Y seguimos pidiendo la palabra: EN EL NORTE YA NO HAY PLAYAS
En el fondo verde de las botellas, ensortijado al vuelo de tardes
y de xanates hambrientos, de honduras de la tierra de los días,
escucho la respiración del venado azul.
Ahora lo tengo tatuado en la piel y canta.
Abro las ventanas: relámpagos de medianoche; las formas apenas
nacen en la comisura de la página; desde el Níger hasta el
Nazas he venido silbando la lluvia que no me cobija como una
música infinita, y que taladra la cerradura de mi conciencia.
Serpientes, chacales y escorpiones vienen a buscarme por la tarde,
y no me encuentran.
En el Norte ya no hay playas.
Horas pardas sobre el desierto de las madrugadas y el embiste
de viejos brujos venidos quién sabe de dónde: no se detienen
hasta llegar a las aceradas puntas de unos pies sólidos…
Entonces el flaco registro de los años se desmaya sobre la línea.
Y algo me dice que continuaremos sobre la ruta incierta de las
pesadillas y de las tolvaneras; doce soles
desde que decidí no esperar más
y me he quedado con el aliento marítimo
de los puertos de la Imaginación.
Huele a ínsula.
La arcilla me ha moldeado el cuerpo y el pensamiento a través de
los siglos de nubes.
*Poema extraído del libro En el Norte ya no hay playas, Andraval ediciones, Culiacán, 2011.
Comentarios (1)
Ale Chávez
Gracias.