Y seguimos pidiendo la palabra: ARAÑAS
(Apuntes para un bestiario)
“¿Arañas...?” Y todas suelen contestar que no. Es difícil describirlas pues son difíciles de escribir y describar. Pero, en cualquier caso, no arañan. Y en el mejor, cuando te gusta... siempre. Pero sólo hasta que no. Y llega al momento cumbre: cuando arañan sin que quieras, cuando duele pero estás ya in media red
De sus vientres obscuros y vellosos no hay qué decir sino “abismo”. Esa fascinación absurda frente a un vórtice. Ese vértigo que todas pero no siempre... que a veces... que cuando pasa
(es sólo que uno no se acostumbrará más a volar sin alas, aun si le consta)
¿Se descuelgan de un hilo finísmo fijo en la tela? ¿Son sus saltos la manera de llegar? Y si tal, ¿a dónde? A veces parecen saltar sin causa. El cuello se hiela de miedo ante esas ocho patas imaginadas en la piel sobre la ahorta. Pero eso mismo, su riesgo inhiriente, lo que serían si se las deja, atrae a todo insecto a jugar con fuego
(por otra parte, son de lo más sencillo que diseñó Dios para el control de plagas y pueden evitar piquetes de sancudo y tener una casa libre de moscas —muertas o no demasiado— durante años; eso hay que reconocerlo)
Comentarios (2)
Annie
En fin, no stalker-shit intended, me da gusto encontrar dónde leerte de nuevo.
Saludos, Annalí.
Marcela
Saludos
Y felicidades a esta página.