Mitos, cuentos y leyendas sudcalifornias: CORAZÓN DE INOCENCIA
No se sabe la fecha exacta en que el hombre apareció sobre la faz de la tierra, ni el momento en que conoció a aquella -sacada de la costilla del hombre- con la que iniciaría a poblar el macizo continental. Pasaron varios soles para que aquellos pobladores se dispersaran hasta llegar a la antigua California, en la búsqueda de un lugar para vivir y reproducirse, donde entre cuevas y matorrales formaron una gran tribu que se organizaba para protegerse de los animales salvajes en la búsqueda de algo para comer.
Cuando la luna se escondía, la resplandeciente y calurosa luz del sol se asomaba entre los cerros llenos de matorrales, entre el palo blanco y copalquin, entre dunas y los pequeños animales de la creación. La soledad del lugar dejaba escuchar el sonido del viento y el cantar de las aves como hermosa melodía.
Todo parecía un paraíso enviado por los dioses pero poco a poco se fue escaseando, el alimento no alcanzaba, las lluvias eran cada vez más escasas y parecía que los rayos del sol pudieran quemar las plantas como fuego, como si tuviera vida y quisiera venganza.
Por más que la tribu ofrecía sacrificios de animales, no era suficiente, ya era muy tarde, los dioses se sentía ofendidos por tantos años de ignorar los beneficios brindados sin agradecimiento alguno, había que hacer algo nunca hecho para pedir perdón, había que hacer un verdadero sacrificio; el guama de la tribu habló entonces, dijo: -ofreceremos la sangre de las doncellas de la tribu para contentar a Miparajá y a Ibó- y así fue.
No pasó otra noche sin que el holocausto se realizara y el rayo de sol apareciera entre los cerros, para vislumbrar los cuerpos de doncellas vírgenes sacrificadas a los dioses.
Aquella carne viva que palpitaba al ser arrancada de la inocente doncella, fue sepultada bajo la tierra entre ceremoniales dirigidos por el guama de la tribu, aquella tribu que bailaba y cantaba para pedir perdón a los dioses por mal agradecidos años atrás.
La respuesta de los dioses no se hizo esperar, el cielo se empezó a obscurecer y cubrirse de nubes con fuertes golpes de tormento que hacían temblar la tierra y llenar de miedo a la tribu, quienes empezaron a correr y protegerse en sus cuevas pensando en que todo se acabaría. Empezó una fuerte lluvia que hizo correr arroyos y desprender árboles, llevándose todo a su paso.
Cuando todo terminó, los naturales pudieron salir de sus cuevas y el guama anunció la feliz nueva, todo parecía diferente, el campo se veía totalmente iluminado por la nueva luna y el viento era agradable y tranquilo, ¡el milagro estaba hecho!
Pasadas varias lunas en aquel lugar de ceremonia y sacrificio de doncellas, apareció un cactus, algo que llamó la atención porque no era uno cualquiera, era un cactus con corazones rojos, de aquellos corazones que habían sido sacrificados por una vida mejor, era una señal de los dioses agradecidos por la vida de aquellas doncellas y que representaba esos corazones con deliciosos frutos agridulces y comestibles para la tribu. Desde entonces, en el mes de octubre, nos sorprende con su belleza la blancura de la flor de la pitahaya y nos delita el paladar con su delicioso sabor.