Mitos, cuentos y leyendas: La niña del arroyo hondo
En la zona de El Zacatón, a 3 kilómetros del poblado El Triunfo, vivía la pequeña Irenea. Tanto su mamá como su papá, quien era un sargento retirado, eran de edades avanzadas y por ese motivo los dos padres se extrañaron mucho al enterarse que Paula, la madre de Irenea, estaba embarazada.
Con sus cabellos rojizos, ojos verde esmeralda y piel blanca, Irenea era víctima de maldiciones y rumores por parte de los vecinos de la comunidad quienes aseguraban que la pequeña era la viva reencarnación del demonio. Aparte, Irenea era una niña muy desarrollada para su edad, hablaba claramente y hacía cosas de una niña de tres años cuando apenas tenía uno.
Doña Ramona Ortega, vecina del poblado, aseguraba que al ser concebida la pequeña Irenea cuando sus papás pasaban de los setenta años y tener piel blanca con cabello pelirrojo cuando sus padres y hermanos eran morenos de cabello y ojos obscuros, era señal de que algo no estaba bien.
Un 12 de diciembre el pueblo entero se juntó en la iglesia del pueblo para celebrar el Día de la Virgen de Guadalupe, todo parecía normal hasta que Irenea empezó a jalar de la falda de su madre insistentemente para salir de la iglesia, aseguraba que el techo se iba a caer. Al salir la madre con si hija de la iglesia el techo se vino abajo provocando la muerte de 12 personas y un gran número de heridos.
Al día siguiente durante el funeral, bastó con que una persona señalara a la niña como culpable de lo ocurrido para que todo el pueblo apedreara y agrediera a la familia. Irenea y sus hermanos fueron protegidos por sus padres, aunque estos resultaron heridos.
Ante esta situación el padre de la iglesia pidió al pueblo que guardara cordura, aclaró que la niña había sido bautizada y sus padres asistían regularmente a las misas, pero nadie lo obedeció y una noche decenas de habitantes de El Triunfo fueron a El Zacatón y prendieron fuego al hogar de Irenea. El pequeño cuerpo calcinado de la niña fue reconocido por unos mechones de cabello, su cadáver fue amarrado con una cuerda y tirado a rastras por el arroyo hasta el pie de un guamúchil.
Desde entonces, hay quienes aseguran ver a la niña de cabello rojo portando un vestido blanco, asustando por las noches a los automovilistas que circulan por ese tramo de la carretera.