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Y seguimos pidiendo la palabra: DE ARRECIFES Y OTRAS DERIVAS... (07-Jun-14)

Escrito por Florentino Ortega en Sábado, 07 Junio 2014. Publicado en Poesía

UNO

 

Pudiera ser que un día te durmieras

igual que siempre, igual, después de todos,

pero muerta de sueño te olvidaras

de anclar tu casa, en la noche soledosa,

y como por un descuido, te olvidaras

de revisar el cabo que te amarra a la vida

y te tendieras, desplomada, suicida

y zozobraras 

y en ese plenilunio marino, como un barco

tras la estela plateada navegaras

sin timón, sin rumbo, sin destino

y yo te viera desde mi pequeño arrecife a la distancia

con el dolor de un cormorán herido en la borrasca

espulgándome una humeda soledad entre las plumas

y observara que pasas... pasas... pasas...

 

DOS

 

Odio los sitios vacios de ti

donde tu presencia es solo una sonrisa detenida

en la punta del tiempo

me da pereza el mundo

que rueda liso y aburrido

como si siempre fuese un día después de un funeral

 

Odio los días sin ti

los mastico como pan sin levadura

como masa sin sal

 

Mi cuerpo es un viejo balandrajo que ondula sin destino

desprendido del ancla que solías ser

desprovisto del timón de tus besos

empeñado por adujar sobre cubierta

tus recuerdos salinos

por eso quizá también odio al mar

con esas ganas de odiar desaliñadas

 

Amo dormir. Con aquella premura adolescente

guardo los arreos del día, lo estibo desordenadamente

en los entrepaños de la vida,

o los arrojo en el aguamanil de la cordura

para atravesar el río que separa la noche

y oir tu voz tras el chirrido de los goznes

del sueño

para luego verte como si no te hubieses ido para siempre

y entonces, tomados de la mano, correr por la vaguada

como cómplices

en esa huida total y subrepticia.

 

TRES

 

Lloras. Sobre mi brazo que te sirve de almohada siento que se quiebra una lágrima. Primero una. Luego otra, hasta que poco a poco te deshaces del alma.

Lloras.

Como una gota en la caverna tu suave y humilde y recatado llanto va abriendo oquedades en la medianoche de la noche. Te abrazo. Te me escapas. Sin moverte siquiera te me escapas con la respuesta de siempre cuando lloras: es el mar que me mata y después un silencio que se alarga mientras mis dedos se enredan en el sargazo de tu pelo, buscando brincar esa distancia, buscando llenar ese abismo que debe haber entre mi miedo y tu nostalgia, buscando ver qué tan grande es el hueco que se te fue creciendo dentro el alma.

Es cierto, que el mar, ciego, se estrella contra los inamovibles farallones, o en la playa se rompe en miríadas de estrellas de alabastro, o ensaya una triste canción contra las paredes de las pangas, pero como para que el mar te mate de tristeza, como para que te reseque la garganta, como para que el mar te parta en dos todas las noches. Sí, es el mar que me mata, insistes; te desplomas, sola, fugaz, deshabitada, y yo me imagino que tus ojos atraviesan los muros de la casa y buscan en la playa, buscan cuando tú yo corríamos desnudos por la arena plateada por la luna, sin temor a que la gente descubriera nuestra luminiscencia desde lejos, y desde lejos, nos hacía ver como pequeños peces submarinos que en el fondo brillaban.

¿Por qué amar el mar de esa manera? ¿Por qué amar esa vastedad que daba miedo si con oír una caracola nos bastaba? Pienso, intento, adivino, para que ahora vengas y me digas que es el mar que me mata.

¿Por qué? Pregunto y mi pregunta se me queda colgada entre las plumas de cormorán herido en la borrasca porque te escucho muerta, desahuciada, cansada por ese largo duermevela que debe ser llorar en madrugada.

 

CUATRO

 

Llego junto a la Maula, la diviso

Veo su cuerpo tendido como azul arrecife

brillando en aquel desierto que es la noche.

Esa luz de la Maula, tan mansamente irreductible

tan apasiblemente irrefragable

Esa luz deshabitada, sola, como una isla en el espacio

Esa luz como faro que arroja playas siderales a mi

barco galáctico,

Me desvisto, pequeño, me recuesto

temiendo apagar esa hoguera silenciosa

luminiscente, suave.

Todo tiene de cosmos, de desierto,

de mar que huele a hembra recién bañada

donde captura peces somnolientos

y donde sus manos son parvadas de gaviotas

ciegas de tanto sueño.

Me aprieto contra las nalgas de la Maula

Me protejo en su espalda

Me dejo llevar por ese plenilunio inacabable

Por ese suave lamento de sirena varada a media noche

Me despellejo, me transporo, me deshago en la nada...

 

CINCO

 

Navegamos el sueño

montados en esta balsa

que son nuestros dos cuerpos abrazados

subimos y bajamos por montañas acuáticas,

a la deriva vamos seguidos por miriadas

de peces luminosos.

Dejamos atrás la silenciosa varazón

de ballenas suicidas en la noche

y con ternura zozobramos.

Una luna arriba y otra abajo nos persiguen

y nosotros ingrávidos flotamos

entre estos dos espejos temblorosos.

Nos dejamos llevar,

Nos alejamos del litoral repleto de arrecifes

como fantasmas blancos ellos, nosotros

como blancos fantasmas

deslizándose en este silencio que es la noche

en esta noche que es un silencio de agua,

yo soy tú, tú eres yo, somos nosotros

indisolubles, anclados uno al otro

con estos cuatro brazos que se abrazan

rodeamos algún arrecife solitario

que como sombra pasa

¿Qué llevamos por vela si estamos desnudos

ante este mundo mágico?

¿Qué cabo puede atarnos a la vida si juntos decidimos

arrojarnos al mar de madrugada

y hoy es noche, ya noche y proseguimos

en esta misma aventura enamorada…

 

SEIS

 

Su silueta querida

se recorta a lo lejos

sobre todas las cosas.

El mundo se hace nada

con tan sólo mirarla.

Cómo borra el contorno

su cuerpo detenido

como suave velero

que llena la distancia.

 

La descubre a lo lejos

sin que nadie lo note

y luego sueña, piensa,

que también lo descubre

y en el centro del río

se encuentran sus miradas

y entonces se imagina

que como él, es un beso

que tiembla en la otra orilla

y que canta la misma

canción desesperada…

 

SIETE

 

Era cuestión de echarnos, cada quien en su antípoda,

sobre su respectiva impavidez,

y observar las Oriónidas rasgar el denso velo de la noche.

Era sólo cosa de entrecerrar los ojos

y desfallecer nuestras manos, como muertas

sobre los pechos oprimidos

La la y adivinar los destellos en el lado oscuro

de la luna creciente,

y contener el aliento a duras penas para saltar sin miedo y despeñarse

en ese pozo tachonado de estrellas.

Sólo era cosa de trepar por ese cabo del silencio

hasta escuchar la música del cielo,

como una resaca luminosa sobre playas galácticas.

Era sólo cuestión de buscarnos como tizones cenicientos

para viajar a al punto sideral de nuestro origen.

Sólo era cuestión de buscarnos y encontrarnos…

 

OCHO

 

El la huele a distancia, la presiente,

desnuda el espacio, detiene el tiempo,

hay tambores de guerra en su garganta

Se desliza entre el gentío como el aire

pesado, como en cámara lenta,

como en el eterno túnel de la muerte

la busca, como buscar la luz sobreviviente.

Ella toca su olor, lame el aire que lleva

su presencia, sus vísceras atadas al potro

de tormentos suplican, se retuercen,

quema y raspa el aire que inhala agonizante

las paredes del alma y sin embargo

baila su corazón en la punta del viento

una canción sabida y olvidada.

Los dos van acercándose y sin verse

van desandando camino tras camino

y van reconstruyendo los puentes que ayer

dinamitaron con adioses y lágrimas

y van levantando paredes carcomidas

por empapados nuncamases

y van recogiendo con sus trémulas manos

las huellas de alabastro que dejaron

por si había necesidad de reencontrarse

y se van encontrando y encontrándose

se cruzan como dos navíos sin luces en la noche

y detrás de ellos parvadas de pájaros marinos

que otean horizontes oscuros y distantes…

 

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