Y seguimos pidiendo la palabra: DE TORERA DE LAS AGUAS VII
VII
Qué grande se ve el mar desde que te fuiste:
creció para adentro.
Como si fuera una piedra
me tomaste entre tus dedos,
pediste un deseo
y me lanzaste al mar.
Todavía lo recuerdo... ibas sobre las olas,
erguida,
con el pecho abierto.
Quise gritar: ¡Usa tu capote, torera de las aguas!;
pero me ahogué en mi propio horizonte indeciso.
Cuando vengo de nuevo
a la playa de tu adiós encharcado,
me pregunto ¿cuál fue tu deseo?