Y seguimos pidiendo la palabra: MIELECITA
Con el ojo alineado a la mira temblorosa de su pistola, el hombre mayor vio palidecer al joven maestro de gimnasia y buscar apoyo en un banco de pesas.
— Padezco Hipoglucemia—confesó el joven…quién lo hubiera dicho, con ese cuerpo de escultura.
— Noté que salías con mi mujer porque ella cambió mucho, adelgazó, dejó de fumar, se arregla mejor, canta todo el día canciones que no le había escuchado, cocina mejor…
El joven atleta respiraba con dificultad.
—...ahora se siente más joven y más alegre, fue muy evidente, incluso en la cama, se ha vuelto una fiera, me exige mucho, inventa cosas nuevas, y siempre quiere hacer el amor… qué te voy a contar…
— Por favor no me mate—alcanzó a balbucir el joven, casi en el piso, a punto del coma.
— ¿Matarte?— el hombre mayor bajó la pistola mirando al otro con preocupación—No, si el fierro era para que tú no me golpearas a mi y me dejaras hablar… ¿te puedo ayudar, tomas algo?
— La miel… por favor…allá está…
El hombre mayor acercó la cucharita con el dulce a la boca del desfallecido muchacho.
— En realidad quería conocerte y, bueno, agradecerte…mira: quiero que sigas con ella, ¿me entiendes?, no quiero que la dejes. Es más, te advierto que no debes hacerla enojar, ni causarle tristezas…si te atreves a dejarla plantada o a maltratarla, pues entonces sí tendría que meterte un plomazo ¿me entiendes?...—apoyaba lo que decía con la punta del arma en la oreja del joven.
— Si—balbuceó el profesor de gimnasia luchando con sus temblores—entiendo perfectamente…— el hombre mayor bajó el arma.
— Bien, por lo demás, puedes contar con mi silencio, y a ti ni se te ocurra andar alardeando por ahí, no vayas a hablar de esto con nadie, y no le cuentes a mi señora, ¿está claro? No le digas que te vine a ver…
— ¡Clarísimo!, haré lo que dice.
— Ah, y por ningún motivo vayas a ser infiel, entonces sí tendríamos que matarte y sería una lástima…
— Ni pensarlo—dijo el joven.
— Muy bien,… ¿más mielecita?
Madrid, 2007.