DE MINIFICCIONES II
Lucía había estado viendo llover bajo el granero. Ansiaba terminar de coser aquel áspero costal. Will, su marido, no perdía la oportunidad de prolongar los juegos de azar en la tasca del pueblo, reconocido además como el bebedor Will. Lucía hubiera querido quedarse en México, con su madre, ayudando en las labores de la fonda; en cambio su marido no llegaba a casa. Los relámpagos amenazaban con demoler toda Alabama. Y ella tejiendo un costal de heno para proteger el cuchitril de la cerda recién parida. Se recostó un momento sobre la paja, a descansar y despreocuparse de los niños y del hombre. Así la encontraría al día siguiente Nancy, la pequeña, con la aguja de zurcir incrustada justo en la nuca.