Y seguimos pidiendo la palabra: INMENSOS OJOS AZULES
¿Javier?, sí, él habla. Soy Estela, hermana de Blanca, ¿me recuerdas? Sí, sí, ¿Y Blanca?, de eso quiero hablarte, está enferma, yo sé que ya han pasado 30 años desde la última vez que se vieron…33, sí, bueno 33. Está muy grave y quiere verte. Te paso la dirección del hospital, tienes donde anotar…
Javier conservaba un aire del joven al que Blanca se entregaba y siempre pensaba en ella. Sus ojos azules, inmensos, su cabello largo y liso, rubio. Sus pezones, muslos, vellos, su sexo. Todo, aun sentía su saliva…pero no pudo imaginársela enferma.
Qué tanto habrá cambiado su cuerpo, su cara, su voz.¿Qué enfermedad padece?
Una mujer con cabellos cenizos, arrugada en exceso, tal vez por lo claro de su piel, con mascarilla de oxígeno, ¿será ella?, se sentó a su lado y le tomo la mano.
Tiene los ojos cerrados, mangueras conectadas a bolsas colgantes, que surten gota a gota vida, un electrocardiograma lanzando punzadas lentamente.
Blanca, soy Javier…te amo, la mano de la enferma haciendo un esfuerzo quiso apretársela.
Javier entristeció, sin embargo, le contaba todo lo que había hecho desde la separación, en tono de broma. Le besaba la mano con delicadeza y ternura, teniendo cuidado con la aguja.
Recordó sus lunares, sus muslos y la última vez que se vieron; ella traía puesto un calzoncito rojo de encaje, Javier sintió que le temblaban las manos, su respiración fue profunda, hinchando su pecho y su bragueta, volteó hacia todos los lados, se levantó, corrió la cortina y acarició el pie por debajo de la sábana, luego su mano transitó hasta las rodillas. La enferma haciendo el esfuerzo de abrir las piernas. Javier le ayudo cariñosamente.
Mantenía sus ojos cerrados mientras en líneas paralelas su recuerdo y su mano acariciaban los muslos de la paciente, que hacia un esfuerzo por apretar con sus manos las sábanas. Javier quería sentir los vellos y la humedad que le hacía suspirar cada vez que la recordaba.
Metió el dedo entre las piernas de la enferma, que reaccionaba positivamente. El electrocardiograma intensifico su trabajo, Javier se asustó y saco su dedo. Dio un paso hacia atrás; observa cómo se va dibujando una sonrisa entre la mascarilla de oxígeno.
Escuchó pasos y regreso a la silla, mientras la enferma continuaba con los ojos cerrados.
Señor, termino el horario de visitas, dice una enfermera.
Javier se despidió, prometiendo volver al día siguiente, besó a la enferma y cuando giro para marcharse, lanzó su mirada sobre el hombro y pudo ver que la mujer que estaba en la cama abrió sus ojos.
Eran color café.