Y seguimos pidiendo la palabra: LOS COLORES
Mamá tiene sembrado en el jardín unos rosales, por eso supe como eran. Casi me salen igualitos aunque a los míos les falta el aroma. Pero yo los huelo y me imagino que si tienen. A mi se me hacen mas bonitos estos que los que mamá siembra en el jardín porque no tienen que regarse y nunca se secan.
Fred no conoce estos dibujos, menos conoce de flores. Un día le dije que ya dejáramos los monos y que nos pusiéramos a dibujar pero no quiso porque dice que esos son juegos de niñas. Entonces lo dejé solo jugando con sus monos y me trepé al sillón para ver por la ventana. Asomé la cabeza y en eso vi de pronto que chocaron dos carros fuerte, fuerte como cuando Fred y yo chocamos a sus monos. Fred escuchó el golpe y brincó al sillón para ver también por la ventana lo que pasaba. Los dos vimos que uno de los carros quedó arrugado como las bolas de papel que yo hago cuando no me gusta un dibujo. Fred me dijo que fuéramos a ver pero yo me negué porque no tardaba en llegar mamá y me iba a encontrar otra vez afuera. Fred ahora no se enojó y se quedó conmigo. Lueguito escuchamos que por ahí venia la ambulancia y la gente se apartó para dejarla pasar. Los señores de blanco estuvieron jale y jale la puerta de uno de los carros hasta que la abrieron y uno de ellos corrió hacia la ambulancia con un niño en los brazos. Fred y yo nomás nos volteamos con los ojos bien pelones. A mí me empezó a latir el corazón como cuando despierto asustado después de soñar con esos monos.
Fred me pidió que siguiéramos jugando y se bajó del sillón pegando un brinco. Yo no le hice caso y me quede pegado en la ventana. De pronto vi que llegó corriendo una señora y lloraba bien recio, yo creo que se oía en toda la cuadra. Hizo por acercarse a la ambulancia pero los señores de blanco la agarraron de los abrazos y no la dejaron. Fred me decía que bajara para seguir jugando y le repetí que no y entonces agarró sus monos y se fue bien enojado. Yo estuve un rato en la ventana y ya que se apartó toda la gente fui por mi cuaderno y me puse a dibujar. Primero hice la cara de una niña y le pinté bigotes. Le puse un cuerpo enorme como los monos de Fred y la colorié toda de rojo. Me gustó tanto que arranqué la hoja y la guardé en mi cuarto donde tengo los demás dibujos. Después pinté un caballo azul y arriba le puse a un señor gordo con un sombrero verde. También pinté muchas flores de todos colores y arriba le dibujé rayas azules como si lloviera. Las olí y cada una tenía un aroma diferente.
Mamá todavía no llegaba. Hay días en que se tarda y regresa muy noche cuando yo ya estoy dormido. Pero esa vez me quedé a esperarla. Se fue poniendo oscuro y por la ventana miré que apareció la luna. Hacía mucho que quería verla pero nomás salía un pedacito. Ahora si estaba toda la luna llena. La vi por un rato y me dieron ganas de estirar la mano y alcanzarla. Así estuve por buen rato hasta que lo logré.
“En el tranquilo cielo estaba, como en una pálida bruma de ensueño, misteriosamente fatal, la luna” Eso dice el cuento que mamá me lee antes de dormirme. Pero una cosa es que ella lo lea y otra cosa es que yo toque la luna de verdad como lo hice aquella noche. Si Fred estirara la mano por la ventana a lo mejor pudiera saludar a su mamá que está en el cielo.
A mí se me hace fácil, es cuestión de cerrar los ojos y luego imaginarse. Apuesto a que si Fred lo hace se olvidará hasta de sus monos. Yo veo la luna desde el sillón y me pongo a dibujarla grande, grande. Sé que mamá no tardará en llegar, estoy seguro.
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yanitza carolina jacinto castro