llegaba a casa al medio día mamá siempre estaba en esa esquina; cuando el enorme sujeto no venía, ella se quedaba dormida y yo debía llevarla a su habitación; papá no supo nada todos esos años y si lo sabia no le importaba-.
Cuando cumplí 8 años, al llegar a casa mamá estaba en el suelo y casi no respiraba, llame a la vecina y ella a papá; pase mi cumpleaños en la sala de espera de un hospital sin saber nada de mamá; una vez que despertó, no me dejaron entrar y papá se la llevó. Es una clínica especial-decía él; regresé a casa solo con papá, él estaba muy frustrado y se desquitaba conmigo; -me golpeaba cada que podía-; yo creía que era el precio que debía pagar por no haber hecho nada por mamá y dejar que se la llevara, así que nunca dije nada y no lloraba pues lo tomaba como una ofensa hacia papá, no quería que él se sintiera mal, sentía que tenía suficiente con hacerse cargo de mí, solo.
Mamá salió cuando yo tenia 12 años, papá no se había casado de nuevo así que ellos volvieron a estar juntos, -mi vida fue muy buena por algunos meses-, llegaba del colegio y mamá había cocinado, papá venia a comer, me preguntaban acerca de la escuela y me ayudaban con mi tarea, yo nunca necesité su ayuda pero era agradable sentirlos cerca de mí y sin mas interés que yo-; cumplidos los 6 meses con mamá de nuevo en mi vida y sin los golpes de papá, me dijeron que tendría un hermanito, yo estaba más que eufórico, por fin tendría a alguien con quien jugar aunque ya fuera mayor.
Mi hermano nació; le pusieron por nombre Daniel, era una pequeña bola de carne, era muy gordo y rojo,-es hermoso- decían mis papás; con el tiempo Daniel paso de ser una razón de felicidad, a mi más grande pesadilla; mis papás solo le ponían atención a él a pesar de mis esfuerzos y de que mis calificaciones eran perfectas como mi conducta, mis modales y mis valores pero solo bastaba que Daniel llorara para que el mundo se detuviera y ellos sólo lo miraran a él;
Así pasaron 2 años, y, en ocasiones, me sentaba por horas a observarlo jugar sin la menor preocupación, tan inconsciente del dolor que me causaba; al mismo tiempo yo me preguntaba como una cosa que no superaba el metro de estatura pudo desequilibrar mi mundo cuando éste apenas cobraba sentido y una tarde con Daniel molestando para que jugara con él, yo trataba de hacer tarea pero era difícil pues su voz era el sonido más irritante que mis oídos hubieran rechazado alguna vez, me desesperé y pensé que superficialmente yo lo odiaba, pero era tan pequeño e inocente que el simple hecho de verlo tambalear por el apartamento mientras aprendía a mantenerse de pie, me cautivaba por completo, sin dejar espacio a mi rencor de crecer, él era un demonio.-Haz pasado de ser un niño tierno a un joven amargado y totalmente molesto- decían mis papás cada vez que me atrapaban mirándolo con desdén, yo no hablaba pero al parecer mi sola presencia era un castigo para ellos, con esto en mente tomé la pelota con la que Daniel molestaba tanto, la arroje lo más lejos que pude; la puerta estaba abierta, él salió corriendo, 4 segundos después por primera vez en mi vida me peso que viviéramos en un séptimo piso, salí a toda velocidad, cuando estaba por llegar a la puerta, escuché la mas horrible psicofonía que jamás voy a olvidar; me asome por las escaleras y Daniel estaba abajo; -él era tan pequeño y se fue, mamá y papá no me hablaron por meses, nos mudamos pues según la corte yo maté a mi hermano y debía pagar por ello-, mis papás se repetían que no había sido mi intención; pero estoy seguro que también me culpaban, pues yo lo hago aún; y es que yo maté a mi hermano, ahora, pienso que yo si lo quería, después de todo él me dibujaba siempre a su lado, siempre feliz, y en varias ocasiones, así me hacía sentir, él tenía cierta magia para hacerme ver su mundo tan colorido y simple, tan pequeño, inocente y frágil.
Desde entonces han pasado 3 años creo que ya puedes calcular mi edad, no importa, estoy harto de vivir huyendo, de no poder salir y de que mi futuro se desvanezca cada día, -desde mi baño ésta parece una noche de cristal y no por las estrellas o por el cielo, sino por que justamente hoy con la luna como cómplice y con ayuda de estos objetos plateados que pronto sentiré traspasarme; todo se romperá, como mi hermano, él era de cristal y yo lo rompí, que más da, es mi turno; supongo que mis papás, no van a lamentarlo, es más; creo que es lo que quieren; desde la muerte de Daniel las cosas en mi vida empeoraron, ahora no es mamá únicamente la que se esconde en las esquinas de las habitaciones , ahora papá la acompaña y yo no sé que hacer. Cada vez que los veo, no quiero ser como ellos me resisto lo más que puedo, pero tampoco quiero ser Sebastián; él mató a su hermano, -esta es la única manera de limpiar lo que hice, debo ir con Daniel, debo pedirle perdón, debo jugar con él a la pelota, él solo tenía 2 años y yo lo rompí, yo lo rompí, yo lo rompí, perdóname Daniel, perdóname-. He dicho esto mil veces en el pasado, pero no sirve de nada, no tengo el valor que se requiere para desgarrar mi piel con éstos objetos de plata, no puedo hacerlo, sueño con ello y despierto enseguida; esto me pasa cada noche; y no va a parar hasta que lo haga.
Mis papás, son muy directos, y me dejan pistas por todos lados; puede ser un cuchillo bien afilado frente a mí una vez que termino de desayunar, una pelota roja junto a la puerta abierta del apartamento e irónicamente cada vez que nos mudamos, es a la séptima planta de algún edificio; cada vez que noto algún rasgo extraño no se que hacer, puedo reírme de su percepción de que no lo sé, o llorar por saber que mis padres quieren que me vaya y les importo tan poco que ni siquiera pueden hacerlo ellos mismos; la transparencia de los cristales del apartamento me desespera más que si los muros fueran de color negro y no pudiera ver al mundo exterior, son como voces que no se callan dentro de mi cabeza a toda hora, de ellas, a diferencia de mis padres, no tengo descanso.
La noche que se cumplieron 3 años de la muerte de Daniel, el mismo día en el que mi vida se fue al demonio; en cama con la mente agobiada por los recuerdos fugaces de aquel día, la voz de Daniel resonó por mi habitación, su risa, sus pasos, su sombra; me incorporé y seguí la que pereció ser su silueta; corría por los pasillos, no dejaba de reír, yo le rogaba que se detuviera, pero no lo hizo, seguirlo era involuntario a pesar de saber a donde se dirigía; una de las ventanas grandes de la sala estaba abierta, el viento entraba, la cortina se movía mucho; él se paró en el borde, me sonrió y se dejó caer, no iba a dejar que lo hiciera otra vez, fui tras él; y lo último que sentí fue el viento romperse en mi rostro.
Comentarios (1)
Victoria Madrigal
Muy bien por la autora, me gusto mucho sigue así.