Y seguimos pidiendo la palabra: MÉXICO, D.F. 6 DE MARZO
Se despertó a las siete de la mañana con cierto optimismo, el cual se esfumó dos horas más tarde por la noticia de que el dólar había llegado a los siete pesos treinta centavos –Esto es alcanzar una cantidad exorbitante- se dijo así mismo Federico. Es día, 6 de marzo, tenía que pagar cincuenta dólares a Isabela, amiga que le había prestado esa cantidad en un viaje que hicieron a lo que entonces era el corazón de México; Chiapas. Pero de esto más tarde platicaré.
Federico no terminaba de asombrarse al ver las trágicas noticias del encabezado del diario, Raúl Salinas de Gortari había recibido su formal orden de aprehensión por ser presunto responsable de homicidio del ex – secretario general del Pri, José Francisco Ruiz Massieu. Las cosas pintaban mal, eran las nueve y treinta de la mañana y sólo traía en el bolsillo cinco miserables nuevos pesos, si acaso le alcanzaba para comprar el periódico que leía en el puesto, unos cigarros y pagar el transporte de regreso a casa. A las diez había quedado de verse allí en la escuela donde estudiaba, con la linda madrileña Isabela. A ella la había conocido durante el viaje en el autobús al estado de Chiapas, viaje que hicieron junto con la caravana Ricardo Pozas con el objetivo de internarse algunos días en distintas comunidades indígenas y campesinas de ciertos municipios afectados por el conflicto.
La idea del viaje era también llevar acopio reunido aquí en la ciudad de México por las distintas escuelas de la Universidad, y tomar una actitud de observadores civiles por la paz. El caso fue que ya en San Cristóbal de Las Casas, Federico sufrió un asalto por unos tipos encapuchados –No sé qué pretendían con ese disfraz- platicaba Federico. Fue a noche anterior al día de la salida a las comunidades, y al otro día por la mañana antes de salir con la brigada, Federico le pidió diez nuevos pesos prestados a Isabela; ella sin titubear sacó de su bolsa canguro que le llevaba ajustada a las caderas, un montón de billetes, de los cuales, uno de cincuenta dólares fue dado a Federico.-No he cambiado aún a pesos mexicanos y es que acabo de llegar de un viaje que hice a New York la semana pasada, ¿estarás bien con eso?-dijo Isabela a Federico. La miró con asombro y casi inmutado por la ligereza y confianza que la guapa madrileña le mostraba: “Por supuesto, claro, muchas gracias, te prometo que de regreso a la ciudad de México te pagaré lo antes posible”
-No te preocupes hombre, luego me los das.
Era 6 d marzo, habían pasado más de dos semanas de que habían regresado y Federico se encontraba en tales condiciones, realmente apenado. Y a parte ahora tenía que pagarle trescientos sesenta y cinco nuevos pesos, el actual equivalente a los cincuenta dólares.”Voy a decirle la verdad a mi amiga prestadinero” concluyó para sí, que estoy en la miseria. Además ¿Quién no está hoy en la miseria? En todos lados no se escucha otra cosa si no es que la crisis está dura, que ya no alcanza el dinero para nada, desempleados por todas partes, alza de precios por todos lados, etc.,
Y esto se escucha por donde sea; en la radio, en la pesera, en el microbús, en el metro, en la calle al caminar, dentro de la Universidad, en las aulas, en la ciudad, la violencia ha aumentado, así como los asaltos, los crueles asesinatos a las orillas de la ciudad, qué digo en la orillas, también en el centro, en el norte, en el sur, este y oeste.
Eso pensaba Federico cuando por fin llegó Isabela mostrando una sonrisa que no le era natural, le era ajena, y con su peculiar forma de hablar entre español cubano (pues vivió en Cuba), un español madrileño y un reciente español mexicano. Federico no hizo esperar el momento de explicar la situación. Isabela comprendió perfectamente pero también le anunció su similar estado, cosa que agobió a Federico, pues él debía ese dinero y tenía que pagarlo.
-Ni hablar. Me los pagas después, cuando puedas. ¿Te has enterado de la persecución que hace algunas horas iniciaron los agentes de la PGR sobre Raúl Salinas?
“supe por el periódico que su orden de aprehensión ya era oficial, pero nada más” contestó Federico interesado en la aflicción con que su amiga le preguntaba. –Pues te cuento- dijo Isabela todavía pálida del susto. –yo vivo exactamente a un lado de una de las mansiones de Raúl Salinas, hace una hora apenas despertaba cuando escuché ruidos estruendosos de coches y bocinas, movimientos de pies precipitados y gritos que tenían los agentes, que sin perder ni un segundo rodearon la mansión y hasta mi casa llegaron. “¿cómo? y ¿qué pasó?” preguntaba por la historia que escuchaba. Y reviviendo el momento haciendo exaltar su coraje, la madrileña dijo: -primeramente, esos tipos tan desagradables mostraron sus pésimos modales, llegaron bruscamente golpeando la puerta de mi casa y gritando que abrieran lo más pronto posible. Apenas terminé de vestirme les abrí la puerta confundida y entraron en masas como la gente al vagón del metro en la estación Hidalgo y Zócalo en eso de la uno o dos de la tarde, y uno de ellos dijo: “HACIA EL PATIO TRASERON VAYAN ALGUNOS, NOSOTROS REVISAREMOS EN INTERIOR DE LA CASA”, pero, ¿qué les pasa? Reclamé, ¿qué sucede? no tienen el derecho de entrar de esta manera a mi casa “GUARDE SILENCIO” me interrumpió el de aspecto más tenebroso y ruin, “TENEMOS QUE ENCARCELAR A UN ASESINO Y ÉSTE, SABIENDO QUE LO VAMOS A DETENER PUEDE ESTAR ESCONDIDO TODAVÍA POR AQUÍ, YA QUE NO LE HEMOS DADO TIEMPO DE HUIR”
¿Qué asesino? Pregunté todavía desconcertada, y en eso uno de los hombres que se había dirigido al patio gritó “ALLÁ VA, SE BRINCA LA BARDA DEL VECINO DEL OTRO LADO, TRAS ÉL” en eso, desordenadamente se abalanzaron todos hacia la puerta por donde habían entrado, ahora para salir, y ni siquiera me dijeron nada, sólo al que yo le había preguntado qué pasaba dijo sin mirarme “DISCULPE SEÑORITA”, y salieron. ¿Qué te parece?
Isabela estaba exhausta de su narración, a la que le había agregado gestos y una agitada respiración. “Increíble” respondí como si no tuviera nada que decir por el momento. –Hombre- prosiguió extasiada Isabela –todavía que me asomo por la ventana y vi el absurdo movimiento que hacían los tipos de la procuraduría para atrapar al prófugo y alcancé a ver a la distancia de la esquina de la calle cómo se subía a un coche el perseguido y huía. Éstos fueron tras de él y ya no pude saber más. Me vine para acá con la esperanza de que me pagaras ese dinero, pues como te digo, estoy en la miseria, pero te comprendo, no somos los únicos.
“Y el dólar también subió” agregó Federico, “y el transporte, la comida, todo es cada vez más caro, ¿Qué va a pasar?”
De pronto se hizo el silencio y Federico pensaba en el momento que se vivía entonces, comenzó a reconstruir en su imaginación historias que podría escribir. Tenía algunos años que se entregaba a escribir historias de la cotidianidad, decía que dicha actividad lo satisfacía por completo.
“Hay que inventar Isabela, hay que hacer arte”, trataba de animar el momento, nada bueno entre ellos y en todo el mundo. Ella ni siquiera hizo caso a la ingenua propuesta, sólo dijo que tenía que hacer algo ya y no quedarse con las manos cruzadas. Así, fríamente se despidieron, los dos decepcionados del mundo.
Eran las once de la mañana y Federico pensaba en escribir sus historias, “Es el momento ideal para crear” se decía constantemente. Así se fue tejiendo ideas y conflictos de camino a casa, totalmente abstraído y con el rostro agotado, como duramente golpeado por el tiempo. Una vez llegando a casa, se sentó en la silla de madera, frente a la mesa de trabajo donde lo esperaba un rústica máquina de escribir, se puso a escribir historias por más de cuatro horas hasta quedar profundamente dormido, allí, sentado sobre la silla. Comenzó a soñar un mundo fantástico, soñaba un lugar donde no existían los partidos políticos; no había coches ni edificios, sólo personas que charlaban amenamente, personas que vivían y se reían, se escuchaba la música del mundo, se olían las flores tan diversas y entre ellas los niños se acostaban a descansar y a soñar, pues era el único fin del imaginario lugar.
A las siete de la tarde Federico despertó sobresaltado, comenzó a dar lectura a las historias que estaban sobre la mesa, “¿Qué es esto?” Susurró, “no puede ser, estas historias policiacas no pueden ser, ni estos amoríos, ni nada, estoy convencido de que ya no hay nada que hacer, este mundo ya no existe” estaba fuera de órbita, apenas balbuceó la inexistencia del mundo cayó estrepitosamente de frente sobre las teclas de la máquina, como que una fuerza sobrenatural lo atrajo a golpearse de tal manera. Al otro día en el diario se menciona la muerte de un loco suicida que se había golpeado a sí mismo con una máquina de escribir. Pero, ese pobre loco había muerto por un profundo sentimiento de angustia del mundo en el que habitaba. Mientras, Isabela recogió sus historias, fueron publicadas y tuvieron éxito, ganó más dinero de lo que Federico le debía, aunque vivió con el tormento de su indiferencia a la propuesta de Federico, pero a fin de cuentas ella y el mundo siguieron viviendo.
1995,DF.