EL DEDO EN LA LLAGA III
Se quejaba con mayor frecuencia. Para él trece doloridas horas en cama. Dafne, enfermera tipo play boy de rubia cabellera, levantó la sábana para inspeccionar al enfermo terminal. Ahí había una rigidez de cuento de hadas que le desbocó el corazón. Se humedeció los labios y los puso suavemente sobre la dureza del enfermo. Tres días después de húmedos masajes y terapias sudoríparas la enfermedad de la rigidez perpetua cedía notablemente.