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Cultura empresarial: LIDERAZGO Y HONOR

Escrito por Jorge Alberto Vale Sánchez en Martes, 13 Noviembre 2018. Publicado en Jorge Vale, Jorge Alberto Vale Sanchez, Cultura Empresarial, Desarrollo organizacional

Hay una realidad inocultable en las relaciones humanas: cuando se trata de la organización del grupo se plantea la necesidad inevitable de resolver el asunto del liderazgo; éste, a su vez, conlleva otros problemas sobre las distintas maneras de organizarse y, por lo tanto, de ejercer ese necesario liderazgo del que hablamos. Esta vez no nos detendremos en las formas de organización, lo haremos en las maneras de ejercer el liderazgo en la organización del grupo, sobre todo cuando se trata de organizaciones o empresas. 

La relación se plantea de manera bipartita: siempre hay dos partes que interactúan y se intercomunican, se trata de una relación de interdependencia. No es raro entonces que como seguidores esperemos de nuestros líderes una serie de cualidades que los vuelven a nuestros ojos, en el mejor de los casos, la gente ideal para representarnos. Es indispensable, de inicio, que el líder garantice credibilidad, misma que se caracteriza por la presencia de valores como la honestidad,  la visión de futuro, capacidad y  poder de motivación. En la práctica el verdadero fundamento y poder de liderazgo provienen del establecimiento de relaciones interpersonales basadas en el honor. El honor, no hay duda, se gana con el ejercicio del liderazgo basado en principios. El verdadero honor, además, se construye a partir del reconocimiento favorable  del grupo hacia su líder: más que una cualidad implícita en el propio líder, el liderazgo por honor es la confirmación de que se ha cumplido cabalmente en la conducción de la grey, del grupo o del equipo de trabajo.

La labor cotidiana dentro de las empresas nos lleva a jugar el rol tanto de líder, como de seguidor según corresponda a nuestra posición laboral o bien a la actividad emprendida. Pero, ¿por qué seguimos a un líder? Más que una respuesta a la anterior pregunta podemos caracterizar tres formas distintas de influir sobre las personas y que comúnmente interpretamos como formas de liderazgo. Cada una de estas formas de influencia tienen implicaciones relevantes para nuestras instituciones.

 

 Una forma de influencia es aquélla en que las personas siguen a un líder por miedo. El establecimiento de una relación basada en el poder coercitivo lleva a que las personas teman por lo que les pueda suceder si actúan o dejan de hacerlo de determinada forma. El seguidor y el líder establecen una relación tipo “esclavo-amo”. El seguidor por temor a perder o no obtener lo que desea acepta todo, o finge hacerlo. Las relaciones interpersonales se fundamentan en la desconfianza, la mentira y la deshonestidad y favorecen poco o nada al ejercicio de la lealtad y la verdad. Es común que el temor lleve a agrupar a los seguidores en contra del líder y a socavar su poder y el de la propia organización. El liderazgo basado en el temor requiere un fuerte sistema de control y vigilancia que asegure su duración. Este tipo de liderazgo imposibilita el trabajo en equipo y daña de forma acelerada el trabajo organizacional.

Una segunda forma de influencia sobre las personas se da cuando éstas siguen a un líder por las expectativas de beneficio que tienen de él. El establecimiento de una relación basada en el poder utilitario lleva a que las personas promuevan con su relación un canje o intercambio de valores.  Tanto el seguidor y el líder establecen una relación tipo “cliente-proveedor”,  las relaciones interpersonales se basan en el sentido de equidad entre lo que se da y lo que se recibe pero poco en la lealtad, hay una dependencia entre seguidor y líder para la coexistencia, y los seguidores apoyan y mantienen al líder porque les resulta provechoso o funcional. El sostenimiento de este tipo de liderazgo se basa en las influencias  y perdura mientras perdura la utilidad. El liderazgo por poder utilitario promueve el trabajo individual y es el más común de encontrar entre nuestras organizaciones públicas aunque poco ayuda al desarrollo de una cultura organizacional.

La tercer forma de influir sobre las personas corresponde al verdadero liderazgo, y es en el cual las personas siguen a alguien porque creen en él como persona y en lo que está tratando de hacer; es un liderazgo en el que se confía, se respeta y se honra a los participantes de la acción, sean seguidores o se trate del líder y es, por tanto, una relación fundamentada en el honor y la ética. Esto es una relación biunívoca entre seguidor y líder centrada en los principios comunes a ambos. Seguidores y líder buscan conjuntamente construir sus deseos y creencias, y establecen una relación como “asociados”. No es éste un liderazgo forzado por las circunstancias, sino de suma de voluntades. El liderazgo por honor promueve y se basa en el trabajo de equipo, y en el respeto pleno a los principios y valores comunes a la institución y a sus participantes con lo cual se fortalece un sistema de control al interior de la organización basado en los propios participantes, es decir en el autocontrol. Los seguidores reconocen a su líder como una persona honorable, con visión del futuro deseado por ellos, como personas y como organización, y con la capacidad de poder alcanzar dicho futuro de manera real y de forma práctica y segura. Toda actividad se fundamenta en el compromiso de hacer lo correcto, y de respetar los principios comunes. El liderazgo por honor fortalece a las empresas y fomenta la cultura de la verdad.

 

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