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Y seguimos pidiendo la palabra: HISTORIA MISTERIOSA Y CON FINAL PENDIENTE, PERO PROMETIDO

Escrito por Lucas Sin Chaveta en Sábado, 19 Abril 2014. Publicado en Literatura

Parte 5: “Que bonito soldadito”

 

En uno de los laboratorios del Círculo, el doctor Óscar hablaba con voz congestionada.

            —Fueron pocas pérdidas: los dos médicos de guardia, una enfermera y unos pacientes. Será fácil hacerlo pasar por un accidente.

            —No se preocupe, señor, usted tomó su decisión en base a delicado de la situación. Quizás hubo factores inesperados que afectaron el proceso, sin embargo, los soldados tienen al muchacho; será entregado al Círculo y eso, eso es lo importante —dijo Levska.

            Mientras hablaban, Raúl soñaba con una montaña rusa. Caía por rieles que se deslizaban entre nubes de tormenta.

            —Sí, Levska, gracias. Estás siendo condescendiente,  lo cual no es algo que esperaría de ti. Sabes que no debió suceder. Fue un error, el primero. Me hace pensar en cosas que creí olvidadas… Tal vez no puedas entenderlo.

            —¿Qué cosas Doctor? Puede decirme.

            —Hmmm… Cuando era niño unos imbéciles (bullies les dicen) me encerraron en el baño con una rata gorda sacada de no sé qué cloaca. Desde ese momento nunca dejo de pensar en los chillidos. Sus dientes. La cola negra.

            Hizo una larga pausa para reflexionar si valía la pena explicar la relación. Una gota de sudor empezó a resbalar por su frente.

            —El Círculo conoce muy bien esa historia Doc. No hay nada que no me hayan informado.

            —Estuve horas así, los bastardos no dejaron de reírse… Ahora pienso que pude haber hecho algo… No debí gritar. Ellos no dejaron de reírse. Me hice pis…

            Raúl sudaba. El vagón en el que iba se desplazó raudamente sobre su carril. Sus acompañantes también eran incómodos: a su lado una figura gelatinosa tremolaba; su cabeza era una bola de vidrio que contenía la imagen de un rostro. El vagón subió por una pendiente. Sentados atrás, sin que el traqueteo los interrumpiera, dos personas charlaban, no los vio; distinguió palabras sueltas: “círculo”, “motivo”, “falla”. ¿De quién era la cara dentro de la esfera?,  era familiar.

            Por más que lo intentó, no pudo recordar el inicio del recorrido. Tenía la impresión de que no era la primera vez, pasando por debajo, yendo hacia algún sitio desconocido. Es más, tal vez ya se encontraba debajo y todo esto no era más que un recuerdo.

            ¿Era quizás su hermano? No, no era su hermano. Disminuyó la velocidad. Llegaron a lo más alto. Desde allí, en la infinita profundidad, vio enjambres de luciérnagas agrupándose en círculos; acercándose, alejándose, ¿o acaso eran células titilando en la danza eléctrica de la sinapsis? Le quedó claro, el rostro dentro de la esfera era el suyo.    

            Inició el descenso. Iban tan rápido que sus huesos se salieron de su lugar. La piel de su cuello se abrió; si no sujetaba su cabeza la perdería para siempre. Levantó las manos y apretó sus orejas.

            —Creo que ese incidente definió mi vida… Tal vez si hubiera resistido el Círculo no me tendría…  —balbuceó Óscar.

            Se quitó los lentes y se rascó el puente de la nariz. La humedad llenaba los surcos de su frente.

­            —El muchacho… Él  sí pelea. No se paraliza. No se mea.

            Los desconocidos sentados en la parte posterior hablaron de nuevo. La velocidad disminuía, pensó que por fin el paseo se terminaba; los rieles desaparecían en  el interior de un túnel. Puso atención a la plática. Esta vez entendió todo.

            — Y yo… yo… No entiende nada. El pobre cree que entiende.

            —No me parece apropiado que hable de ese modo, recuerde que usted no manda aquí. — murmuró Levska.

            —Entonces, ¿lo correcto es que siga burlándome? 

            —Usted puede hacer lo que se dé la gana mientras no afecte nuestras actividades. Recuerde que tenemos un trabajo que cumplir; si el sarcasmo y la excentricidad le ayudan a sentirse cómodo, perfecto, adelante, eso nos ha funcionado bien… Nada más, creo que es preferible que evite caer en nociones de ¿cómo se dice?, ah sí: humanidad…

            Raúl despertó. Una mampara osciló colgando del techo de roca. Su espalda reposaba sobre una superficie dura y frío. Cuatro pares de ojos lo observaban; las cuatro personas usaban batas blancas y cubrían su rostro; las manos enguantadas en látex lo toqueteaban. Cuando hablaron, los recuerdos fluyeron, había reconocido dos voces: el doctor Óscar y la mujer del pesero.  Ellos, los culpables.

            —Llévenlo a la celda número trece —ordenó el doctor a dos enfermeras que esperaban en silencio.

            Las enfermeras desconectaron el equipo que monitoreaba sus funciones vitales, le sacaron las intravenosas de las muñecas y revisaron las contracciones del iris.

            —Está recuperando el conocimiento, —dijo Levska—  tal vez debamos aumentar la dosis de tranquilizante.

—Ya, llévenselo.

            Ella se contuvo de replicar. Hizo un ademán con la mano. Las enfermeras entendieron. Sentaron a Raúl en una silla de ruedas empujándolo con brusquedad hacia la salida. Avanzaron por el corredor en dirección a la última parada.

            —Angélica, olvidaste esposarlo —repeló una de las enfermeras.

            —No dijeron nada. Además, velo, es una coliflor.

            —No tienen que decírtelo. Lo sabes, es el protocolo.

            —Bueno, bueno, perfecto, pues lo esposo, no hay cuidado.

            Angélica desvió su atención al notar a un guardia que caminaba delante de ellas.

            —¡Uy!—exclamó— checa eso.

            Cuando le pasaron por un lado el hombre les dedicó una nerviosa sonrisa. Las chicas cambiaron la cadencia de sus pasos, contoneándose tanto que parecía que algo les picaba.

            —Qué bonito culo tiene este soldadito.

            —Cien por ciento de acuerdo —un suspiro.

            Los ejes  mal aceitados de la silla volvieron a chillar. Lo llevaron cuesta arriba por una rampa.

            —Cómo odio este trayecto.

 

 

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