EL HOMBRE DE LAS MANOS DE NUBE XIV
XIV
Sobrevivimos
silentes
ni fieles ni creyentes de nada
sudando
cantando a veces
amando
los demás
los que tú ya no eres
la palmera que se estira largo para arriba
y se desdobla de sí misma contra el viento.
Ahí sigue todavía
herrumbroso
el portón de hierro
(nunca rechinó la despedida)
aún espera
que le aceites la juntura de las bisagras.
Hoy me tanteo
tan fácil como soltar el llanto
e imposible como abrir los brazos
y estrechar la abrumadora distancia incorpórea.
Pensar la muerte Dios
me duele la espalda a perpetuidad
mientras escribo estilos
es decir piedras
con las que lapido a los seres queridos.